Usted está aquí: domingo 9 de septiembre de 2007 Estados Ni los rondines militares frenan el pillaje en El Moralillo, Veracruz

Exigen asistencia pobladores de 7 ejidos en Tamaulipas, tras desbordamiento del Tamesí

Ni los rondines militares frenan el pillaje en El Moralillo, Veracruz

Las calles de este poblado, brazos de agua pestilente en los que flotan toneladas de basura y animales muertos; brotes epidémicos, amenaza latente

Andrés T. Morales (Corresponsal)

Ampliar la imagen Una de las zonas más afectadas por el desbordamiento del río Pánuco, donde abunda el robo debido al abandono de casas, a pesar de que elementos del Ejército Mexicano realizan patrullajes Una de las zonas más afectadas por el desbordamiento del río Pánuco, donde abunda el robo debido al abandono de casas, a pesar de que elementos del Ejército Mexicano realizan patrullajes Foto: Sergio Hernández

Moralillo, Ver., 8 de septiembre. Lo que antes eran las calles principales de este poblado ahora son brazos de agua pestilente en los que flotan toneladas de basura y animales muertos. El Moralillo, con sus siete colonias, es una de las áreas más afectadas del municipio de Pánuco, donde la inundación trajo consigo el pillaje.

Ni la presencia de militares ha frenado el hurto a casas, cuyos moradores fueron llevados a albergues, aunque muchos tienen a familiares en calidad de vigías, desafiando la contingencia. La rapiña obligó a Seguridad Pública del Estado a sumarse a los rondines diurnos y nocturnos en apoyo a la milicia.

“Son los que cruzan el río y vienen de Tampico a robar”, asegura Alma Delia Romero, al referirse a la rapiña. Damnificada desde hace cinco días, pernocta en un albergue comunitario, pero su esposo permanece en su vivienda de la colonia Santa Elena cuidando los pocos enseres que se salvaron del agua.

“Se quedó con un rifle y algunas cajas de galletas, para aguantar y espantar a los ladrones”, agrega.

Al igual que en Santa Elena, las otras colonias de El Moralillo, Lázaro Cárdenas, Laguna la Costa, María Esther Zuno, Malvinas, Fernando Gutiérrez Barrios y Martillo, se encuentran anegadas por aguas del Pánuco y la laguna La Costa, de donde escaparon alimañas que deambulan por la zona.

Alejandra Hernández tiene 90 años y se resistía a dejar la vivienda de su hija mayor en Las Malvinas, pero decidió subir a una lancha y alejarse de ahí cuando frente a su ventana pasó un lagarto que intentó entrar al cuarto donde permanecía con su nieta.

Los pastizales a orilla de la carretera Valles-Tampico, al igual que las calles de El Moralillo y otros pueblos como La Cortadura y Calentadores, también se transformaron en zonas de pesca, pues el agua arrastró peces que los lugareños atrapan para su consumo.

Pero el mayor peligro para los pobladores son los brotes epidémicos que se prevén por el contacto con el agua estancada. La corriente desbordada del Pánuco se mezcló con el contenido de las fosas sépticas y formaron una laguna pestilente, donde flotan basura y animales muertos.

De El Moralillo sólo 300 personas aceptaron irse a una bodega facilitada por una empresa cervecera, pero muchas decidieron no abandonar sus propiedades a pesar de que algunas están completamente sumergidas. Refugiados con vecinos o en partes altas, los lugareños se mueven en lanchas o nadando.

Jaime Nieto, médico brigadista de la Secretaría de Salud de Veracruz y encargado del albergue principal de El Moralillo, admite que en varios albergues ya aparecieron casos de micosis e infecciones diarreicas, principalmente en niños, pero han sido controlados. Por ello, la jurisdicción sanitaria local elevó de 200 a 470 los brigadistas en los sitios inundados.

Agua y Saneamiento municipal notificó que se interrumpió el flujo de agua potable en 70 por ciento de las zonas inundadas debido a fallas de las bombas, y desde la noche del viernes el suministro a las colonias y poblados se hace mediante carros cisterna, allí donde se puede acceder por tierra.

Zafra casi perdida

En la cabecera municipal de Pánuco, la madrugada de este sábado la Novena Zona Militar ordenó el retiro de mil efectivos que resguardaban albergues y bodegas de víveres para concentrarlos en los bordes del río, pues se espera que el caudal aumente debido a los escurrimientos de las partes altas.

Según el alcalde Luis González, si bien no hubo víctimas humanas la afectación más severa será en el ámbito agrícola, pues miles de hectáreas de cultivos, en su mayoría caña de azúcar, están siniestradas. “Estaría perdida la zafra que viene, pues el agua anegó y pudrirá los sembradíos y el daño económico lo resentiremos durante varios meses”, lamenta.


Autoridades levantan emergencia en Altamira

Martín Sánchez Treviño Corresponsal

Altamira, Tamps., 8 de septiembre. En este municipio, donde los gobiernos del estado y municipal ya levantaron oficialmente la emergencia, siete ejidos asentados en la margen del río Tamesí exigen asistencia pues sus viviendas están bajo el agua y ganado y los cultivos fueron severamente afectados desde hace una semana por las inundaciones.

El alcalde de Tampico, Fernando Azcárraga López, informó que el río Pánuco subió dos centímetros, lo que se refleja en la desembocadura con el río Tamesí, en la laguna El Chairel, por lo que sigue el desalojo de familias de las colonias Vicente Guerrero, Mano con Mano y Pescadores.

Los habitantes de los ejidos Tres de Mayo, Cues Ordeño, Cues de Palmas Altas, Martina Martínez, Cruz Grande, Torno Largo y El Camalote han construido sus propios albergues en los cerros cercanos a sus viviendas.

Seis lanchas de motor se observan debajo de unos encinos. A su lado, en un islote de unos ocho metros de ancho por 50 de largo, dos adolescentes cargan implementos de pesca en uno de los vehículos acuáticos.

De una choza de madera asoma un hombre de unos 50 años, su esposa, mujeres, niños, niñas, personas de todas las edades. Más de 15 integrantes de cuatro familias han hecho de la casa de don Juventino García un refugio temporal.

No quieren irse pues temen que al hacerlo entren a robar sus casas. Afirman que ahí hay víboras y otros animales, pero es mejor cuidar el patrimonio.

La entrevista es desde el bote y a gritos.

–Pero el gobierno asegura que ustedes están muy bien y que la emergencia ya fue superada.

–Ellos no viven de lo que nosotros, no andan entre el lodo. Sólo saben mentir y mentir. Ojalá que sus fotos sirvan de algo –grita una de las mujeres mayores.

El bote sigue su marcha y 500 metros río arriba un hombre, a bordo de una lancha, parece forcejear con unos bultos frente a su casa de la que sólo se ve la mitad, la otra está bajo el agua. Su perro duerme en una repisa, su esposa y sus hijos fueron echados por el agua, se mudaron con familiares a la cabecera municipal. Es la vivienda de Roberto Demes, quien confía en que si deja de llover en menos de un mes estará de regreso con su gente.

La misma historia se repite en la primaria del ejido Martina Martínez. Sus rejas están cerradas, no hay anuncio de suspensión de clases. Pero en la escuela de Cruz Grande, que sí está a salvo del agua, pernoctan cinco familias de pescadores y agricultores.

En la cabecera municipal, a 300 metros de la alcaldía, mujeres y hombres caminan entre aguas negras y matorrales arrastrados por el torrente, son pescadores a quienes la corriente dejó sin muelle. Pero aquí no pasa nada, aseguró Juvenal Hernández, alcalde priísta que se prepara para ceder –se cree– el gobierno a Javier Gil Ortiz, primo del gobernador Eugenio Hernández, que contiende por el PRI por la alcaldía.

El más reacio es un habitante del ejido Torno Largo. Está inconforme porque los gobiernos municipal y estatal, ambos priístas, promueven la construcción de la presa El Tamesí. “Si se hace ya nos llevó la chingada. Si de por sí está complicada la situación, si hacen la presa tendremos que dejar el río”, afirma.

Los ejidos afectados por el desbordamiento del Tamesí se ubican 90 kilómetros río arriba de la cabecera municipal de Altamira.

 
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