Usted está aquí: lunes 1 de octubre de 2007 Mundo “No podemos volver atrás”, mensaje de los monasterios

“La gente no puede seguir sufriendo; ya hemos perdido mucho”, dicen los monjes

“No podemos volver atrás”, mensaje de los monasterios

Rosalind Russell/ The Independent

Rangún, 30 de septiembre. “Así nos lleve un mes, un año o más, no nos detendremos. No podemos volver atrás”. Con la túnica roja alrededor de las rodillas mientras se mece en su silla baja, el anciano monje habla en voz baja, pero con determinación.

En los días anteriores ha visto cómo a muchos de sus compañeros budistas los han rodeado y se los han llevado durante la brutal represión del gobierno, que busca dejar sin oxígeno el fuego de la revuelta. Charcos de sangre manchan los umbrales del monasterio, y en la memoria persisten imágenes de monjes jóvenes, algunos de 15 años de edad, a los que les tunden la cabeza con cachiporras y cachas de rifles.

Pero en este prado arbolado y por ahora tranquilo, en el centro de Rangún, este monje, de poco más de 60 años de edad y que desea mantenerse anónimo, no quiere hablar de esas atrocidades, sino de las que ha padecido el pueblo birmano. Aquí los gobernantes se enriquecen con gas natural, madera, diamantes y rubíes mientras dedican a la atención a la salud menos gasto per cápita que casi cualquier otro país. La población vive en una pobreza más cercana a la de África subsahariana que a la de Asia.

“Como monjes, vemos todo lo que ocurre en la sociedad. Vamos a todas partes a pedir comida y vemos cómo vive la gente”, señala. “Sabemos que nos da aunque no tenga suficiente para comer, porque no hay trabajo y la vida es muy cara. También vemos cómo viven los ricos, cómo empeoran las cosas cada vez más.”

Y por eso insiste en que la lucha debe continuar. “Ya hemos perdido mucho y la gente no puede seguir sufriendo así. Conocíamos los riesgos antes de empezar. Está en nuestras manos: tenemos que llevar esto hasta el final, sea cual fuere.”

Dentro del monasterio, por ahora intocado por los militares, varios monjes se congregan en torno a un televisor, en apariencia concentrados en una exhibición gimnástica. Pero si se observa de cerca, lo que se escucha no es una narración deportiva, sino la Voz Democrática de Myanmar, que difunde reportes de periodistas exiliados en Oslo, Noruega. En esta forma los monjes pueden enterarse de la reacción actual contra la junta militar y de cómo el mundo no responde, pero cambian de inmediato al sonido original si algún espía militar se acerca.

Algunos monjes se refugian ahora en este templo, pues los que tenían han sido rodeados de alambradas y cerrados a la oración. Esos preciosos sitios religiosos tienen ahora el aspecto de campamentos militares. En vez del aroma del incienso que se quemaba en los cultos se percibe el tufo de las colillas rancias que tiran los soldados a la entrada.

Tin Shwe Maung (no es su nombre real), monje de poco más de 20 años de edad, evoca el momento en que los soldados irrumpieron en la resplandeciente pagoda de Shwedagon, el jueves pasado. El gobierno reconoce nueve muertos ese día, pero diplomáticos occidentales afirman que fueron muchos más.

“Yo estaba sentado con unos 30 monjes, orando en el lugar donde se encuentra el viejo Buda de bronce. La policía apareció de repente. Sin duda eran más de 100, tal vez hasta 200. Llevaban escudos antimotines, cachiporras y rifles con bayoneta, y se esparcieron por las instalaciones frente a nosotros; algunos golpeaban sus escudos y otros apuntaban con la pistola”, relata.

“Sin advertencia alguna se lanzaron contra nosotros, disparando hacia arriba de nuestras cabezas con balas de verdad. Algunos nos levantamos y corrimos, pero atraparon a muchos y los golpearon con sus porras y las culatas de los rifles. A uno le aplastaron la cabeza; tenía apenas 15 años, acababa de ingresar al monasterio.”

Después de medianoche hubo otra incursión, y a varios monjes se los llevaron en camionetas de la policía. “No los tienen en prisiones normales, sino en campos militares y de la policía. Hemos oído que apenas si les dan de comer y los tienen incomunicados”, continúa Tin Shwe. “Yo me hice monje por amor a la paz y a Buda; ahora tengo el corazón lleno de tristeza.”

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.