Usted está aquí: lunes 1 de octubre de 2007 Sociedad y Justicia Acepta Serrano Migallón interés por la rectoría de la UNAM

El director de Derecho basa sus aspiraciones en su trabajo realizado en esa facultad

Acepta Serrano Migallón interés por la rectoría de la UNAM

Niega ser conservador; confía en Felipe Calderón y defiende la ley orgánica de la institución

Rosa E. Vargas y Emir Olivares

Ampliar la imagen El director de la Facultad de Derecho, Fernando Migallón, durante la entrevista El director de la Facultad de Derecho, Fernando Migallón, durante la entrevista Foto: Yazmín Ortega Cortés

Con más de 40 de sus 62 años de vida vinculado a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Fernando Serrano Migallón basa sus posibilidades de obtener la rectoría “en el trabajo que he realizado en la Facultad de Derecho”. Rechaza ser un hombre conservador o de derecha y se ufana de no haber militado nunca en algún partido político.

Vicente Fox, como primer presidente opositor, le produjo una “altísima decepción”, pero a Felipe Calderón Hinojosa, dice, “por lo menos le veo una idea muchísimo más clara de lo que es el Estado y el gobierno, y de cómo hacer cosas”.

En marzo de 2008 Serrano Migallón finalizará su segundo periodo al frente de una de las facultades de mayor tradición en la UNAM. También doctor en historia y académico de número de la Academia Mexicana de la Lengua expresa: “creo que todos los universitarios queremos ser rectores por el altísimo honor que representa dirigir nuestra casa de estudios”.

Justa, la decisión de la JB

En su oficina de la facultad, donde el retrato de su maestro, el constitucionalista Alfonso El Chato Noriega, ocupa un lugar de honor, Fernando Serrano defiende la Ley Orgánica de la UNAM.

“A una ley hay que ponerla siempre en su contexto. La de 1945 es la tercera ley de autonomía que tenemos. La primera, del 29, daba una autonomía muy restringida: el presidente de la República seguía designando al rector, un representante del Ejecutivo (SEP) asistía a la sesión del Consejo Universitario y el mandatario podía vetar los acuerdos del consejo.

“En 1933 surgió una nueva ley que trajo muchos problemas a la universidad por asambleística. Tenía una estructura normativa muy endeble e hizo que entre los años 33 y 44 hubiera más de un rector por año. Fue una época de inestabilidad y de crisis. Entonces, unos ilustres universitarios encabezados por los maestros Castro y García Máynez le dijeron al (general) Manuel Ávila Camacho que había que cambiar la ley de la universidad, y él les pidió una propuesta. Le llevaron un proyecto que él convirtió en iniciativa y pasó a las dos cámaras. Fue aprobada en diciembre de 1944 y promulgada en 1945.

“Como toda ley, es perfectible. Fue hecha para una institución que debía tener entonces, a lo sumo, 20 mil estudiantes, y ahora son más de 270 mil”.

–¿Pero sigue siendo eficaz, operativa?

–¡Vea cómo funciona la universidad! Aunque haya puntos que pudieran ser mejorados o cambiados, la esencia del funcionamiento de la universidad está regulada por la ley y lo hace perfectamente. No la objeto. Es flexible para que se produzca de forma pacífica y tranquila la selección de las autoridades universitarias y establece filtros previos que hacen que quien resulta designado tenga aceptación en su comunidad.

Asimismo está persuadido de la justeza de las decisiones de los 15 integrantes de la Junta de Gobierno. Si llegan a equivocarse, acota, “no es por culpa del procedimiento, sino por alguna otra razón”.

No obstante que apenas el sábado, en el desayuno anual de ex alumnos de la Facultad de Derecho, Serrano Migallón fue públicamente candidateado por sus colegas para llegar en rector, un día antes, en la entrevista con La Jornada, aseguraba que no haría nada para apuntalar sus aspiraciones antes de la emisión de la convocatoria, la que se espera para dentro de una semana.

“Hoy simplemente estoy cumpliendo mis funciones de director y en principio tengo todo el interés, la voluntad de participar”.

Serrano Migallón da respuestas rápidas. Así, contra quienes ubican su principal respaldo en los llamados hijos del exilio español, él asegura que ningún grupo ajeno a la UNAM lo apoya.

Rechaza la existencia del Grupo Carpizo (por Jorge Carpizo, el ex rector). Sólo admite como normal que los integrantes de un instituto o facultad estén cerca de sus ex directores, “y más en una institución como la UNAM, donde no hay una fuerza para imponer y todo tiene que ser por convencimiento, por negociación y con la autoridad moral que da el cargo”.

Actuación de De la Fuente

–¿Qué proyecto enarbolaría?

–La universidad es básicamente académica. El proyecto tiene que ser académico y de investigación. Y cumplir con la legislación universitaria. Se ha logrado muchísimo.

–¿Le daría un voto favorable a la gestión del rector Juan Ramón De la Fuente?

–¡Sólo hay que ver la universidad! ¡Por supuesto que sí! Hay que recordar que él tomó la UNAM en un momento muy malo, después de 10 meses de huelga (en 1999). Primero hubo que recuperar las instalaciones físicas y, luego, la actividad académica y los temas complicados, que tomaron más tiempo e implicaron mucho esfuerzo para él y sus colaboradores, como componer el tejido social de la UNAM.

–¿Sustraería a la universidad de su función de incidir o criticar el entorno?

–La diferencia entre la universidad pública y la privada es que mientras todas tienen como finalidad formar profesionistas, las públicas deben, además, estar comprometidas con los problemas nacionales, con su solución, y participar en el análisis de la vida del país.

–¿Qué le hace falta a esta universidad?

–Muchísimas cosas. Con los recursos que tiene creo que sí ha cumplido el encargo y las expectativas de la sociedad. Hay que dar mayor calidad al bachillerato. En las licenciaturas hay programas de estudio obsoletos y que deben actualizarse. Y en los doctorados, con el nuevo reglamento creo que ya están actualizados. Pero estamos hablando de un universo en el que todo tiene que revisarse.

La designación de rector, insiste, debe verse a partir del proyecto y no de la personalidad de los aspirantes. Él se acoge a que la Facultad de Derecho “funciona perfectamente bien” y transcurre sin contratiempos con su nuevo plan de estudios.

–¿Cómo ve a los demás mencionados?

–Conozco bien y son amigos míos todos los que se han manejado en los medios de comunicación. Serían magníficos rectores.

“En estas decisiones puede pasar cualquier cosa dentro de lo lógico.

“Ahora hay una lista mínima de cinco y máxima de 10. Vamos a suponer que pueda aumentar en tres o cuatro más, pero creo que de ahí es difícil que se mueva”.

–¿Qué características debe reunir el rector de la UNAM?

–Primero, conocer la universidad. Yo llevo ligado a ella más de 40 años; ha sido la mayor suerte que he tenido en mi vida y nunca acaba de sorprenderme. También, el espíritu universitario: de tolerancia, de libre discusión de las ideas, de acuerdos, de toma de decisiones colectivas, de respetar a los órganos colegiados.

“Todos esos valores universitarios estuvieron en la universidad antes que en la sociedad mexicana. Creo que se debe actuar con esos valores, fortalecerlos y mantenerse como el impulsor de la sociedad mexicana que debe ser la universidad. Y gratuidad, por supuesto”.

–¿Es usted de derecha?

–No, para nada. Primero habría que definir qué es derecha: si se entiende por conservador al que no quiere que nada cambie y está contento con la situación del país ¡en absoluto!

“No estoy contento con la situación del país y creo que tendríamos que hacer todo lo posible por modificarla, fundamentalmente en sus condiciones de desigualdad”.

 
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