Usted está aquí: jueves 13 de septiembre de 2007 Sociedad y Justicia Fin a las deportaciones, pide a EU el hijo de la expulsada Elvira Arellano

De ocho años, Saúl encabeza marcha en el Congreso; hoy se reúne con su mamá en México

Fin a las deportaciones, pide a EU el hijo de la expulsada Elvira Arellano

Tiene que estar con ella; yo no puedo remplazar ese cariño, dice su tutora, Emma Lozano

Afp

Ampliar la imagen Saúl Arellano (centro), durante la marcha en el Congreso estadunidense para exigir el cese de las expulsiones Saúl Arellano (centro), durante la marcha en el Congreso estadunidense para exigir el cese de las expulsiones Foto: Ap

Washington, 12 de septiembre. El niño estadunidense Saúl Arellano, de ocho años e hijo de Elvira Arellano, la migrante mexicana deportada el mes pasado, viajará mañana a Tijuana para quedarse con su madre en México, tras pedir por última vez este miércoles el cese de las expulsiones, durante un ruidoso desfile por el Congreso en Washington.

“No hay remedio en este momento. El tiene que estar con su mamá. Yo no puedo remplazar ese cariño y los abrazos de ella”, declaró a Afp Emma Lozano, de la organización Pueblo Sin Fronteras de Chicago, tutora legal del niño desde la detención y expulsión de su madre, el pasado 19 de agosto en California.

Tras un acto en el Congreso estadunidense, donde este miércoles entregó una carta a la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, para pedir el cese de las deportaciones, Emma Lozano debía viajar en avión a Los Ángeles con Saúl “para luego ir en carro hasta Tijuana –el jueves– y entregarlo a su madre.

“Esto es lo que pasa: cuando se deporta a la mamá de un niño estadunidense (sin padre) se deporta a los dos”, lamentó Lozano, quien precisó que Elvira Arellano y Saúl dejarán Tijuana para instalarse en el estado mexicano de Michoacán.

Tras pasar por la capital, la migrante deportada se ha convertido en uno de los personajes emblemáticos de la lucha de los cerca de 12 millones de indocumentados por la regularización, que tuvo su apogeo el primero de mayo de 2006, cuando más de un millón de personas desfilaron por las calles de diversas ciudades estadunidenses.

Hace un año, tras recibir la orden de abandonar el país, la activista se refugió en una iglesia de Chicago. Las autoridades la detuvieron finalmente en las afueras de Los Ángeles, adonde había viajado para manifestarse en favor de los inmigrantes sin papeles.

En el Congreso, Saúl y una decena de niños, acompañados por un centenar de personas, desfilaron ruidosamente por túneles, escaleras y pasillos para llegar a la oficina de Pelosi y entregarle la carta. Dicha misiva, escrita en nombre de los menores separados de sus padres por las deportaciones, pide a la dirigente demócrata que “aunque en el contexto actual no pueda realizarse una reforma migratoria completa, hay proyectos delante de usted que nos protegerán de las redadas inhumanas e imperdonables, y de las separaciones”.

Al grito de “¡el pueblo unido, jamás será vencido!” y con alguna que otra camiseta del Che Guevara, los manifestantes cruzaron por los pasillos ante el atónito personal del Congreso, en estos días mucho más preocupado por la guerra en Irak que por la reforma migratoria que quedó bloqueada hace varios meses en el Senado.

Después de que entregaron la carta, la policía del Congreso intervino y detuvo a dos personas por “desorden”, informó la sargento Kimberly Schneider, aunque precisó que serán liberadas en las próximas horas.

Según un informe presentado en julio por la organización Human Rights Watch (HRW), las deportaciones en Estados Unidos de inmigrantes condenados, incluso residentes legales, expulsados a veces por delitos menores, separaron a más de 1.6 millones de familias en los últimos 10 años.

 
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