Usted está aquí: viernes 5 de octubre de 2007 Opinión Los marginados y la política

José Cueli

Los marginados y la política

Con el frío matutino y las lluvias torrenciales de esta temporada los marginados tuvieron que alimentarse de tamales de viento y atole de lodo para tener la cabeza más despejada, y cuando el sol salió por el horizonte se acostaron en su cama de polvo empedrado, y aprovechando el viento para jalar sin agua el polvo y la basura, ahorrando y dando muestras de solidaridad política de altura, al fin estaban purgados con cocimiento de hambre, flemas y desnutrición, cuidando que las lágrimas no les destemplaran los genitales, única defensa ante los ventarrones de la política.

Si las clases medias lloramos, a ellos no les queda más que la magia de rezar y suplicar, ¡qué ya, por favor!, en nombre de la llorona, sigan las pérdidas y el dolor, pero sin agregados ni reintegros de ventarrones y tormentas provocadas por los estadunidenses y sus crisis financieras, así como por los presidentes y ex presidentes de la nación.

Por de pronto nuestra percepción es que mientras más fregados, más enamorados de la llorona, vestida con su chal negro, en colores bordados hierbabuena, mandarina, granada y morado, que en la noche los cubre para que traguen sólo gradualmente las montañas de café con leche azucarada con piloncillo salitroso, mientras devoran ventarrones en camas de arena de piedra, en la cachonda promiscuidad en el cuartucho de un tugurio, de miles de tugurios.

Esto no es entendible por la lógica platónica, provocándose esa desagradable actitud de indignación moral que va unida a la cruda que nos marea y nos atonta. Los marginados proponen sus sensaciones y marginalidades como solución al problemita que enfrentamos. Los pensantes no las entienden, porque no aceptan, porque está mal visto en teoría política clásica, agitar la cuerda sensible, los márgenes, basados en la sucesión temporal, inasible. Las teorías son insensibles a la secreción de los jugos gástricos, al alboroto de las hormonas, al hambre y la desesperación.

Por eso Platón fijó la idea de una ciencia política organizada por la razón, ejecutada por pensantes, orquestada por inteligentes, dedicados a descifrar en abstracto las alturas de las ideas en la azotea de los pensamientos, buscando la definición de las políticas. Estas ideas mediterráneas orientadas hacia el norte, aplicadas por pensantes mexicanos han aislado a los de la Presidencia igual que a los marginados, al hambre, al terror y absorber toneladas de mierda moral cada vez más intensas por el impacto regresivo que ocasionan las pérdidas.

Ante el caos actual, por qué insistir en las políticas mediterráneas basadas en la razón, que consideran secundarios los afectos, las vivencias de los marginados y su opinión confusa, incongruente. Hoy que la inteligencia mexicana está derrotada, ¿no valdría la pena cambiarle y actuar sin planificar desde el afecto visceral, caótico, pero cálido, saliéndonos del encuadre de la obediencia ideológica que nos imponen los que sí saben razonar y planificar? ¿Para que seguir divididos entre una realidad sórdida y una teoría pretenciosa?

Nuestra entrega a las definiciones teóricas es proporcional a nuestro desprecio por el sufrimiento de los marginados. La cultura de los grupos marginados, nueva corriente política, intenta como puede, integrar una realidad sórdida con una teoría visceral igualmente sórdida que nos desorganice organizadamente. Habría, por tanto, que ponerles atención y escucharlos. Total, lo peor que puede pasar es seguir igual.

 
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