Usted está aquí: viernes 7 de septiembre de 2007 Opinión El corte

Jorge Camil

El corte

¡Así no! Con golpes bajos contra uno de los poderes constitucionales no se pueden construir acuerdos. El Ejecutivo está obligado a respetar a los demás poderes y a la ciudadanía; a los más de 14 millones de mexicanos que votaron en contra, y a quienes ni siquiera votaron.

Lo que comienza a resultar claro, como en esas películas de misterio de segunda, donde a las primeras de cambio se adivina al culpable, es que con el contubernio del Centro de Producción de Programas Informativos Especiales (Cepropie), y de televisoras privadas a las órdenes del gobierno, asesores calderonistas pretenden construir un remedo de transparencia democrática.

El propósito es que mientras la Presidencia actúa a su antojo la mayoría de los mexicanos disfrutemos en pantalla la vida en rosa con migajas de información editadas por productores de televisión.

Parecen olvidar que existen medios escritos independientes, Internet y prensa extranjera. (¿Ha visto la película Wag the dogCortina de humo– de Robert de Niro? Un famoso productor de Hollywood produce en televisión una guerra imaginaria para salvar al presidente de un escándalo sexual en época de elecciones.)

¿Quién no recuerda los comentarios inanes de las televisoras el 1º de diciembre de 2006?: “estamos presenciando una nueva forma de transmisión de poder”. Y los del último Informe: “se trata de un nuevo formato del Informe presidencial”.

¿Pretenden regresarnos al siglo priísta, en el que la Presidencia controlaba a los medios en forma absoluta? ¿Otra “caída del sistema”? Porque Héctor Larios, coordinador de los panistas, con el tacto de un elefante en cristalería, declaró un día después del incidente que se trató “de una falla técnica”. Gobernación, en cambio, dio una explicación más reveladora: “fue un problema de producción”, reconoció Francisco Ramírez Acuña con la misma ingenuidad subliminal de Luis Carlos Ugalde.

En esas circunstancias, la aparente buena voluntad de Calderón del día anterior se cae por tierra: “hagan su teatro constitucional, que mañana haremos el nuestro”.

Tras entregar el Informe escrito en un Palacio Legislativo medio vacío, a la mañana siguiente, en Palacio Nacional, con un público cautivo de legisladores panistas, burócratas y gobernadores, Calderón pronunció un hueco mensaje a la nación a la mejor usanza priísta: aplausos (más de 25, reporta la prensa con el orgullo de antaño), ovaciones de pie y la parafernalia presidencial del siglo pasado: ¡bienvenidos al día del presidente al estilo Calderón!

Vivimos en un país esquizofrénico con dos sistemas políticos. Uno, el constitucional, el que marca la ley, y otro el que nos presentan las televisoras. Un país fracturado en el que las principales fuerzas políticas hacen lo que quieren. El PAN juega a dar el Informe, el PRD abandona el Palacio Legislativo y la mesa directiva, y el PRI, agazapado, se queda presenciando el desorden para no desgastarse.

El desacato cometido el 1º de septiembre contra Ruth Zavaleta, presidenta de la Cámara de Diputados, debe ser investigado a fondo para castigar con todo el peso de la ley a los culpables, no chivos expiatorios.

Porque la ofensa no fue un acto exclusivamente dirigido contra la señora Zavaleta. Fue un insulto inaceptable contra uno de los poderes de la Unión, mientras desempeñaba la delicada tarea constitucional de iniciar el periodo de sesiones ordinarias del Congreso. Esperemos que los poderes Ejecutivo y Legislativo le dediquen a este grave incidente la atención y prioridad que merece.

Por otra parte, la práctica de envolver actos republicanos en ingeniosas “producciones”, como reconoce en forma subliminal Gobernación, se inició el siglo pasado durante el último informe de Miguel de la Madrid, cuando en espera de interpelaciones ofensivas la televisión llegó preparada: micrófonos especiales dirigidos a enfatizar la voz del presidente y amortiguar el ruido de la sala, y cámaras en todo lo alto para tomar exclusivamente la figura presidencial: ¡aquí no pasa nada!, aunque abajo se daban hasta con la cubeta.

En el siglo panista, la “producción” de programas presidenciales se inició el 1º de diciembre de 2006, durante la toma de posesión de Felipe Calderón. Con el auxilio de televisoras complacientes, y con película de aquí y de allá, los asesores tejieron una colcha de parches de colores para mostrar que todo transcurría en un manto de absoluta normalidad: la vida en rosa.

¡Usaron hasta escenas filmadas el día anterior! Este 2 de septiembre, en lo que se esperaba que fuera un simple mensaje para resumir el Informe, la cobertura se inició con Calderón ingresando el día anterior a San Lázaro, y pronunciando con voz presidencial la breve alocución relativa a su obligación de presentar un informe escrito. “Honorable Congreso de la Unión”, se escuchó la voz del Presidente, y acto seguido la cadena nacional “parchó” el Informe completo, como si se tratara de un solo acto.

¡Aquí no ha pasado nada! Aunque la producción televisiva sea un acto para proteger la dignidad de la Presidencia, el corte del día del Informe es otra cosa: nos regresó a momentos que creíamos superados. ¿Qué sigue, cierre de periódicos?

 
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