Usted está aquí: miércoles 12 de septiembre de 2007 Opinión Isocronías

Isocronías

Ricardo Yáñez

Fragmentos de la canción/I

Una canción ni es sólo música ni sólo letra, sino un entretejido de ambas. Cuando la unidad se logra, cuando la sentimos indisoluble, es cuando tenemos verdaderamente una canción.

Gusto, probablemente sin razón, de expresar que los compositores cuidan sus canciones en la siguiente proporción: 65 por ciento para la música, 35 por ciento para la letra. Las cantidades desde luego son arbitrarias, pero grosso modo resultan difíciles de contradecir.

Hagamos una lista de canciones buenas, independientemente de los nombres de sus compositores: Tu voz, No me hallo, Basta de llamarme así, La barca de oro, Flor de capomo, Mundo matraca, Construcción, Ramona, Lili Marlene… ¿Qué tienen entre sí de común estas canciones? Aparte de la fortuna de contar con muy buenas interpretaciones, la característica arriba dicha: su letra y su música hacen unidad.

Esta unidad es lo que las hace memorables, memorizables con sentido.

Los buenos intérpretes pueden volver interesante una no tan buena canción (artísticamente interesante) y no hay buena –o mejor, excelente– canción que no encuentre su adecuado intérprete.

Pepe Buil, el cineasta, un día me preguntó:

–¿Te fijas cómo la gente cuando te ve en la televisión sí te ve, y cuando te ve a diario al parecer no?

Los medios de comunicación, al parecer, nos han incomunicado. Si no nos vemos (percibimos) como o en los medios, no nos percibimos. Tenemos que decir por la radio que amamos a Equis; si no tal vez no nos la crea(n), y lo importante es eso: no que amemos a Equis, sino que nos lo crea(n).

Tengo algunos amigos que se preocupan por el sentido de la vida. Dicho mejor, no tengo amigos que no se preocupen por el sentido de la vida. Y entre éstos muestro especial predilección –no preferencia– por los músicos, los que cantan, los que tocan, los que componen, los que marcan su itinerario vital mediante canciones. ¿Qué tanto acertarán? No lo sé. ¿Qué tanto se atreven a equivocarse? Es lo que importa.

El lado humano de la canción es el que defiendo y, por tanto, defiendo la voz emisora de la misma, tanto de quien la compuso como de quien la interpreta. No, no la defiendo, la exijo. Toda canción trae su propia voz, y ay de aquel intérprete que no en su voz diga la voz que la canción emite.

Pero ay también de aquella canción que no emita la voz, la más íntima voz, de un auditorio, del tamaño que sea, de la conformación que sea, pero vuelto unidad desde lo humano (entendemos lo humano como lo que muriendo sobrevive espíritu).

La canción reacomoda, cuando lo reacomoda, el inconsciente, y hace claridad en la conciencia. Lo demás es confusión. Sabrosa, reiterativa, chatarra. “¿A que no puedes comer sólo una?” Una buena canción, como el buen vino, impide el apuro. No se puede apurar, se degusta. Embriaga, sí, pero da lucidez.

 
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