9 de octubre de 2007     Número 1

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada


Niños y la guerra en Chiapas

“Sus ojos no son como los de nosotros”

Con la nueva estrategia gubernamental de militarizar el país, por la supuesta “guerra contra el narcotráfico”, día a día la vida de cientos de niños, mujeres y hombres se ve trastocada por las fuerzas armadas con cuarteles y retenes fuera de sus casas. Para comprender qué significa esto, ¿quiénes mejor que los niños zapatistas de Chiapas? A 12 años de la entrada del ejército federal a su territorio, los niños y las niñas siguen expresando temor ante metralletas, tanques, helicópteros y soldados.

Desde la perspectiva de los niños de una cierta comunidad zapatista (que mantenemos aquí en anonimato), el llamado “retén militar” es un cuartel con pista de aterrizaje; barracas donde viven los soldados desde 1995, y puesto de control y revisión. Alrededor de él hay negocios clandestinos donde se vende alcohol y droga, algunas casas que alquilan cuartos para los turistas que llegan a pasear a la cascada y casas de prostitución administradas por gente ajena a la comunidad.

“Los guachos (soldados) viven ahí, ahí lavan, se bañan, juegan cartas” ROLANDO 11 AÑOS.

“Todas las noches ponen música, se ponen bien bolos (borrachos). Mi papá apaga la luz para que no sepan que estamos despiertos y quieran molestarnos” PATI 9 AÑOS.

“Cuando paso con mis hermanas y los soldados se están bañando, nos gritan para que los veamos, nos invitan a bañarnos con ellos (…), nosotras corremos” LETICIA 12 AÑOS.

“Traen a sus mujeres, son como sus esposas, pero cada semana cambian” ROSA 12 AÑOS.

Algo que vale la pena resaltar sobre el retén militar es que las tropas federales se renuevan cada mes, al parecer para que no crezca un lazo afectivo con las comunidades. Los niños hablan de estas diferencias de una manera muy particular, por lo que dicen sus mayores y por lo que ven:

“Dice mi abuelito que antes los guachos venían de comunidades pobres, ahora vienen de la ciudad” BETO 11 AÑOS.

“Los guachos son muy grandes, sus ojos no son como los de nosotros, parecen ciegos” SEBASTIÁN 10 AÑOS.

Cuando llegó el ejército a la comunidad, en 1995, los soldados venían de Chiapas, Oaxaca o Guerrero, situación que les permitía una cierta identificación con la gente, lo que provocó que hubiera muchas deserciones. Un abuelo nos contó que “los primeros soldados, capitanes incluso, se despidieron antes de irse y hasta les pidieron perdón”. Sin embargo, desde 1998 los militares que llegan a ocupar el cuartel son de estados del norte, como Chihuahua, Sinaloa, Sonora, cuyas diferencias culturales y físicas son tan marcadas que no existen puntos de relación.

“Cuando llegaron los soldados, nos tuvimos que ir a la montaña; mi mamá dice que estuvimos allá arriba como una semana, yo era tut alal (bebé) todavía, por eso tenía miedo y lloraba mucho; fue en febrero, hacía mucho frío” CRISTINA 11 AÑOS.

“Cuando llegaron hacía mucho viento, volaban aviones bajito, bajito; traían tanquetas, ametralladoras, disparaban al aire; todos corríamos, los priístas se encerraban en sus casas; nosotros nos tuvimos que huir a la montaña, nos querían matar” JULIÁN 12 AÑOS.

“Cuando regresamos de la montaña, dicen que mis abuelitos lloraron, los soldados quemaron todo, construyeron el retén en los solares de mis tíos porque sabían que éramos zapatistas y ahí siguen en nuestras tierras” JUAN MANUEL 11 AÑOS.

“A mi tío lo persiguieron los perros, unos perros negros que los soldados soltaban todas las noches. No podíamos salir de nuestra casa, ni encender velas, ni hacer ruido” MIGUEL 11 AÑOS.

“Antes de que llegaran los guachos, dice mi abuelito que tranquilo caminabas por la montaña, no había carretera; sí pues, se necesitaba la carretera para sacar los costales de café, pero no se necesitaban soldados” BETO 11 AÑOS.

A pesar de que para muchos niños el retén y los camiones militares forman parte del paisaje de su comunidad, son un referente de agresión al que no pueden acostumbrarse.

“Yo estaba muy chiquito, pero me acuerdo que para ir a la milpa teníamos que caminar mucho por un camino largo de tierra blanca, finita (…) y los soldados ya estaban ahí, apuntando con sus armas” ROLANDO 11 AÑOS.

“Cada mes cambia la tropa, llegan un chingo de camiones llenos de soldados; cuando pasan mi hermanito Milo se asusta y se esconde en la leña” JOSUÉ 9 AÑOS.