Usted está aquí: lunes 17 de septiembre de 2007 Opinión Política y medios: decisión de fondo

Javier Oliva Posada
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Política y medios: decisión de fondo

Todavía en las elecciones federales pasadas, 11 por ciento de los electores decidimos nuestro voto con información impresa, mientras el resto –89 por ciento– lo hizo con los elementos que le aportaban la televisión y la radio. En el estudio preparado por el Instituto Federal Electoral también se daba cuenta de que, por cada peso recibido del presupuesto federal para los comicios del 2 de julio de 2006, 80 centavos se destinaron a medios de comunicación en general, de los cuales 70 fueron directamente a los electrónicos. De ese tamaño son los negocios y los compromisos que se establecían antes, durante y después de las campañas electorales.

Por lo que hace a la competencia electoral, los partidos políticos dejaron a un lado, como ha sido costumbre durante décadas, la formación de cuadros, la divulgación ideológica y de plataformas políticas, el desarrollo y pago de auténticas estructuras nacionales y. en suma, el establecimiento de procesos que apuntan hacia la profesionalización de la actividad política. En cambio, la improvisación, las ocurrencias, los compromisos circunstanciales se han abierto paso para que en las campañas electorales sean lo que dé sustancia a la búsqueda del sufragio. Los resultados han sido, además del envilecimiento de los contenidos en los mensajes de televisión y radio, un empobrecimiento de la política, cuyas consecuencias vulneran directamente las bases de la convivencia que debe propiciar la democracia.

La determinación en el Senado de la República es con mucho una aportación a la construcción de un proceso político que reclamará de los actores involucrados responsabilidad y, sobre todo, talante pluralista. Los comunicadores y analistas tendrán una parte central de esa delicada tarea, que en lo posible deberá mantenerlos atentos a los lugares sencillos de la descalificación o la revelación sensacionalista.

El trabajo periodístico también puede resultar beneficiario de una nueva etapa en las relaciones entre los partidos y los medios de comunicación. Si en su momento habíamos llegado a que “la imagen sustituye al mensaje”, ahora podemos retomar el camino de que “el mensaje refuerza la imagen”.

Al final del día, el impedimento a la publicidad de los partidos políticos y sus candidatos en los medios masivos, como son la televisión y la radio, también implicará mayor seriedad y viabilidad en las propuestas que se hagan a lo largo de las campañas. Muy difícil será mantener una posición de respeto y aceptación de la ciudadanía después de lograr el triunfo electoral si no se cumple con los ofrecimientos hechos. Esto, por supuesto, llevará a que los partidos políticos y los equipos de campaña cuiden en serio el patrimonio electoral en cada contienda para estar en condiciones, o bien de repetir el triunfo, o de evitar la derrota recurrente. A corto plazo, es decir, en las siguientes elecciones federales, las nuevas reglas implicarán una etapa diferente donde se espera que la mayor parte de los contactos con la población se hagan por las vías que cada partido político se provea.

Si bien las naturales resistencias de los propietarios de los medios electrónicos de comunicación encuentran su justificación en las sustanciales ganancias que perderán por la compra venta de los espacios de difusión, así como por la producción de los mensajes, aquéllas se verán compensadas por el proceso de maduración de la democracia y sus instituciones, donde ellos mismos también tendrán una papel importante a cumplir: difundir ideas, debates y propuestas.

La deliberación, entre las características de la democracia, es sin duda la que permite poner en evidencia la pluralidad y la disposición para aceptar la verdad de otros.

 
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