Usted está aquí: viernes 21 de septiembre de 2007 Sociedad y Justicia Cuatro grupos de la UNAM, con peso para incidir en la elección de rector

La politización en la casa de estudios no siempre se ha dado en términos honorables

Cuatro grupos de la UNAM, con peso para incidir en la elección de rector

Rosa Elvira Vargas y Emir Olivares / I

Ampliar la imagen Los candidatos a dirigir la UNAM comienzan a hacer valer sus distinciones Los candidatos a dirigir la UNAM comienzan a hacer valer sus distinciones Foto: Archivo

Más allá del sistema que en cada ocasión elige la Junta de Gobierno de la UNAM para considerar candidatos y auscultar a la comunidad universitaria antes de elegir rector, al interior de la máxima casa de estudios estas épocas se viven en un ambiente de politización extrema aunque no siempre en los términos más honorables.

Así, la lucha de grupos gremiales, de poder académico y burocrático, apoyados generalmente desde el gobierno federal o por los partidos políticos, se manifiesta a través de cartas, desplegados periodísticos, libelos y hasta filtraciones a la prensa en la búsqueda de descalificar a los oponentes. Y claro, también los hay de apoyo.

Cuatro gremios, los científicos, los médicos, los ingenieros y los abogados, son vistos en la UNAM como los de mayor peso y capacidad para incidir en los procesos. Invariablemente uno o más integrantes de cada una de esas comunidades figuran en la lista de prospectos. Los interesados hacen valer sus relaciones personales, antecedentes curriculares, especialidades adquiridas, los grados, premios, distinciones y demás, para certificar la validez de su aspiración de dirigir la institución.

La siguiente es la historia sucinta de los procesos sucesorios desde 1984.

Jorge Carpizo, jurista

En diciembre de 1984, casi al finalizar la gestión de Octavio Rivero Serrano, pero aún con la intención y posibilidad de buscar la relección, apareció un documento firmado por 18 de los 21 directores de los centros de investigación existentes en ese entonces en la UNAM.

Lo enviaron a la Junta de Gobierno (JG). Básicamente contenía una fuerte crítica a Rivero Serrano considerándolo como un rector “carente de un concepto académico”, que en su gestión “renunció voluntariamente a la autonomía que le fue concedida” a la UNAM y que aisló a la institución en los ámbitos académicos y políticos en el sistema de enseñanza.

Entre los firmantes figuraba el entonces director del Instituto de Biología, José Sarukhán Kermez. El y sus colegas no ahorraban expresiones para impedir la relección de Rivero Serrano: “la UNAM entraría fatalmente en un proceso de degradación intelectual y moral, con consecuencias ciertamente irreversibles”, decían.

La historia no escrita sobre ese proceso sucesorio consigna, además, que la llegada de Jesús Reyes Heroles a la Secretaría de Educación Pública (1982-1984) allanó el camino al abogado campechano Jorge Carpizo McGregor a la rectoría, pues los unía una cercana amistad.

En esa ocasión también disputaron la rectoría el constitucionalista Miguel Acosta Romero, el médico Jaime Martuscelli y el ingeniero Daniel Reséndiz.

En su toma de posesión, el 2 de enero de 1985, Carpizo McGregor esbozó su proyecto de gestión en descentralizar la UNAM y se comprometió a impulsar una institución cercana a la sociedad y que entablara relaciones de “gran dignidad, de respeto mutuo y comunicación” con el Estado.

Dos años después, el rector Carpizo haría público su diagnóstico llamado “Debilidades y fortalezas de la UNAM”, con propuestas que llevarían entre 1986 y 1987 a una huelga encabezada por el Consejo Estudiantil Universitario (CEU).

José Sarukhán, científico

En 1988, Jorge Carpizo hizo pública su intención de no relegirse. Esto, luego de enfrentar el paro estudiantil que exigía, entre otras reivindicaciones, realizar un congreso universitario, a lo cual finalmente la rectoría accedió. Además, la institución vivió una huelga del Sindicato de Trabajadores de la UNAM (STUNAM) en pleno proceso de cambio sucesorio.

Para esa ocasión, la lista de aspirantes llegó a 47, aunque sólo 13 de ellos fueron citados por la JG.

Estos fueron: el doctor José Narro Robles, quien había ocupado la secretaría general en la administración de Carpizo; el ecólogo José Sarukhán Kermez, entonces coordinador de Investigación Científica; los directores de las facultades de Ingeniería, Daniel Reséndiz Núñez; de Medicina, Fernando Cano Valle; Ernesto Velazco León, de Arquitectura; de Contaduría, Alfredo Adam y Adam, y Arturo Azuela, de Filosofía y Letras.

Completaban la lista los directores de los siguientes institutos: de Investigaciones Filológicas, Elizabeth Luna Traill; Jorge Madrazo Cuéllar, de Investigaciones Jurídicas; Fausto Burgueño Lomelí, de Investigaciones Económicas; y de Física, Miguel José Yacamán; también, el entonces coordinador de Humanidades, Humberto Muñoz García; y el galeno Jaime Martuscelli Quintana, quien fue subsecretario de Salud en el sexenio de Miguel de la Madrid.

Aunque el STUNAM, los integrantes del CEU y otros grupos de estudiantes y académicos insistieron ante la junta que el periodo de auscultación se extendiera para que la comunidad universitaria tuviese mayor participación, la JG rechazó la petición y días después nombró a Sarukhán Kermez para el periodo 1989-1992.

El nuevo rector ofreció una universidad “fuerte, académica, plural y vigorosa”; prometió cumplir con la celebración del congreso, y propuso “academizar” a la institución como eje central de su administración.

La intención Sarukhán

En medio de la efervescencia política derivada de los resolutivos alcanzados en el congreso, José Sarukhán anunció su intención de relegirse. La UNAM vivió entonces un proceso nada sencillo y las acusaciones y denuncias entre los candidatos se volvieron tema recurrente.

Además, salieron a la luz malos manejos del secretario de Administración de la UNAM y colaborador cercanísimo de Sarukhán, Tomás Garza.

La denuncia fue formulada por quien era tesorero contralor de la institución, Jorge Parra. El episodio, que consignaba además daño patrimonial a la institución, fue conocido como el affaire Garza y contribuyó a enrarecer el ambiente en torno al proceso de selección de rector.

Integrada extraoficialmente por 18 aspirantes, la lista se redujo a cinco, pues la JG consideró que eran ellos quienes “reunían las condiciones para desempeñar el cargo de rector”.

Así, llegaron al final de la contienda el director de la Facultad de Química, Francisco Barnés de Castro; de Ingeniería, José Manuel Covarrubias Solís; Miguel José Yacamán, entonces director adjunto del Conacyt; José Narro Robles, secretario general en el primer periodo de Sarukhán y en esas fechas, secretario general del IMSS, cargo al que renunció para contender por la rectoría; y el propio Sarukhán.

En esta etapa, los conflictos entre quienes apoyaban a los distintos aspirantes y las descalificaciones entre ellos campearon con especial virulencia.

Sin embargo, las críticas a la gestión de Sarukhán robaron las planas de los periódicos. Sectores de la comunidad universitaria exigían que el rector respondiera a las denuncias contra su administración. Inclusive, directores de algunas facultades enviaron varias cartas a los 15 notables poniendo en duda los logros de que se ufanaba la rectoría.

Pero del mismo modo, desde la administración central se enderezaron las baterías –siempre de forma soterrada– contra quienes disputaban el cargo a Sarukhán. Fue el caso de las invectivas contra Miguel José Yacamán y el propio Narro Robles.

El 11 de diciembre de 1992, Sarukhán recibió la designación para permanecer cuatro años más al frente de la casa de estudios. Como ha ocurrido en otros casos, hubo versiones de que la JG fue “persuadida” desde Los Pinos (gobernaba el país Carlos Salinas de Gortari) para inclinar la decisión hacia el científico.

Al asumir por segunda ocasión la dirigencia de la UNAM, Sarukhán se comprometió a enfrentar de manera prioritaria los bajos salarios del personal académico y administrativo, el desequilibrio entre la docencia y la investigación, el desarrollo de las ciencias sociales y la burocracia al interior de la máxima casa de estudios.

 
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