Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 9 de septiembre de 2007 Num: 653

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Cuatro décadas del Premio de Poesía Aguascalientes
Introducción de
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

Aguascalientes:
ciudad de poesía

CLAUDIA SANTA-ANA

Columnas:
Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Cabezalcubo
JORGE MOCH

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA


Directorio
Núm. anteriores
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Juan Domingo Argüelles

Cuatro décadas del Premio de
Poesía Aguascalientes

El Premio de Poesía Aguascalientes está cumpliendo en estos días cuarenta años de historia. Se entregó por vez primera, en 1968, a Juan Bañuelos (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 1932), por su libro Espejo humeante , y fue otorgado en 2007, por cuadragésima ocasión, a Mario Bojórquez (Los Mochis, Sinaloa, 1968), por su libro El deseo postergado .

Entregado tradicionalmente en el mes de abril en la ciudad de Aguascalientes, en el marco de la Feria Nacional de San Marcos, el Premio de Poesía Aguascalientes se ha convertido en el máximo galardón poético, por concurso, que se confiere en México. En estas cuatro décadas de historia, el Premio ha impulsado, estimulado y reconocido la obra tanto de poetas jóvenes como de aquellos que, al momento de recibirlo, gozaban ya de un prestigio poético consolidado. Con ello, el Premio ha promovido y fomentado también la publicación y la lectura de la poesía en nuestro país.

Los lectores se han encargado de ratificar, cuando ha sido el caso, el fallo del jurado, reconociendo la singularidad y solidez de los libros premiados y, así, en estas cuatro décadas, han señalado ciertos títulos para ubicarlos entre lo mejor de la poesía que se ha producido en México. Por ejemplo, Espejo humeante (1968), de Juan Bañuelos; No me preguntes cómo pasa el tiempo (1969), de José Emilio Pacheco; La zorra enferma (1974), de Eduardo Lizalde; Cuando el placer termine (1976), de Hugo Gutiérrez Vega; El ser que va a morir (1981), de Coral Bracho; Mar de fondo (1982), de Francisco Hernández; Música solar (1984), de Efraín Bartolomé; El diván de Ántar (1989), de Elsa Cross; El cardo en la voz (1990), de Jorge Esquinca, y otros más que, con la prueba del tiempo, persistirán en abrirse camino en el gusto y la predilección de los lectores de poesía.

Los treinta y nueve galardonados por concurso y el poeta reconocido por su trayectoria (Elías Nandino, en 1979) componen un panorama lírico de diversos estilos y registros poéticos; también de diferentes concepciones sobre lo que debe ser la poesía. Cada uno de los ganadores del Premio ha confiado en su personal búsqueda de comunicación con los lectores, y ha apostado a ella su permanencia.

Víctor Sandoval, poeta y promotor cultural que creó el Premio de Poesía Aguascalientes en 1968 y que lo ha mantenido a lo largo de estas cuatro décadas, ha dicho: “Creo que un repaso a los nombres y títulos del Premio es un elocuente testimonio de su importancia en el quehacer poético de México. [...] Cada libro en su momento de publicación y su posterior andadura ha despertado la discusión, la crítica o el elogio, pero no ha dejado indiferentes a los lectores. Cierto que algunos libros premiados han alcanzado mayor vuelo que otros y han señalado nuevos rumbos a la poesía y se han convertido en referencias obligadas en la producción de sus autores.”

El Premio de Poesía Aguascalientes abarcó una parte fundamental de la historia literaria del siglo XX mexicano y ha llegado a la primera década del siglo XXI revalorando su propósito de incentivar la creación poética en nuestro país.

La presente selección es una mínima muestra de estos cuarenta años de poesía.

Casida de la entrega
Juan Bañuelos (1932)

Agonizo en tu vientre
cuando –árbol– desciendo a las raíces
y amanezco en todo lo que vives.

Agonizo en tu vientre
de ternuras que viajan con la hierba
cuando la uva es roja hasta la hoguera.

(La savia de tu vientre
suena a torre y a espuma derribadas,
a caracol de lengua rota y clara.)

Y agonizo en tus ojos
desde tus largos muslos que se mecen:
dos horizontes donde la noche llueve.

[De Espejo humeante,  
Premio de Poesía Aguascalientes 1968]  

De los jardines de Ispahán
Uwe Frisch (1935-1984)

Ah,
parece que alguien de alcurnia más noble
nos hubiera aspirado esta noche
como se inhala el tenue vapor de un rayo de luna

o nos hubiera reído como se ríe a un vino ligero
de fugaz ascensión a la testa
y no fuésemos —ay—
sino esa sonrisa puesta en el mundo:

tan sólo rosas nocturnas,
espectadores en sucesión sin recuerdo
que florecen callados en medio de las extrañas
    palabras

de una charla de amigos
cuyo solemne sentido
no se nos da.

[De Contracantos,
Premio de Poesía Aguascalientes 1970]

La mano en libertad
Eduardo Lizalde (1929)

Escribir no es problema.
Miren flotar la pluma
por cualquier superficie.
Pero escribir con ella
–Montblanc, Parker o Pelikan–,
sin mesa a mano, tinta suficiente
o postura correcta,
es imposible,
y a veces pernicioso.
Puedo escribir, señores,
con los ojos cubiertos,
vuelta la espalda al piso,
atadas las muñecas,
esparadrapo encima de los labios.
Puedo:
pero no garantizo ese producto.

De La zorra enferma,
Premio de Poesía Aguascalientes 1974

Un muchacho que puede amar (dos fragmentos)
Alejandro Aura (1944)

1

Huele a muchacha el aire de mediodía,
huele a muchacha natural,
y está tan cargado de olor a muchacha
el aire de mediodía
que estoy a punto de gritar
que el aire de mediodía huele a muchacha.

2

Me he puesto mi traje nuevo y he limpiado mis
    zapatos;
en el claro día relucen mis cabellos limpios
y el viento suave que danza por los corredores
    de las calles
da a mis manos un dibujo perfecto;
siento que la gente que pasa me mira con
    agrado,
huelo a fresca lavanda
y doy los pasos al ritmo que el corazón me
    marca:
soy un muchacho que puede amar.

[De Volver a casa,
Premio de Poesía Aguascalientes 1973]

Prólogo
Elena Jordana (1934)

Sabines dijo:
A la chingada las lágrimas
y se puso a llorar
como se ponen a parir.

Yo dije:
al carajo la poesía
y me puse a escribir
como se ponen a vivir.

[De Poemas no mandados,
Premio de Poesía Aguascalientes 1978]

Cenizas y viento
Miguel Ángel Flores (1948)

No está en el sueño del poeta
rendirse antes de entregar todas sus sílabas.
Lejano se piensa el crepúsculo
cuando la gota de miel se apaga sobre el día.

Pero debe cederse el lugar
al que detrás viene.

La hoja no vuelve jamás a la rama
de la que se desprende.

Que se nos conceda, pues, la inmortalidad
por la gracia de la poesía.

No lloren,
no derramen lágrimas
por el que entrega su rostro a la muerte.

Ya bastante dolor
es recibir sepultura en esta tierra
que el hombre envilece.

[De Contrasuberna,
Premio de Poesía Aguascalientes 1980]

Los ríos encrespan
un follaje de calma

Coral Bracho (1951)

Tu voz (en tu cuerpo los ríos encrespan
un follaje de calma; aguas graves y
    cadenciosas).

—Desde esta puerta, los goces, sus umbrales;
desde este cerco, se transfiguran—

En tus bosques de arena líquida,
de jade pálido y denso (agua profunda, hendida;
esta puerta labrada en las naves del alba). Me
    entorno a tu
vertiente— Agua
que se adhiere a la luz (en tu cuerpo los ríos
    se funden,
solidifican
entre las ceibas salitrosas. Llama —puerta de
    visos ígneos—
que me circundas y trasudas: sobre este vidrio,
    bajo estos
valles esponjados, entre esta manta, esta piel

[De El ser que va a morir,
Premio de Poesía Aguascalientes 1981]

XXXII
Hugo de Sanctis (1939)

Era sano y amargo.
Álgido y contiguo.

Desde la distancia se veía empalidecer el aire.
Llegaron los años y el jardín
se llenaba de soledad,
el color de la mañana se había convertido
en esta arena húmeda, como vestigios
de un largo y desproporcionado
duelo nocturno.

Miro más hondo
y siento germinar semillas
de origen desconocido;
pequeños fuegos verdes apagados
por el entendimiento.

[De Canción al prójimo,
Premio de Poesía Aguascalientes 1983]

Tzintzuntzan.
Visión desde las yácatas
Efraín Bartolomé (1950)

Este íntimo tono de plácida dulzura
en que la luz deambula desnuda por la tierra
El sol niño que asoma su rostro sobre el lago
Los millares de flores amarillas danzando

A lo lejos
la leve línea azul de las colinas:
ala del cielo añil lamiendo el agua

Un trino de cristal quiebra la transparencia
La quietud crece como un ramaje deslumbrante
¿Es verdad tanta luz?
La derramada línea del silencio oculta otra
    verdad:
ese ciego terror:
 el agudo punzón de los insectos
 la arruga que se extiende sobre la piel del lago
 la hoz del labrador que en un instante oscuro
cambia de dirección
 el ramo más hermoso de flores amarillas
 que las vacas destrozan en su hocico babeante

Entonces nada queda:
acaso la mirada perdiéndose en el agua.

[De Música solar,
Premio de Poesía Aguascalientes 1984]

Estanque
José Luis Rivas (1950)

Para asumir un gesto,
vas ante aquel espejo
que guarda tu primera dicha.

Aún es claro. Y puedes
ver entre las monedas
que lanzaste a sus aguas
la que muestra su rostro adverso.

Una mujer de ti ya se retira
paso a paso
como la niebla
de un trópico desierto.

[De La transparencia del deseo,
Premio de Poesía Aguascalientes 1986]

Carta de naturalización
Myriam Moscona (1955)

Las hijas de extranjeras
nacimos con agujas minuciosas.
En tiempos nobles
visitamos museos de París.
Entramos al Louvre a buscar a la Gioconda.
También nosotras crecimos en la adversidad
y sonreímos con rictus previsibles.
Si la guerra nos empujó del viejo continente
un soplo nos condena a duplicar nuestra visión.
Permanecemos a perpetuidad.
Nos debatimos entre estancias y partidas.
Deseamos dar a luz a la intemperie
para que la sangre caiga en tierra firme
hasta que las raíces se pierdan en la historia.

[De Las visitantes,
Premio de Poesía Aguascalientes 1988]

Oración a la Virgen
de los Rieles

Jorge Esquinca (1957)

Bendice, blanca Señora, al más humilde de tus
    peones.
Concédele vía libre para llegar a Ti.
Ilumina sus noches con el carbón encendido
    de las máquinas.
Que tus ojos claros sean, en toda encrucijada,
    brújula y linterna.
Todo tren un potro ligero hacia tu Reino.
Llévalo, gentil Señora, de la mano de los
    durmientes.
Administra, con tu prudencia infinita, su pan de
    cada día
y cubre con tu sombra favorable los rieles
    errantes de su casa.
Aquieta sus pasiones,
deja escapar en la medida justa el vapor de su
    caldera.
Apártalo del estruendo de furgones y góndolas
    salvajes.
En el vasto ferrocarril de sus breves días, no le
    des asiento en el gobierno,
pero guárdale siempre un sitio discreto en el
    vagón de tu confianza.
Bendice, blanca Señora, Virgen de los Rieles,
    a tu hijo más humilde:
tierra suelta que dispersas con tu manto.

[De El cardo en la voz,
Premio de Poesía Aguascalientes 1990]

Sueño
Baudelio Camarillo (1959)

En mi sueño llovía.
Mi cuarto estaba a oscuras
y en la calle el relámpago
iluminaba un agua turbia y sin sonido.

Las casas me mostraban sólo fachadas negras.
La ventana tenía gruesas barras de hierro
y sus cristales rotos aún destrozan mis brazos.

Nunca sabré por qué tan terrible castigo;
negros muros me ataban y en las cuatro
    paredes
no había ninguna puerta.

Pude huir.
Salí del sueño a una limpia mañana,
pero la lluvia se quedó dentro de mí
y aún no cesa.

[De En memoria del reino,
Premio de Poesía Aguascalientes 1993]

Un fósforo en el agua
Ernesto Lumbreras (1966)

Al fondo del estanque descubro una canica.
Siempre de un lado a otro como un brillo de
    escamas
se extravía y regresa. Es una yema de huevo
pulida por el agua y las conversaciones
de dos lavanderas. El rey de las canicas
todos me llamarían, si entre el pulgar y el
    índice
este sol de verano al centro de la rueda
con tino lo lanzara. Sondeo lo profundo
del estanque ayudado por una rama seca.
“La vida es como un juego” dijo siempre mi
    padre.
Lo recuerdo al hundirme, apenas vislumbrando
un fósforo en el agua. Entre mi falta de aire
y la noche del lodo, salgo a la superficie
dejando atrás mi cuerpo.

[De Espuela para demorar el viaje,
Premio de Poesía Aguascalientes 1992]

Chica en la playa
Eduardo Langagne (1952)

ágil vuelta del agua a la sorpresa
su cadera es la ola que regresa

un trozo de madera a la deriva
después de tempestad intempestiva

ademán que divide los océanos
con acompañamiento de dos pianos

un vaivén que acompasa el movimiento
e ignora con desdén el sufrimiento

[De Cantos para una exposición,
Premio de Poesía Aguascalientes 1994]

El desastre
Jorge Valdés Díaz-Vélez (1955)

El ángel de pasión dejó tu casa
con un desorden tal que no sabías
por dónde comenzar: copas vacías,
ceniza por doquier. Y su amenaza

rotunda de carmín: “En la terraza
te aguardo. Un beso. Adiós”. Tú conocías
la forma de cumplir sus profecías.
Temblaste al recordar: “Todo lo arrasa

un ángel si al partir te sobrevuela”.
Te diste apresurado a la tarea
de hacerla remontar por tu memoria,
sus manos en tu piel, su duermevela.

Pensaste: “Si es amor, pues que así sea”
y fuiste a abrir la puerta giratoria.

[De La puerta giratoria,
Premio de Poesía Aguascalientes 1998]

Exilio
Jorge Fernández Granados (1965)

Algún día estaré contigo donde un ala
sea la errante evidencia del milagro,
en una patria que el viento dispersó,
una tierra que nos vio caer
para olvidarnos.

Algún día despertaremos ahí,
a un lado de la luz, como los pájaros,
tal vez viajeros en la niebla
con una rama de olivo entre los dedos,
cansados de esperar, obedecer y morir,
salvajes como el dios de nuestra infancia.

Algún día, cuando la maldición del tiempo se
    termine,
tocará nuestra frente el agua de un umbral
    perdido.

Ese día estaremos de regreso.

[De Los hábitos de la ceniza,
Premio de Poesía Aguascalientes 2000]

21
María Baranda (1962)

Hoy he pasado la mañana junto a ti Dylan
    Thomas.

Había una imagen borrosa y ovalada
    eternamente blanca.
Era un ojo abierto
a las cosas inútiles y disipadas por el viento,
a los días que se van lentos a los mataderos,
al grito de madrugada que se afeita en las
    banquetas,
a la moneda que cura la pobreza,
a la mutilación y el desamparo que guarda la
    esposa
en un paño grasiento,
al último día que sale un muchacho de casa y
    no regresa,
al llanto del caudillo y al suave roce de una
    perra loca.

Sí, ese ojo abierto al siglo que se acaba
ya cansado de la inutilidad y del sonido hueco
de las palabras sordas.
Ese siglo que huele a mierda y a hospital, a
    rata muerta
en el pabellón de los dolidos.

Huele a muro quieto en la explosión del aire,
en la forma perfecta del silencio. Huele, huele a
    indignación
y a plegaria herida, a lengua que se desnuda
    adentro
de una boca seca, a víbora.
Sí, huele a víbora que repta en las habitaciones
    donde
se hinchan los sueños de la sangre y de la
    gente muerta.
Huele.

Ahora tengo que irme.
Te dejo a solas con tus ballenas
urdiendo sílabas al agua bajo la luz de la
    demencia.
Te veo feliz, Odiseo de los campos,
junto a los muchachos del verano y sus
    rastrojos
volando con el águila fugaz y la garza saltarina
en la isla solitaria.

Yo vi la última luz que resbalaba de tus ojos.
Ahora, dondequiera que voy, sé que él vuelve
con el corazón del sol.

Hasta que muera yo, él siempre a mi lado
    estará.

[De Dylan y las ballenas,
Premio de Poesía Aguascalientes 2003]

Espaldas de la hora
Luis Vicente de Aguinaga (1971)

La pared se fue alzando con el día.
Su propio cimiento la escalaba
y un trance alterno de polvo y de pintura
se adhería en lo más alto al dibujo de las nubes.

La pared se ha ido alzando con el día.
Insectos, perros, manos fatigadas
como el sol que la impulsa o vientos leves
apoyan el cuerpo en sus laderas. Baja
el tiempo de la ciudad: se detiene a la sombra

de la pared que va creciendo. Con el día,
junto al día, tal vez a espaldas
de la hora y el turno, de la espera y el ciclo,
un muro acentúa el color de la ceniza
y lo conduce al violeta sanguíneo de los frutos.

Dibujo, altura, nubes. Puede ser que llueva.
La pared se levanta con el día.

[De Reducido a polvo,
Premio de Poesía Aguascalientes 2004]

[Departamento de Caballeros]
Camisas de algodón

Dana Gelinas (1962)

Una camisa nueva
para robarse el corazón de una mujer,
una hechura de algodón egipcio
de quinientas fibras,
como sábanas planchadas de gran hotelería,
como un almidonado bajomantel
donde se come rico.

Camisas con el mismo diseño
de hace dos siglos,
Victoria's Secrets para el sexo femenino.

Camisas llanas
son las camisas del amor verdadero,
los Latin lovers son como el crochet de una
    madre
que bordó con verdadera pasión para el hijo
    favorito.

Huye de las camisas bordadas
como del perfume con base de violetas
    marchitas.
Toca madera, en serio.

[De Boxers,
Premio de Poesía Aguascalientes 2006]

 

Crítica de la poesía
José Emilio Pacheco (1939)

He aquí la lluvia idéntica y su airada maleza.
La sal, el mar deshecho...
Se borra lo anterior, se escribe luego:
Este convexo mar, sus migratorias
y arraigadas costumbres,
ya sirvió alguna vez para hacer mil poemas.

(La perra infecta, la sarnosa poesía,
risible variedad de la neurosis,
precio que algunos pagan
por no saber vivir.
La dulce, eterna, luminosa poesía.)

Quizá no es tiempo ahora.
Nuestra época
nos dejó hablando solos.

[De No me preguntes cómo pasa el tiempo,
Premio de Poesía Aguascalientes 1969]

Amo el sol de este día
Desiderio Macías Silva (1922-1995)

Amo el sol de este día
amplio en su claridad como una alberca
que ríe y ríe desde tus ojos.

Amo la música,
esta música
creciendo
de tu boca
como yedras azules
contra las bardas
del crepúsculo.

Amo el berilo en ascuas
en que mi sangre gira
como un rehilete.

[De Ascuario,
Premio de Poesía Aguascalientes 1972]

A ras de piel
Óscar Oliva (1938)

A piel,

a mármol estremecido por la mirada del escultor,
navego sin avanzar,
sin aletas,
sin remos,
en este calosfrío que me golpea con un látigo,
hundido en la jirafa de la niebla,
ávida torre sobresaliendo del agua.

Humeando como una aldea
me abro paso entre el arrayán
y las estolas del diamante,
dentro del que estoy en arrobamiento.

De una patada rompo rejas oxidadas:
desbarrancándome voy,
perforado por un taladro de pupilas,
a ras de piel.

[De Estado de sitio,
Premio de Poesía Aguascalientes 1971]

fine (1)
José de Jesús Sampedro (1950)

juega un escarabajo pelotero y tu ejemplo de
    gato
un abecedario se dispersa el muerto bebe una
    reverberación de su asombro ¿quién eres?
    trábate lengua
bonito muchacho que se amarra las agujetas
    sobre el poema
trompa de higo no habitas otro espacio
cuando te muestras ilegible un cometa panzón
    te rompe en esto
nuestra obstinación está presente
un seguimiento es también una continuidad atroz
pero yo diré     no conduce a todo
    tu ejemplo de gato
husmea y se va por su cuenta yo lo dejo
    yo no sé

[De un (ejemplo) salto de gato pinto,
Premio de Poesía Aguascalientes 1975]

Una fotografía antes pensada
Hugo Gutiérrez Vega (1934)

Pensada tantas veces,
construida en el sueño
y el presentido éxtasis,
ahora te haces carne
tendiéndote en el lecho
como un continente
apenas descubierto.
Estoy viendo tu cuerpo
conocido en el sueño,
y puedo fragmentarlo
para cantar sus muslos,
los pechos altos,
la entreabierta sonrisa del sexo,
la negra cabellera
destrozada en las playas de la almohada.

En el alimento de conocerte
crece mi hambre.
Sediento caigo a tu lado
y mi cuerpo surca la cama marina.
Afuera los pájaros
y la terrible aurora
que llega hasta tus pies,
deshacen el sueño
que hablaba de tu cuerpo.
La fotografía pálida
me repite tu nombre
en el arco de la madrugada.

[De Cuando el placer termine,
Premio de Poesía Aguascalientes 1976]

La mañana
Raúl Navarrete (1942)

Ha comenzado abril esta mañana, afirman
pájaros y mujeres. Los ángeles no vuelan más
y los dioses huraños abandonan las casas.
Se abren ventanas para que entre el calor.
Aunque es abril el año muerto aún no se ha
    marchado.
Eso pensamos todos. Su cadáver oscuro nos
    asfixia.
Vienen visitas, se acercan en la mañana clara.
Ya están aquí. Las mujeres conversan
en la cocina y en el patio recordando otros
    tiempos.
Se dan las manos un instante. La eternidad
cubre sus ojos y envuelve sus espaldas.
Alguien grita en la calle. Ha comenzado
abril, dicen los gritos, y nunca más se irá.
Retiremos el cadáver del año
porque eterna, encantada, esta mañana
    luminosa
jamás se acabará.

[De Memoria de la especie,
Premio de Poesía Aguascalientes 1977]

Casi a la orilla
Elías Nandino (1900-1993)

Para el poeta José Emilio Pacheco

Después de lo gozado
y lo sufrido,
después de lo ganado
y lo perdido,
siento
que existo aún
porque ya,
casi a la orilla
de mi vida,
puedo recordar
y gozar
enloquecido:
en lo que he sido,
en lo que es ido...

[Premio de Poesía
Aguascalientes 1979]

Desnudo
Antonio Castañeda (1938-2000)

Reclinada en el diván,
desnuda,
con la mirada detenida
en un tiempo
que esperas
te sea confortante,
tocas los hilos prodigiosos
que surgen de este invierno.
Mientras,
como otra piel,
una luz tenue
se extiende amorosa
por tu cuerpo.

[De Relámpagos que vuelven,
Premio de Poesía Aguascalientes 1985]

Guerra florida
Francisco Hernández (1946)

Para Raúl Renán

se miran a los labios fijamente
deponen las rodelas y los mazos
acarician sus largas cabelleras
intercambian destellos
y brazaletes de jade
se besan
se derrumban
combaten cuerpo a cuerpo
hasta que prisioneros
uno en el otro
sueñan que cambia
de color el viento

[De Mar de fondo,
Premio de Poesía Aguascalientes 1982]

Salutación de invierno
José Javier Villarreal (1959)

A Marco Antonio Campos

En el bosque de Camaloc los pájaros no
    cantan,
los árboles son guerreros muertos, hombres
    olvidados,
y en el viento no se oye otra cosa que el choque
    de las espadas.
Hoy en Camaloc el invierno es un guantelete que
    azota tu rostro,
una batalla inevitable que la sabes ya perdida,
la ausencia de tu Señor y el arrepentimiento de
    Ginebra.
Hoy caminas sobre la nieve en el camino a
    Winchester,
sobre los cadáveres, la ruina, el amor y la
    guerra.
Caminas —en un invierno que duele— sobre la
    historia de esta tierra.

[De Mar del norte,
Premio de Poesía Aguascalientes 1987]

VII
Elsa Cross (1946)

y mi corazón visitado por una
extraña vocal
SAINT-JOHN PERSE

El agua de la noche me habla al oído
me dibuja tu rostro desde su fondo impasible.

Alzamos lámparas
haciendo la oblación de nuestro ser.
El tiempo nace en nuestro abrazo.
En nuestro abrazo el tiempo revierte su flujo
mientras nosotros
            perdemos nuestros rostros
en las estribaciones de un sueño
cuyos límites no hemos alcanzado.

Una vocal desconocida zumba en mi oído,
jala hacia las bóvedas sutiles toda imagen.
Se detiene, se abre,
queda en suspenso su timbre móvil
subiendo hacia el silencio cada vez más agudo,
cerrándose
    hacia ese punto:
            compresión infinita
ojo voraz—
    desprendida de todo y devorando
el tiempo, devorando
todo lo que se acerca a su contorno.

[De El diván de Ántar,
Premio de Poesía Aguascalientes 1989]

Ars poetica
Fabio Morábito (1955)

Yo nunca tuve anhelos
de motorización,
es más, nunca pedí a mis padres
un vehículo,
hasta la bicicleta me aburría,
me limité a mis pies,
a mi sentido del cansancio.
Nunca he viajado rápido,
pero he viajado,
mis huesos cambian de dolor
cada cien metros
y nadie sabe como yo qué es un kilómetro.

[De De lunes todo el año,
Premio de Poesía Aguascalientes 1991]

Bajo el torrente
Juan Domingo Argüelles (1958)

Para mi madre
También para mi hija

Bajo el torrente matinal de mayo,
mamá nos dicta la jaculatoria:
San Isidro Labrador,
quita el agua, pon el sol.

Nuestro murmullo es nada
junto al canto del zinc:
redoble de la lluvia,
tambor interminable.

Tres días con sus noches
el agua entonará
su oración en las láminas.

Nosotros no sabíamos
que el Labrador oraba,
mientras manos de ángel
hacían su trabajo.

Pero al cesar la lluvia
y al abrir las ventanas,
el ángel era un pájaro
que agitaba sus alas.

[De A la salud de los enfermos,
Premio de Poesía Aguascalientes 1995]

Lector
Antonio Deltoro (1947)

Un yo que no es el del poeta en el poema me
    dice.
Un yo que no es el mío, repite estas palabras
    íntimas
y me lleva a un yo más silencioso y mejor
en versos pulidos en el tiempo por diferentes
    yos.
En la angustia de una noche de insomnio,
en el nerviosismo de una cita de amor,
repito estos versos hasta ser estos versos,
los repito una y otra vez,
no como alguien que recorre una y otra vez un
    pasillo;
estos versos son infinitos, pero no afiebrados,
ni ajedrezados, ni laberínticos;
no imitan el piso de un pasillo,
ni al llegar a la sílaba final se asoman a otra
    estancia;
son un vuelo por una soledad en calma;
estos versos se ensanchan, me ensanchan,
me llevan a una inmovilidad muy alta.

[De Balanza de sombras,
Premio de Poesía Aguascalientes 1996]

Memoria (fragmento)
Eduardo Milán (1952)

Podemos ser sagrados pero preferimos ser
    perfectos
o sea trágicos. Unas tremendas ganas de morir
repentinas como serpentinas en el carnaval,
    valga
la rima, caiga la carne. Tiempo del mundo
    estallando,
tiempo del jinete cayendo, tiempo presente, sin
    llanto.
Miedo a perder aun las lágrimas, amargas o
    agrias
y hasta alegres, cuando lo único que quieren las
    lágrimas
es irse de aquí a donde sea que vayan a dar, al
    Grial
según mi lógica, adheridas a la sal de ahí.

[De Alegrial,
Premio de Poesía Aguascalientes 1997]

II (fragmento)
Malva Flores (1961)

Un brote de clamor entre las piedras lisas.
La música en los cuencos del alma o acaso
la tendencia fabril de jacarandas produciendo
el azul.

El río baja serpeando aquí. Y allá, cerca del
    salto,
se transforma en jolgorio, en chispa de cohetes.
Es su costumbre florecer en abreviadas gotas:
chaparrón si se mira de abajo, a ras de liquen;
en ojos de cocuyo, si de noche se observa
la cascada.

Sobre el puente colgante de Teocelo una niña
se asoma.
El bies de su vestido perdiendo el almidón.
Las rodillas morenas sosteniendo
el precario equilibrio del espanto.

[De Casa nómada,
Premio de Poesía Aguascalientes 1999]

En cuál estepa
Jorge Hernández Campos (1921-2004)

El animal inacabado
ama el frenesí de su galope:
tantos instantes sucesivos de perfección
engarzados por la ansiedad

Caza furtivo de noche
escurriéndose como tinta
de constelación en constelación
Nadie apetece el don de su agonía

Pero de madrugada, junto al agua estremecida
es devorado por su presa
entre suspiros de insatisfacción

Le amanece cuando trabado de quijadas
admira las carencias de la aurora
y olfatea los hiatos de la brisa

A la luz y a la intemperie
la suave fiera busca el pomo de su ungüento
y se aparea con un almizcle evaporado
en otra bestia igualmente inacabada.

24 de junio de 1996

[Del libro ganador, sin título,
Premio de Poesía Aguascalientes 2001]

Contagios
Héctor Carreto (1953)

“La poesía aflora en ti
como en los nobles viñedos se multiplica la uva.
En cambio yo soy fértil redactando
    memorandos”,
me confiesas no sin envidia, Victórico.
Cierto, digo, ambos somos topos de escritorio.
Gozamos, sin embargo, de cinco minutos libres
    al día,
y en esos parpadeos,
en oscuros cubículos recibimos dulces visitas
que nos transmiten enfermedades incurables:
a ti te agasaja la popular Timoclea,
a mí me contagia la insociable Musa.

[De Coliseo,
Premio de Poesía Aguascalientes 2002]

Polvo
María Rivera (1971)

Polvo,
no te olvides de mi hora.

Todo eres tú, todo conviertes
a tu simple dictado:
la súplica del hielo,
la arquitectura del beso.

No me dejes sola cuando caiga
en la noche la lágrima del tiempo,

cierra tus labios en mi frente,
y estos pasos míos
ponlos en lo más hondo de ti
como un secreto:

la oscura certidumbre
de tu reino,
el oscuro sometimiento
de tu súbdita.

[De Hay batallas,
Premio de Poesía Aguascalientes 2005]

Canto (fragmento)
Mario Bojórquez (1968)

Ao pé d'um xardim
Pússeme a cantar
Por ela e por mim

 Ao pé das laranxas
Dixe mhã canço
De cor pombas brancas

 Ao pé d'um xardim
Pússeme a cantar
Por ela e por mim
HUGO VIDAL

 Dame, Señor, piedad para mí mismo
Y que mi obra te responda.
FRANCISCO CERVANTES

I

Con la pesada llaga ya sin cuerda en el cuello
Con el dogal vacío y la enhiesta pesadumbre
    que no implora ya más
Que no tunde ya el hueso carcomido, ni la
    visión postrera
Aquí cerca del junto
Me pongo a recordar muelles del aire donde
    atracó la sombra de otro tiempo
Me pongo a recordar y digo
Siete palabras sin brillo de cosecha para tu
    cruel memoria
Que allende el río
Donde la ciudad reposa con luciente escafandra
Donde soñé algún día volver para quedarme
Se van desvaneciendo los deseos
Y de mí sólo queda una vaga sustancia que no
    me nombra ya
Que no contiene todo el vigor, la lumbre de
    otro tiempo encendido.

[De El deseo postergado,
Premio de Poesía Aguascalientes 2007]

Los poemas aquí publicados son una muestra de la Antología del Premio de Poesía Aguascalientes, 40 años ( 1968-2007) realizada por el poeta Juan Domingo Argüelles, de próxima publicación en el Instituto Cultural de Aguascalientes.