Usted está aquí: lunes 20 de agosto de 2007 Opinión Ciudad Perdida

Ciudad Perdida

Miguel Angel Velázquez
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Cisma en el PRD

Fuera caretas en el congreso del sol azteca

La mano priísta que mueve a Nueva Izquierda

Por fin se quitaron la careta y hundieron su larga daga en el cuerpo del PRD, ya en proceso de descomposición, para acabar con él de una vez por todas. Los despojos quedarán en manos de Jesús Ortega, Jesús Zambrano, Carlos Navarrete, René Arce y Pablo Gómez, quien termina una carrera política, a veces brillante, en el triste oficio de sepulturero.

El golpe se dio en el congreso perredista, pero se cocinó lejos de la mirada de su militancia. La mano del priísta Manlio Fabio Beltrones Rivera, en acuerdo con los operadores de Los Pinos, tocaron la espalda Carlos Navarrete para convencerlo de sembrar en ese encuentro el acuerdo por el cual se daría el reconocimiento a Felipe Calderón, mediante un “diálogo republicano, en el marco de un nuevo régimen político”.

Eso quiere decir que el senador Beltrones Rivera, a quien se le ha prometido ser el jefe de gabinete de esa supuesta nueva estructura de gobierno, abrirá las puertas de ese diálogo con el que por fin el PRD dé su reconocimiento a Felipe Calderón.

Por eso, aun cuando el sábado por la tarde entre los perredistas se acordó no llevar al pleno el punto en el que se dejaba abierta la posibilidad al reconocimiento, ayer se dio el golpe y se coló disfrazado, entre los temas a discusión, en la “agenda legislativa”. El punto establecía que a una reforma del Estado correspondía el diálogo.

Entonces se rompieron los acuerdos. La votación se inclinó a favor de la propuesta que defendieron en tribuna Navarrete y Gómez, pero no fue 80 por ciento de los delegados, como presumía Nueva Izquierda, el que los apoyó, sino mucho menos, y quienes se negaron a la complicidad, porque ya estaban enterados de los acuerdos con el priísta Beltrones, abandonaron el congreso.

Martí Batres y Armando Quintero, junto con muchos otros, hicieron manifiesto su rechazo al acuerdo, e incluso rompieron las papeletas de voto que se les habían repartido. La escisión tan pronosticada al fin se logró. Hay quienes aseguran que Leonel Cota llamó en varias ocasiones a Batres para pedirle que regresara al congreso junto con los otros que lo abandonaron, pero fue inútil el intento. El PRD está seriamente dividido.

Cosa extraña, en el salón donde se efectuaba el congreso también se quedó Alejandro Encinas, quien hacía intentos vanos por tratar de cambiar la historia, que, hasta donde va, sólo da cuenta de su próxima derrota.

Más tarde las cosas seguían empeorando porque de uno y otro lado las posturas estaban fijas. Para Nueva Izquierda, que tiene que rendir cuentas a Beltrones y Calderón, no es posible echar por tierra su propuesta, y los seguidores de López Obrador no están dispuestos a acompañar el sonsonete del “diálogo republicano” que les significa traición.

No obstante, hay militantes que aseguran que el crimen no está consumado, que el cuerpo del PRD yace podrido y apuñalado, pero que aún conserva vivo el cerebro, y que es la militancia, los de abajo, los que lo rescatarán, tal vez para injertarlo en un cuerpo sano.

Eso, en otras palabras, quiere decir, según ellos, que aún queda la esperanza de que después de los vergonzosos resultados de este congreso la militancia se rebele y elija a Encinas como su nuevo dirigente, para darle nueva vida al PRD.

No hay muchos que apuesten a ese escenario, pero todos aseguran que esa será la última esperanza. Por lo pronto el golpe está dado, y como dicen los pesimistas: por fin se quitaron la máscara y se apoderaron del partido, y en el aire se escucha el lugar común que adivinaba el golpe: ¡se los dije!

 
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