Usted está aquí: jueves 4 de octubre de 2007 Opinión Notas sobre nahuatlismos

Carlos Montemayor

Notas sobre nahuatlismos

¿Por qué la escritura es atípica en el caso de tzinco? Porque de acuerdo con todos los ejemplos enlistados hasta aquí, la pronunciación natural es chinco. No solamente hemos visto los anteriores ejemplos de continuidad de sentido en el vocablo tzintli cuando entra en composición con otros vocablos, sino también la permanencia de su valor como fonema palatal africado sordo, particularmente frente a la vocal i, como ocurre también en tzicli, chicle, tzípitl, chiple o tlacuatzin, tlacuache. En algunos casos, puede tratarse de una atracción por el numeral cinco y con la expresión aún común en el siglo XXI de unir y separar los dedos de una mano para expresar que hay “cinco poderosas razones para no atreverse a algo”, es decir, para señalar el fruncimiento del ano. Robelo, tan celoso de la aportación de nahuatlismos a la lengua española, pero tan discreto y apartado del uso de las voces obscenas, no quiso registrar chinco, sino cinco y zinco (lección XCIV), proporcionando, sin embargo, esta útil información: “Todavía los feroces maestros de la escuela de la primera mitad del siglo pasado (es decir, la primera mitad del siglo XIX, antes de la primera documentación del gitano chingarár como fastidiar o molestar) amenazaban a los discípulos diciéndoles: ‘Si no me das la lección te doy doce azotes en el cinco’”. Robelo registra “azotar el cinco” como dar azotes en las nalgas y “echar una chinana” como poner una calilla o supositorio en el ano. Apuntó que la expresión “parece que no le curaron el chincual” se dice de la persona inquieta y de la que gusta de andar en fiestas, y que “yo te curaré el chincual” equivale a la locución castellana “yo te curaré el alhorre”, que se usa para amenazar con azotes a los niños traviesos. Pensamos que las bases semánticas y el radical de la lengua náhuatl pueden explicar una amplia gama de las acepciones, usos y regiones donde la palabra chingar se vincula con “cortos de vestidos”, “fornicar”, “dar por el culo”, “pegar en el culo”, “fastidiar”, “doblegar”, y los derivados de excelencia o poder que alguien puede ejercer sobre los otros en los mismos sentidos de “dar por el culo” o “someter por el trasero a otros”.

Alatorre señaló que “dos cosas son de notar en la exposición de Corominas: primero, la falta de connotaciones ‘obscenas’, salvo el chingar del caló español; y segunda, la ausencia casi total de México, donde chingar no es voz de caló, sino de todo el mundo, y muy fuerte, muy polisémica y muy productiva (...) En todo caso, es un hecho que chingar y su familia son algo muy peculiar de México (...) Según una explicación que corre de manera casi subrepticia (...) la terrible palabra viene de tzintli o tzinco. Así, el significado primario vendría a ser no simplemente ‘fornicar’, sino ‘fornicar de manera nefanda’”.

Agreguemos un dato más, que puede ilustrar el recato de nuestros autores del siglo XIX ante esta voz polisémica y popular. En su México Peregrino, Victoriano Salado Álvarez recuerda que el geógrafo Antonio García Cubas presenció una discusión peculiar en la librería de Andrade, en la primera mitad del siglo XIX, a propósito de la palabra chingar. Lo valioso de la mención de Salado Álvarez es que aclara que el geógrafo aludía a ella como “la palabra H”. Releamos el pasaje de El libro de mis recuerdos, de García Cubas, sobre la tertulia en la librería de Andrade:

Dos de los concurrentes a la librería discu-tían acerca del origen de una palabra mal sonante muy usada por la gente baja del pueblo.

¿De dónde cree usted, señor don Fulano, preguntaba uno, que proceda la palabra H. de que abusan nuestros léperos, sobre todo cuando los ciega la ira?

Evidentemente, señor don Zutano, respondió el otro, viene del latín, y exponía sus razones.

No conformándose este último con tal opinión, expuso sus objeciones, continuando en tal virtud la discusión hasta que acertó a pasar por la puerta de la librería el Sr. Don Andrés Quintana Roo, a quien después de devolverle el saludo que desde fuera a todos dirigía, uno de los contendientes le repitió la pregunta susodicha:

Diga usted, señor don Andrés, ¿de dónde cree usted que provenga la palabra H?

¡De la pulquería! contestó el señor Quintana; y prosiguió imperturbable su camino.

La clave que proporciona Salado Álvarez sobre “la palabra H”, como eufemismo para chingar, resulta muy útil para la historia de esta voz en México. Primero, porque ha sido considerada “mal sonante”. Segundo, porque “los léperos” la usaban con largueza, y particularmente abusaban de ella cuando “los cegaba la ira”, lo cual nos resulta muy comprensible aún a los mexicanos de los inicios del siglo XXI. Tercero, porque Andrés Quintana Roo murió en 1851 y el pasaje lo describe en su condición de paseante; es decir, debemos situar esta discusión sobre la etimología de la palabra 20 o 30 años antes que el registro de Rufino Cuervo, que fue en 1867.

Por tanto, debemos decir que además de los sentidos del chingarár gitano como “disputa, riña o guerra, combate”; del chincana quechua como “taberna de gente baja”; del también quechua chinkai como “perderse, desaparecer”; del araucano chingolo, “especie de gorrión”, y chingue, mofeta o zorrillo, el chingar del mundo cultural náhuatl ayuda a completar y a explicar la riqueza polisémica con que el vocablo ha evolucionado en el español de México.

Texto del escritor, ensayista y traductor incluido en el Diccionario del náhuatl en el español de México, coordinado por el autor, que se presentará el 12 de octubre en el contexto de la Feria del Libro de la Ciudad de México

 
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