Usted está aquí: domingo 23 de septiembre de 2007 Política A la mitad del foro

A la mitad del foro

León García Soler

La palabra como yugo

Ampliar la imagen El Presidente durante su reunión con los 300 líderes más influyentes el pasado 21 de septiembre El Presidente durante su reunión con los 300 líderes más influyentes el pasado 21 de septiembre Foto: La Jornada

Ante los 300, y algunos más, “líderes mexicanos” –conforme a la revista de ese nombre–, Felipe Calderón alzó la voz para cuestionar a quienes han tenido más posibilidades de desarrollo y hacer un llamado a superar la mediocridad. La deshonesta medianía, hubiera parafraseado algún crítico de la política del estancamiento, que tiene a millones de personas hundidas en la miseria.

Por un momento pareció revalorarse la palabra política; propuestas de una política social de Estado; liderazgo con equidad, justicia y libertad como objetivo. La voz de la razón y del interés público. Eso oyeron los selectos representantes de la oligarquía, meritocracia convocada a dejar atrás el ya merito, a “creer firmemente en México, a transformarlo y, entonces, sí nos llamaremos líderes de este país”. El valor de la palabra. A la misma hora en que se devaluaba por enésima vez a golpes de frivolidad foxiana, de incontinencia retórica y el retorno al Vaticano de la autodesignada pareja presidencial: un cargo en la Internacional de la vieja democracia cristiana como sayo de penitente, y en la foto de grupo con el papa Benedicto XVI, en la extrema derecha, Manuel Espino, en funciones de agitador con ánimos de golpista.

Por eso resonaron ecos de catilinaria en la censura presidencial a los enriquecidos en este país, “quebrado por el dolor de la injusticia y la desigualdad.” Y las vueltas a la noria: “¿Cuántas veces hemos perdido? ¿Cuántas crisis económicas en nuestro México reciente han mandado a más de la mitad de los mexicanos a la miseria otra vez? ¿Cuántas fortunas se han construido sobre la sangre y el dolor de esa mitad de mexicanos?” Origen es destino, decían los clásicos. Y reverdeció la higuera, reapareció Felipillo santo y la tribuna fue púlpito para citar los tres pecados del México contemporáneo: “Hacer política sin principios, hacer comercio sin moral y hacer oración sin sacrificio”. Amén.

El cardenal Norberto Rivera vuelve a la Catedral y condena a los políticos; el gobernador de Jalisco pone de rodillas al Congreso local y los diputados deciden otorgar un reconocimiento del Estado laico al cardenal Juan Sandoval Íñiguez por su terrenal aportación a la cultura. Pasos previos a los cortejos que habrán de concelebrar los 15 años de haberse establecido las relaciones con el Vaticano. No digo más para no invocar aquí a Carlos Salinas y la formación laica que el de Agualeguas, creyó, lo preservaría del baño con agua bendita. Origen es destino y en pleno resurgir de la clase política, de insurgencia de la clase empresarial, llegan noticias del imperio: Ernesto Zedillo ha sido designado consejero del panel de asesores externos de la Fundación Bill y Melinda Gates.

Esa es fortuna y no la de San Cristóbal Potemkin, cuyo honesto origen reivindican Vicente Fox y la presidenta de Vamos México. Que la heredó, dice el alto vacío. Pero antes de la transformación en Macabeo abajeño, el legado parecía ir a la fatalidad del dicho colonial: “padre encomendero, hijo caballero, nieto limosnero”. A ver si hay penitencia o penas legales para los pecadores enlistados por Felipe Calderón. Entre los 300 estuvo Eduardo Sojo, cuya sonrisa trágica parece reflejar el fracaso premiado con la continuidad en la alternancia. Cambiar todo, salvo la política suicida de la ortodoxia económica, neoconservadurismo ignaro como el de George W. Bush, quien declaró muerto a Nelson Mandela en panegírico a la invasión de Irak.

Cuentan los todavía amigos de Fox que el autor del elogio al analfabetismo “escribió un libro”, en el que critica a George W. Bush... a toro pasado. Quizá por eso inquietó a tantos que el Presidente callara ante los micrófonos de la globalidad en Canadá, guardara silencio durante el duro debate de la reforma migratoria en Estados Unidos, y en Monterrey proclamara que “donde hay un mexicano ahí está la patria”; que “los muros, las razias contra los nuestros atentan, sí, contra nosotros, pero también atentan contra la prosperidad de Norteamérica.” Endureció el tono en casa ante la afortunada presencia de Gabriel García Márquez, con Natividad González Parás como anfitrión y en plena cuna de la patronal, el oximorónico “sindicato de patrones”.

El precio del crudo superó los 80 dólares por barril en el mercado internacional y la mezcla mexicana los 63 dólares. Puestos de pie, impulsados por la tenacidad de Manlio Fabio Beltrones, los legisladores avanzaron en el nuevo régimen fiscal de Pemex. Pero, a pesar de la incipiente reforma fiscal, se imponen los miedos del inmovilismo, los del déficit cero, aunque la economía no crezca, ni la inversión ni el empleo y se multiplique la pobreza extrema. “A pesar de un entorno externo favorable, determinado por los altos precios del petróleo y el crecimiento de la economía de Estados Unidos, entre 2001 y 2005 México sólo creció 2 por ciento anual y el crecimiento per cápita fue de la mitad de esa cifra”.

Lo dice el reporte entregado por Axel van Trotsenburg, representante del Banco Mundial en México y Colombia: “Ningún progreso en México en los últimos 15 años”. Y ahora vamos a elogiar a los afamados 300 y algunos más de la floreciente oligarquía. El doctorcito Zedillo se puso al servicio de una empresa ferrocarrilera que él privatizó. Y ahora es reclutado por Bill Gates. Money, money, money. Por eso difundieron los medios de allá las imágenes deslumbrantes del ranchito del que llegó al Vaticano, con la mano de gato de El Yunque y un cargo en el inasible centro de la ultraderecha que acabará por hacerle imposible a Calderón capitalizar la capacidad de concertar acuerdos con la oposición plural.

Que se pregunten los dueños de los medios electrónicos concesionados qué llevó a PRI, PRD y PAN al acuerdo en la reforma electoral. Ser un grupo de poder real no equivale a integrar el poder constituido. Las reformas deseables, indispensables, ineludibles en la transición de un sistema a otro, al cambio de régimen, pueden ser buenos propósitos, pero la realidad impera. La nuestra es democracia representativa y no el gobierno de una junta de notables. En política, lo innecesario resulta el peor de los errores. Lástima, porque es mucho el poder mediático; no es de ficción el ágora electrónica.

Se necesita la aprobación a la reforma electoral de 16 de los 32 congresos locales. Van a sobrar sombreros, muchachitos, decía Pancho Villa. Oaxaca ya votó a favor. Y, de inmediato, el estado de México. Los avatares y distorsiones a lo dicho por Enrique Peña Nieto reflejan la confusión intencionada y el voluntarismo teñido de ingenuidad. Que encabezaría la oposición a las reformas y lo haría en aras de la gran inversión para difundir su imagen y madrugarle al futurismo, dijeron. En la Plaza de los Mártires, insistieron los reporteros: los gobernadores se oponen a la reforma, ¿qué opina usted?

“Que no es asunto de gobernadores, es asunto del Legislativo y del Constituyente Permanente, en el que participan las cámaras de los estados. Yo seré absolutamente respetuoso de la decisión que tome en el caso la Cámara de Diputados local y, finalmente, veremos cómo resuelven las 32 entidades donde habrá de someterse el documento que ya ha sido procesado justamente en el Congreso de la Unión.”

Dicho esto, el Congreso local aprobó la reforma. El valor de la palabra.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.