Usted está aquí: domingo 26 de agosto de 2007 Cultura Denuncian situación de esposas de internos en penales de alta seguridad

En Rompiendo la zona del silencio, Corina Giacomello entrevista a 11 mujeres

Denuncian situación de esposas de internos en penales de alta seguridad

Llama a dejar la discriminación que sufren por ser tachadas como “cónyuges del narco”

arturo garcia hernandez

Ampliar la imagen La detención de sus esposos obligó a las mujeres a reconstruirse y reconocerse como seres humanos, afirma la autora La detención de sus esposos obligó a las mujeres a reconstruirse y reconocerse como seres humanos, afirma la autora Foto: Carlos Cisneros

Son mujeres que llevaban lo que se considera una vida convencional “normal”: tenían esposo, hijos, amistades, trabajo en algunos casos, relativo desahogo económico, ciertas comodidades, aceptación social. De pronto, el mundo que habitaban se les vino abajo prácticamente de un día para otro. Y entonces conocieron una de las formas más crueles de sufrimiento que la sociedad puede causar investida de legalidad y desde una pretendida superioridad moral.

Son las esposas de internos en el penal de máxima seguridad del Altiplano (antes La Palma), procesados por delitos contra la salud. Mujeres enfrentadas al amarillismo de los medios, al acoso sexual de jueces y abogados, a la corrupción del sistema penitenciario, a la abrupta carencia de recursos económicos, a la discriminación, la sospecha, la exclusión, los prejuicios, los estereotipos y a sus propios miedos.

Las historias de 11 de ellas son contadas por la académica italiana Corina Giacomello en el libro Rompiendo la zona del silencio, publicado recientemente por Ediciones Dipon y Ediciones Gato Azul.

Mediante los testimonios de esas mujeres, Giacomello denuncia las violaciones que se cometen contra los derechos humanos de los internos y esboza un fenómeno pendiente aún de estudiarse con profundidad: las consecuencias de la prisión sobre los familiares de los procesados.

Con una maestría en estudios latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México, Giacomello señala en entrevista que las esposas de los internos constituyen lo que ella denomina “población penitenciaria externa: son un apéndice de lo que el penal dictamina, son como presas en libertad cuya organización del tiempo es dictada por la institución carcelaria”.

Los testimonios se limitan a 11 porque es el número de mujeres que accedieron a romper la zona de silencio a que alude el título del libro: “Es de su parte un acto de mucha valentía, porque el silencio es el arma más fuerte que tiene el sistema penitenciario”.

Aunque se reservó la identidad y algunos datos concretos para no exponerlas a represalias o a sus esposos, Corina Giacomello explica que sus edades oscilan entre los 30 y los 40 años, proceden de clase media y sus niveles de estudios van de medio a medio alto. La mayoría tiene dos o más hijos: “Por lo que pude ver, sus compañeros ya tuvieron otras esposas antes que ellas o los conocieron casados y con hijos; mantienen con ellos relaciones asimétricas, son mujeres que responden a patrones de género tradicionales en el sentido de que fueron educadas para ser mujeres del otro y para el otro y no para ser seres humanos autónomos e independientes”, señala.

La detención y procesamiento de sus esposos las deja en una situación de absoluta vulnerabilidad económica y social: “No hay vecinos, no hay amigos, no hay dinero. La dinámica del penal absorbe por completo sus existencias”.

Esto las obliga a reformular radicalmente sus vidas y les trae lo que paradójicamente podría considerarse un beneficio: “Se reconstruyen, se redefinen y se reconocen como seres humanos; se hacen conscientes de una fuerza, de conocimientos y habilidades que no sabían que tenían o que estaban en estado latente. Entonces se valoran más y las valoran mucho más. Hay un pequeño rescate de sí mismas”.

Entre los objetivos del libro de Giacomello destaca el de dar un espacio de visibilización, sin prejuicios, a voces que habían sido excluidas, “dándoles, sobre todo, un lugar como seres humanos”.

Más allá de la situación legal de los cónyuges, la académica también hace un llamado a dejar de lado los prejuicios y la discriminación con que medios y autoridades, principalmente, se expresan de esas mujeres: “para ellos son esposas de narco, que tienen hijos de narco, manejan autos de narco y tienen cuentas bancarias de narco. ¡Ya dejemos de hacerles pagar una doble sentencia social!”

Al respecto, Giacomello cuestiona la doble moral y el doble discurso de una sociedad “incapaz de lidiar consigo misma, de reflexionar y nombrar a las cosas por su nombre. Dostoievski decía que para conocer a una sociedad habría que abrir las puertas de las cárceles. Cuando no puedes narrar el encierro te das cuenta de lo superficial e hipócrita que puede ser una sociedad”.

 
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