Usted está aquí: martes 2 de octubre de 2007 Sociedad y Justicia La disputa por la rectoría de la UNAM se dará entre elites

No veo ideas ni debate: el catedrático Álvarez Béjar

La disputa por la rectoría de la UNAM se dará entre elites

Rosa E. Vargas y Emir OLivares

Ante el déficit de legitimidad en la mayoría de instituciones del país, el proceso de cambio de rector en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) ha tenido un desarrollo inusual: genera consenso y legitimidad, señala Alejandro Álvarez Béjar, catedrático con 35 años de trayectoria en la Facultad de Economía y viejo luchador de izquierda.

Pero enseguida apunta una dura crítica a los actores de la sucesión. Como en el siglo XIX, “la UNAM está básicamente dividida entre liberales y conservadores, quienes han convertido a la institución en un espacio de concertación entre elites, donde se enfrentan los proyectos de control corporativo de las profesiones”.

En su opinión, la terna de la cual saldrá el nuevo rector está integrada por José Narro Robles, director de la Facultad de Medicina; José Antonio de la Peña, funcionario del Conacyt, y Rosaura Ruiz, secretaria de Desarrollo Institucional.

Señala que Narro Robles es quien tiene “mayor fuerza propia”, pues su trayectoria le ha permitido conocer la UNAM “de arriba abajo”. En tanto, indica, De la Peña es quizá el más sólido académicamente, debido a su paso por el Instituto de Matemáticas y por haber sido presidente de la Academia Mexicana de Ciencias. En el caso de Rosaura Ruiz, destaca su trayectoria en la universidad y su cercanía con posiciones de izquierda.

Frente a dichas personalidades, Álvarez Béjar señala que hacia el exterior de la institución se venderá la idea de una transición sin conflicto. Eso es muy importante, debido a que el país “está patas arriba, mientras aquí todo se ve tranquilo, en paz; se trata de un proceso democrático en el que se consulta a todos, por lo que el próximo rector saldrá de un proceso sin grandes sacudimientos”.

Habrá continuidad del proyecto

Afirma que si bien en la UNAM se realiza un importante quehacer intelectual, la estructura de poder se orienta a dar continuidad al proyecto vigente, diferenciado apenas por algunos matices.

“Salvo el hecho de expresar que debe mantenerse la orientación que dio De la Fuente, porque levantó el prestigio institucional, no veo grandes ideas en el debate; más bien todo mundo busca sumar a otras corporaciones, a las profesiones, o ver por dónde se alinean todos al final.”

En general, no desdeña la continuidad. “Cuando digo que hay que hacer cambios no quiere decir que el nuevo rector llegue pateando el tablero; me parece muy bien que la UNAM tenga reservas en el relevo del mando, sin grandes convulsiones.

“Pero el hecho de que eso ocurra por acuerdo de las elites no significa que todo esté en calma, pues la universidad tiene muchos espacios no atendidos y una problemática que no será resuelta en esta coyuntura”, precisamente porque se privilegiará el acuerdo de cúpulas.

Como una buena parte de los analistas, el doctor Álvarez no subestima la labor del rector De la Fuente, sobre todo a partir de 1999, cuando se vivió “esa crisis de imagen brutal de la UNAM que fue construida por el Estado, que la redujo sólo a unos grupúsculos intransigentes, dogmáticos, aguerridos y violentos”.

Señala que el proceso de reconstitución de la imagen universitaria “ha sido largo y con dos caras, porque si bien (De la Fuente) levantó a la UNAM, ese peridod sirvió también al propio rector.

“Hoy se ven más sus bondades porque recogió como propio un discurso generado en la comunidad respecto de la condición pública, laica y gratuita de la institución, con un fuerte carácter nacional y como parte central de un proyecto cultural de nación. En eso el rector ha tenido un papel muy importante.”

En ese mismo nivel ubica el cabildeo realizado en los años recientes para obtener mayor presupuesto, la defensa de los espacios universitarios y la necesidad de que se apoye a la educación y que no se vea sólo como negocio. Eso, insiste, no debe escatimársele a De la Fuente, sobre todo porque transitó de un ambiente polarizado y dividido a otro de trabajo y armonía.

“La otra parte”, señala Álvarez Béjar, son los grandes déficit internos: “no se ha puesto atención, por ejemplo, a la terrible brecha generacional del magisterio universitario; el sistema de estímulos que antes elevó la calidad de la educación hoy, en cierta medida, lo degrada, porque todo mundo está peleándose por los estímulos, las categorías y otras cosas”.

 
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