Usted está aquí: martes 11 de septiembre de 2007 Estados “Toda la gente voló... todos”

Un juego de baterías descargadas salva a fotógrafo; ve morir a tres compañeros

“Toda la gente voló... todos”

Al menos cinco personas, en peligro inminente de fallecer a causa de las lesiones

Leopoldo Ramos (Corresponsal)

Ampliar la imagen Sobre la carretera Monclova-Cuatro Ciénegas quedaron algunos de los vehículos destruidos por un cargamento de explosivos que estalló el domingo a causa de un accidente vial Sobre la carretera Monclova-Cuatro Ciénegas quedaron algunos de los vehículos destruidos por un cargamento de explosivos que estalló el domingo a causa de un accidente vial Foto: Notimex

Ampliar la imagen Llegada de heridos al Hospital del Niño y de la Mujer en Saltillo, la noche del domingo. Hasta ayer, 30 de los 250 lesionados seguían graves Llegada de heridos al Hospital del Niño y de la Mujer en Saltillo, la noche del domingo. Hasta ayer, 30 de los 250 lesionados seguían graves Foto: El Zócalo de Monclova

Ampliar la imagen Peritos continuaban ayer con la búsqueda de restos humanos. La onda expansiva abarcó 1.5 kilómetros a la redonda Peritos continuaban ayer con la búsqueda de restos humanos. La onda expansiva abarcó 1.5 kilómetros a la redonda Foto: Notimex

Monclava, Coah., 10 de septiembre. Al periodista Jesús Meza González un descuido le salvó la vida. La noche del domingo, junto con otros tres reporteros de la fuente de seguridad pública, llegó al kilómetro 37 de la carretera federal número 30 a cubrir el choque de un tráiler cargado de explosivos y una camioneta, pero al pretender encender el flash de su cámara fotográfica se percató que las pilas estaban agotadas. Se detuvo para buscar las baterías de repuesto en su chaleco.

Mientras lo hacía pensaba en que sus compañeros lograrían las fotos más oportunas del accidente. En ese momento la carga del tráiler explotó. Meza alcanzó a tirarse en el pavimento y sobre su cabeza volaron pedazos de los cuerpos de sus amigos. Los cadáveres de David Herrera, reportero de El Zócalo de Monclova; Andrés Ramírez, de La Prensa, y Carlos Ballesteros, de El Tiempo, quedaron en fila, a un par de metros uno de otro.

Herrera terminó tendido boca abajo. En la mano izquierda sostenía su cámara digital y en la derecha el radiotransmisor donde escuchaba las frecuencias policiacas, las mismas a través de las cuales se enteró del accidente que llegó a cubrir, donde minutos después perdió la vida. Tenía 40 años de edad, dos hijas y había dedicado la mitad de su vida al periodismo, siempre interesado en asuntos policiacos y de problemática social.

Andrés Ramírez era el más joven. Tenía 23 años de edad y un día antes de morir nació su primer hijo. “Era muy amigable. A todo mundo saludaba y siempre estaba sonriendo”, recuerda el fotógrafo Fidencio Alonso.

Ballesteros murió a los 26 años de edad. Sus compañeros y amigos lo apodaban La Cone. Fue el primero en ser identificado por los brigadistas que acudieron al lugar del accidente.

Los tres forman parte del grupo de 28 víctimas del estallido.

Gloria López, de 45 años de edad, originaria de Monclova, estuvo a punto de morir junto con 10 integrantes de su familia con los que viajaba por la citada vía.

Entrevistada en la sala de espera de la clínica del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en San Buenaventura (municipio localizado a unos 15 kilómetros del lugar del accidente), contó que luego del choque el tráiler y la camioneta obstruyeron el paso. Bajaron del vehículo para ver el incendio que consumía ambas unidades. “Nos bajamos para ver el accidente, como toda la demás gente, pero nos arrimamos mucho a ver el camión ardiendo y de repente explotó. Toda la gente voló... todos. Fue una cosa horrible. Era mucha gente la que estaba ahí viendo; había periodistas tomando fotos y policías tratando de ayudar a los que estaban dentro de la camioneta, y fue cuando todo explotó. Yo iba casi mero atrás con mis dos nietos, pero delante de nosotras iban tres hijas mías y otra nieta, la mayor. A ellas sí las alcanzó la explosión. Las aventó y cayeron a un lado de la carretera.

“Gracias a Dios no les pasó algo muy grave; las tres tienen golpes. Dos de mis hijas están en este hospital. Mi otra hija está en uno de Monclova; tiene un golpe muy fuerte en la cabeza, pero nos acaban de decir que está fuera de peligro. A mi nieta la mayor se la llevaron a una clínica de Cuatro Ciénegas, pero parece que mañana la dan de alta”, relató.

El lunes por la mañana Eliud Acosta Ibarra, de 23 años, convalecía de golpes en la cabeza y de una lesión en las cervicales. Estaba hospitalizado en el hospital del IMSS en Monclova, adonde arribó inconsciente una noche antes.

Es habitante del ejido Celemania, frente al cual ocurrió el accidente, y, como muchos otros pobladores, acudió al lugar de la tragedia para ayudar.

“Estaba en la casa de mi abuela cuando oímos el choque. Volteamos a la carretera y vimos que había lumbre. Corrí para ver qué había pasado y cuando iba llegando algo explotó y la lumbre se avivó. Nos acercamos porque había personas adentro de la camioneta, pero no los pudimos sacar porque había mucha lumbre. Después llegaron los policías, las ambulancias y los reporteros, y cuando se iban acercando al camión y a la camioneta hubo otra explosión, pero ésta ya más grande.

“Salí disparado. La explosión me aventó pa’l monte, y dicen que me pegué con una piedra aquí en la parte de atrás de la cabeza. Yo no me acuerdo más que de cuando el camión explotó y ya no supe nada de mí, hasta que desperté aquí en el Seguro”, comentó.

Otro de los sobrevivientes es Martín Lozano. Mecánico, originario de Cuatro Ciénegas: viajaba al momento del accidente rumbo a Monclova porque le avisaron que una sobrina había enfermado.

“Iba en la troca con mi señora y quedamos en medio (del tráfico). Todos los carros y los camiones quedaron parados y a lo lejos vimos que algo se estaba incendiando. Muchas personas se empezaron a acercar al accidente, yo también quería ir, pero mi señora no quiso que la dejara sola en la camioneta; entonces nomás me bajé y ahí estaba cuando se escuchó la explosión. Todo el mundo corrió para donde nosotros estábamos y yo nada más sentí que algo me pegó en el cuello. Mi señora se asustó mucho porque me empezó a salir mucha sangre y cuando todo se tranquilizó yo mismo manejé la troca hasta el hospital”, recordó.

A Lozano lo alcanzó un pequeño trozo de vidrio de una de las ventanas del autobús que estaba estacionado delante de su camioneta. La onda expansiva destrozó los parabrisas de docenas de vehículos que quedaron en medio del congestionamiento.

El proyectil se le incrustó a un lado de la tráquea. Los médicos le quitaron el trozo de vidrio, le suturaron la herida y antes del amanecer del lunes pudo regresar a casa.

Sin embargo, este lunes permanecían hospitalizadas 52 personas, cinco de las cuales estaban a punto de morir. “Están mutilados y policontundidos. Algunos tienen fractura de cráneo”, señaló el secretario de Salud en Coahuila, Raymundo Verduzco Rosán.

 
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