Usted está aquí: lunes 17 de septiembre de 2007 Opinión ¿La Fiesta en Paz?

¿La Fiesta en Paz?

Leonardo Páez
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Curro de los Reyes

A yer en la torera plaza La Florecita, en Ciudad Satélite, se llevó a cabo un festival taurino verdaderamente importante, no sólo por lo insólito de que la llamada sociedad civil todavía se baje a torear, y en ocasiones de manera extraordinaria, sino por la bravura del ganado que se lidió –Nuevo Valle, fracción de San Felipe Torres Mochas–, el torerismo de los alternantes, el merecido reconocimiento a José Murillo Alvírez y a Roberto Escalante, organizadores del primer festival en ese espléndido coso hace 40 años, y por la despedida como aficionado práctico de Curro de los Reyes.

Con una afición inculcada por su madre y sus tías, reforzada por las tardes dramáticas en que padeció la entrega del Güero Miguel Ángel, el sentimiento insoportable de Silverio y el arte desbordado de El Callao, este Francisco empezó a torear desde que su perra boxer le permitió emular las suertes que sus ídolos realizaban en la plaza y sus deberes escolares le daban respiro.

Y luego la teoría con el maestro Antonio Fajardo y sobre todo con Jorge González El Pastelero, personaje sacado literalmente de un libro que acabó atestiguando su matrimonio civil, y la tarde loca en que se le ocurrió tirarse de espontáneo en la Plaza México, y su debut de luces en San Luis de la Paz, y sus azarosas incursiones en chonadas, jaripeos y novenarios, toreando cebúes por pueblos de Hidalgo y Guerrero...

Y el dilema, a los cuatro años de casado, entre pagar la renta o pagar un novillo en la placita Ojo de Agua, donde además recibió su primera y única cornada, y el oportuno traslado y atinada intervención del doctor Pablo Pérez y Fuentes, y las apoteósicas tardes en que triunfó al lado de El Glison, y el apoyo incondicional de su esposa Carmela, a la que esta postrera tarde le dijo en el brindis: “por la bendición de tenerte y porque me has dejado ser”, y el respeto que le tiene Mariano Ramos y la admiración que provocó en El Pana la tarde que lo vio en Huamantla –“¡ah, cómo torea ese viejito!”–...

Y 10 años como torerillo de la legua y otros ocho como aficionado práctico, costeándose su afición en cada festival, y ser un torero de pellizco que con un detalle conectaba con el público, y por saber tocar las fibras íntimas de aficionados, y por recoger la mejor tradición del sentimiento mexicano al interpretar el toreo, en la línea de Silverio a Jerónimo, pasando por El Ranchero, El Callao y El Pana, con esa emoción para decir las suertes que rebasa la estética de los clásicos...

Y por haber tenido la satisfacción de alternar esta tarde con aficionados prácticos de la talla del ganadero Sergio Hernández Weber, Miguel Casanueva, Jesús Lara, Federico Garmendia, Juan Carlos Alvírez y Pedro Pinzón, y por la torería gozosa de saber hacer faenas en el ruedo y en la vida, cuantos hemos tenido la dicha de conocerte y de disfrutar de tu amistad, querido Curro de los Reyes, te agradecemos tu amor a la fiesta y tu respeto por el arte de torear. Amén.

 
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