Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 19 de agosto de 2007 Num: 650

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

A cincuenta años de la muerte de Lowry
ALBERTO REBOLLO

La escena
MILTOS SAJTOURIS

James Ensor en Palacio Nacional
MARCO ANTONIO CAMPOS

Bergman, (1918-2007):
Qué hacemos acá

RICARDO BADA

El sueño que despierta
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Oscuramente, a través
del espejo

CARLOS BONFIL

In memoriam
Bergman y Antonioni

JOSÉ MARÍA ESPINAZA

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGUELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

Cabezalcubo
JORGE MOCH

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR


Directorio
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Naief Yehya
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Las pequeñas atrocidades cotidianas
de una guerra sin fin (I DE II)

LAS ENTREVISTAS

En el número de 30 de julio de 2007 de la revista The Nation , el ex corresponsal del New York Times , Chris Hedges y Laila al-Arian publicaron un controvertido artículo para el que entrevistaron a cincuenta veteranos de combate de la guerra de Irak, acerca de sus experiencias y de las cicatrices emocionales y físicas que trajeron de esa aventura bélica ( http://www.thenation.com/doc/20070730/hedges). En miles de páginas de testimonio queda establecido que, si bien no todas las tropas están involucradas en atrocidades contra la población, dichos crímenes son comunes y casi nunca son reportados. El artículo de The Nation tiene el mérito de ser el primero en reunir testimonios de personal militar estadunidense y corroborar una larga lista de actos cometidos por el propio ejército. En estas declaraciones aparece un “tema común” que es que “pelear en áreas urbanas densamente pobladas ha conducido al uso indiscriminado de la fuerza y a la muerte de miles de inocentes a manos de las tropas de ocupación”. Podría uno imaginar que, en una sociedad abierta, dicho documento hubiera desatado una intensa polémica y hubiera sido comentado por los medios masivos. Sin embargo, la atención que ha recibido es mínima.

UN PUEBLO INFELIZ E INGRATO


Muqtada al Sadr
Foto: wwwtimes.com

El principal problema para los iraquíes es que, dada la “cultura de esta guerra de contrainsurgencia”, el ejército de ocupación “debe asumir que todos los nativos son hostiles” y que “un iraquí muerto es sólo otro iraquí muerto”. Para algunos, el hecho de que los iraquíes opusieran resistencia era considerado como una traición. Sólo el treinta y ocho por ciento de los infantes de marina y cuarenta y siete por ciento de los soldados considera que los iraquíes deben ser tratados con dignidad y respeto. Únicamente el cincuenta y cinco por ciento de los soldados y el cuarenta por ciento de los marinos dijo que reportaría a un compañero en caso de que matara o hiriera a un iraquí inocente. Las tropas rara vez pueden ver al enemigo, y su contacto con la población tiene lugar cuando éstas están listas para el combate. La frustración, mezclada con un deseo de venganza y una vena de crueldad humana que invariablemente crece durante las guerras, provoca espantosos abusos, como profanar cadáveres (mutilarlos, usarlos como accesorios para bromas, posar con ellos en fotos, etcétera), robar o destruir bienes de todo tipo, matar deliberadamente mascotas o animales de granja y violar o matar civiles sin motivo.

REDADAS

Las incesantes redadas en las que las tropas invaden hogares (de preferencia entre las once de la noche y las cuatro de la mañana) en busca de insurgentes, resultan las más de las veces fútiles agresiones que, cuando van bien, terminan con la casa “como si la hubiera sacudido un huracán”. Si encuentran cualquier cosa sospechosa o incriminatoria el padre es arrestado, si no, sólo es humillado enfrente de toda su familia. Cada familia puede tener un ak -47, pero si alguien tiene algo más se considera que la operación ha sido un éxito, aunque no se pruebe absolutamente nada. Entre los entrevistados, el sargento Dustin Flatt estimó que él había participado en “miles” de redadas de hogares en Tikrit, Samarra y Mosul, durante las cuales lo que hacían era “espantar de muerte a la gente”. El sargento Timothy Westphal comentó que en una ocasión, después de despertar a un hombre irrumpiendo en su hogar con lujo de violencia, pensó: “Acabo de aterrorizar a un hombre en nombre de la bandera estadunidense y no fue para eso que me enlisté en el ejército.” La mayoría de estas redadas se lleva a cabo con información deficiente, cuando no totalmente falsa. Como en otras circunstancias, la gente tiende a vengarse de sus vecinos o enemigos al acusarlos de ser insurgentes. Además, en muchas ocasiones, a los informantes se les paga por cada denuncia. “No somos la policía –dijo el sargento Geoffrey Millard– no podemos ir como detectives haciendo preguntas. Tiramos puertas a patadas, entramos y agarramos gente.” El especialista Garett Reppenhagen señaló que muchas veces ni siquiera sabían qué podían considerar como ilícito, además, al no entender la lengua (muchas veces actúan sin interpretes ya que no hay muchos y buena parte de ellos no son competentes), si encontraban algún cartel, libro o documento con el rostro de Muqtada al Sadr, de Sistani, o de quien fuera, simplemente arrestaban a los hombres, documentaban lo encontrado y dejaban que otros se encargaran de clarificar el asunto. Más de 60 mil iraquíes han sido arrestados desde el principio de la ocupación, la gran mayoría son inocentes y algunos son culpables de infracciones menores. En cualquier caso, las familias deben sortear el delirante laberinto kafkiano del sistema legal impuesto por los ocupadores para tratar de liberar a sus parientes.

(Continuará)