Usted está aquí: lunes 17 de septiembre de 2007 Cultura Malbarató el IPAB acervo artístico requisado a los bancos

De un total inicial de mil 932 piezas valoradas en 79 millones de pesos, recuperó 14%

Malbarató el IPAB acervo artístico requisado a los bancos

Difícil, el seguimiento del patrimonio porque el instituto bancario ha cambiado su clasificación

Actualmente reconoce 171 “obras de arte importantes”; sólo seis fueron donadas a museos

Mónica Mateos-Vega

Ampliar la imagen Un subastador muestra una de las obras recogidas por el IPAB y que salió a remate en agosto de 2001 en la galería Louis G. Morton Un subastador muestra una de las obras recogidas por el IPAB y que salió a remate en agosto de 2001 en la galería Louis G. Morton Foto: Marco Peláez

El arte también fue víctima del “error de diciembre” de 1994.

Un acervo inicial de mil 932 obras propiedad de los bancos que rescató hace una década el Fondo Bancario de Protección al Ahorro (Fobaproa), como consecuencia de la severa crisis financiera que afrontó el país, estaba entonces valuado en 79 millones de pesos, pero fue rematado en subastas públicas en unos 11 millones de pesos, apenas 14 por ciento de su valor.

Los datos con los que cuenta en la actualidad el Instituto para la Protección al Ahorro Bancario (IPAB) revelan, además, inconsistencias tanto en las cifras del dinero obtenido por la venta de ese patrimonio como en el número real de obras de arte que fueron objeto del proceso de venta de activos de Banco Unión, Banca Cremi, Banco Obrero, Banco de Oriente, Banco Promotor del Norte, Banpaís, Grupo Financiero Capital y Estrategia Bursátil Casa de Bolsa.

El propio instituto, en sus inventarios, cataloga a sólo 171 piezas como “obras de arte importantes (óleos, acuarelas, mixtas, litografías, mixografías, esculturas, etcétera)”, de autores como Rufino Tamayo, Juan Soriano, Carlos Mérida, Carmen Parra, Vicente Rojo, Luis Nishizawa, Manuel Felguérez, Mathias Goeritz y Francisco Toledo, entre otros.

Las siete subastas, en las que la mayoría de este patrimonio se remató a precios muy por debajo de su costo real, fueron organizadas por la galería especializada Louis C. Morton. La primera se realizó el 10 de agosto de 2000 y se vendieron 236 “unidades” en 4 millones 950 mil pesos. Las cuatro siguientes, efectuadas en 2001, recaudaron en conjunto 4 millones 161 mil 709 pesos; mientras que en 2002 se realizaron dos subastas cuyas ventas fueron de apenas de un millón 556 mil 260 pesos, de acuerdo con los datos que actualmente maneja el IPAB, los cuales no coinciden del todo con los informes anuales que en su momento presentó la propia institución.

El IPAB justificó la poca recaudación de dinero en su reporte de actividades de 2001 al señalar que durante ese año el mercado en el país para ciertos artículos “especiales”, entre ellos las obras de arte, “presentó un comportamiento inercial con las tendencias recesivas de la economía mexicana y del exterior, lo que desalentó la demanda. Este escenario errático provocó que en varios casos los valores arrojados por los avalúos no reflejaran las condiciones reales del mercado en el momento de las subastas”.

De las 171 “obras de arte importantes” que pertenecieron a los banqueros arruinados, sólo seis fueron donadas a diversos museos, luego de la intervención del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA), que declaró a las piezas monumentos artísticos e históricos para evitar que pasaran a colecciones privadas.

Se trata de dos cuadros de José María Velasco (Vista de Guelatao, 1889, y Paisaje de Vallenfreda, 1861, cuyo valor estimado es de 7 millones de pesos), así como un medallón con relieve de Emmanuel Tolsá, realizado en 1799 en calamina con baño de oro de 24 quilates, que fueron destinados al Museo Nacional de Arte.

El CNCA también “rescató” dos piezas de arte sacro del siglo XVIII y Retrato de mujer (1934), de David Alfaro Siqueiros, las primeras destinadas al Museo Nacional del Virreinato, según datos del IPAB.

El instituto informó a La Jornada que en sus instalaciones ubicadas en la Zona Rosa de la ciudad de México (un edificio en la calle de Varsovia y otro en Hamburgo), permanecen 399 obras pictóricas que “formaron parte del acervo de Bancrecer”, las cuales, en conjunto, están valuadas en 5 millones 675 mil 900 pesos.

De esa colección sólo el cuadro Río abajo, del reconocido pintor cubano Tomás Sánchez, está en “proceso de donación al Instituto Nacional de Bellas Artes”. El resto de las obras se encuentran colgadas en las diferentes oficinas del IPAB.

La colección Bancrecer está conformada por “199 reproducciones de carácter ornamental, 54 litografías y una serigrafía, así como 133 acuarelas, nueve óleos, una silicografía, un pastel y un acrílico originales”. En ese acervo se encuentran obras de Luis Nishizawa, Martha Chapa y Leonardo Nierman, entre otros.

Calderón bloquea investigación

Un reporte elaborado en el año 2000 por la Comisión para Investigar el Funcionamiento del IPAB (CIFIPAB), integrada por diputados de la 57 Legislatura, reportaba la existencia de un inventario de obras de arte propiedad de los bancos intervenidos que comprendía mil 932 piezas, cuyo “valor de registro” ascendía, “aproximadamente” a 79 millones de pesos.

Tanto la indagatoria, como la supervisión legislativas se vieron truncadas debido a que Felipe Calderón, entonces coordinador de la bancada panista, echó para atrás a la comisión investigadora, proponiendo sólo una subcomisión, que nunca pudo realizar su trabajo.

La CIFIPAB criticó entonces el hecho de que los inventarios de obras de arte de la banca intervenida se modificaran continuamente, lo cual dificultaba su supervisión.

Las mil 932 obras de arte de las que se habló en un principio estaban clasificadas en tres rubros: artículos decorativos con valor artístico, reproducciones y obras de arte. Luego, el IPAB hizo una nueva clasificación de ese acervo inicial: 171 “obras de arte importantes”, 934 obras decorativas “con valor artístico”, 607 artículos decorativos (carteles, reproducciones, tapetes) y 220 muebles (de las marcas Herman Miller, Chipendale, Alfonso Marina, Jorge Unna).

Otro inventario realizado en 2006 por el instituto, en el que se incluyen las ventas realizadas hasta esa fecha, dio un total de 2 mil 952 piezas. Hubo un aumento considerable en el rubro “artículos decorativos”, de 607 pasaron a ser mil 633.

En julio de 2007, ese inventario oficial, descontando lo que ya se ha subastado, indica que todas las obras “importantes” y los muebles se vendieron. Del valioso acervo que la banca intervenida puso a disposición del IPAB hace siete años sólo quedan 146 “obras decorativas con valor artístico” y 315 “artículos decorativos”.

La comisión para investigar el funcionamiento del IPAB estaba conformada en 2000 por los diputados panistas Fauzi Hamdan y Edgar Martín, los priístas Omar Álvarez, Guillermo Barnes y Juan José García de Quevedo, así como por Alfonso Ramírez Cuéllar y Jorge Silva Morales, del PRD.

Los legisladores señalaron que era problemático que los bienes por enajenar estuvieran distribuidos en 10 instituciones intervenidas, lo que implicaba negociar con 10 interventores, dos administradoras especializadas (en el caso de Serfín y Bancrecer) y 11 instituciones de la banca comercial.

Indicaron que la responsabilidad del control de los inventarios recaía en las propias instituciones bancarias y que el IPAB no contaba ni con los recursos ni con la infraestructura que se necesitaba para efectuar en forma directa la custodia y administración de los bienes.

La banca, sin control de sus activos

Además, afirmaron los diputados, “los bienes fueron valuados a precios muy altos, que no corresponden con los valores de mercado”, por lo cual concluían que “la banca intervenida no cuenta con un control suficiente ni con proyecciones acerca del valor real de sus activos y en muchos casos se sobrestima el monto de los activos y de su recuperación”.

Recomendaron entonces –sin que se haya dado seguimiento a su propuesta– que el IPAB debería instrumentar un programa integral de verificación de bienes de la banca intervenida, “que incluya una inspección física, su posesión, la acreditación de su propiedad, su valor comercial, su aseguramiento y el uso que se les ha dado”.

En esa época fue un secreto a voces que algunos banqueros, antes de declararse en bancarrota, ocultaron sus obras de arte más valiosas, para que estas no formaran parte de sus activos a subastar. Se dice, inclusive, que algunos se atrevieron a sacar del país piezas consideradas patrimonio nacional.

Lo cierto es que nadie volvió a ver las obras de arte después de las subastas que convocaron a un buen número de curiosos, más atraídos por el morbo de conocer las posesiones “artísticas” de banqueros como Carlos Cabal Peniche y Ángel Isidoro Rodríguez, El Divino, que por apreciar el trabajo de algunos de los pintores más importantes del país, como lo reconoció el galerista Louis Morton.

En el mejor de los casos, una parte importante del patrimonio artístico de México, adquirido en un principio para adornar las oficinas e inmuebles de los banqueros beneficiados por el salinismo, se encuentran ahora en colecciones privadas, no obstante que muchas fueron compradas con el dinero de los ahorradores.

 
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