Usted está aquí: miércoles 12 de septiembre de 2007 Opinión Guerras reales, recreaciones ficticias

32º festival de Toronto

Leonardo García Tsao
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Guerras reales, recreaciones ficticias

Toronto, 11 de septiembre. Varios documentales estadunidenses han surgido en los años recientes para denunciar los malos manejos y atrocidades de la guerra en Irak. Y si bien el género bélico ha tenido un auge por asociación, también han aparecido los primeros trabajos de ficción sobre dicho conflicto. Algunos se han exhibido en el festival de Toronto, como Redacted, la realización de Brian de Palma recién premiada en el festival de Venecia.

La película puede verse como un remake de su drama vietnamita, Pecados de guerra (1989), sólo que el realizador ha aumentado la dosis de pretensión. Si bien es un tratamiento ficticio de un hecho real –la violación de una adolescente iraquí y su posterior asesinato junto con el de su familia, por parte de unos marines– De Palma adopta el género de moda, el falso documental, para describir los hechos desde diversos puntos de vista: la cámara de video de un soldado hispano, el documental de unos cineastas franceses, la cobertura periodística de la televisión local, etcétera.

De Palma está tan desconectado de la realidad que ninguno de esos estilos de grabación ha sido recreado de manera convincente. Y su acostumbrado cinismo viene enmascarado de impostada indignación. Los culpables de los crímenes de guerra son unos nacos sureños cretinoides (blancos, por supuesto, no se iba a arriesgar a ofender a alguna minoría), mientras sus compañeros con conciencia son intelectuales que leen libros. No hay compasión por las víctimas ni un reflexión compleja sobre el estado de las cosas. Sólo un esquema demagógico con dejos morbosos. El cineasta denota tan poca ética que muestra lo que ni las televisoras han querido mostrar, la decapitación de un prisionero por parte de los insurgentes.

Redacted tiene a su exacto opuesto en Battle for Haditha, del inglés Nick Broomfield, que recrea la masacre de una veintena de civiles –hombres, mujeres y niños– a manos de un pelotón de marines, tras haber sido atacados estos por una bomba de Al Qaeda. El cineasta no trata de hacerse el ingeniosito con la forma, como lo hace De Palma: ésta es una ficción en tono documental –filmada también en video digital– y, si bien la película peca de cierto didactismo en sus diálogos, se cuida de representar también el modo de vida y las motivaciones de los iraquíes.

Conocido como documentalista algo tendencioso, Broomfield carga la mano en algunos momentos, pero la intensidad dramática de la media hora final justifica ese lado enfático. La justa conclusión es que tanto la población civil del país invadido, como la tropa estadunidense, han sido las primeras víctimas de la guerra inventada por la administración Bush.

La película francesa L’ennemi intime (El enemigo íntimo) aborda otra guerra colonialista, aunque ocurrida hace 50 años. Se trata de los esfuerzos del gobierno francés por evitar la independencia de Argelia, un episodio tan vergonzoso en la historia de Francia, que hasta 1999 se reconoció oficialmente como una guerra; por ende, han sido contadas las versiones cinematográficas del conflicto. La realización, de Florent-Emilio Siri, sigue la línea convencional de muchas otras películas bélicas: el idealismo de un nuevo teniente idealista (Benoît Magimel) choca contra el brutal pragmatismo de su experimentado sargento (Albert Dupontel), y lo que se escenifica es el gradual proceso de deshumanización de ambos.

En el campo de batalla, las bajas más evidentes son las certezas morales. La película hace bien en establecer a veteranos argelinos, condecorados de la segunda guerra, en bandos opuestos. La destreza técnica de Siri y la pertinencia del tema, por analogía, hacen de L’ennemi intime un válido comentario sobre la actual guerra de una potencia contra un país musulmán.

 
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