Usted está aquí: viernes 12 de octubre de 2007 Política El posneoliberalismo será anticapitalista, no socialista

Entrevista a emir sader, secretario ejecutivo del consejo latinoamericano de ciencias sociales

El posneoliberalismo será anticapitalista, no socialista

Debe ampliar las formas de comercio justo y solidario

La lucha contra esa tendencia hegemónica está presente en Venezuela y Ecuador. Y en Bolivia combina sublevación popular con solución política institucional; pretende un Estado multinacional, multiétnico

Luis Hernández N. / II y último

Ampliar la imagen Los movimientos populares son los grandes protagonistas de la resistencia al neoliberalismo, afirma el sociólogo Emir Sader Los movimientos populares son los grandes protagonistas de la resistencia al neoliberalismo, afirma el sociólogo Emir Sader Foto: tomada del sitio http:www.ufmg.br

Emir Sader sostiene que de los tres grandes monopolios existentes en América Latina –el de las armas, el del dinero y el de la palabra– el más grave es este último, porque lo integran familias oligárquicas y “las redacciones de sus periódicos –asegura en la segunda parte de la entrevista con La Jornada– son dirigidas de manera totalmente autocrática y creen ser el lugar para decidir quién es demócrata y quién no lo es”.

Sociólogo de profesión, profesor de las universidades de Sao Paulo y del Estado de Río de Janeiro, dirige la revista América Libre. Su obra, inscrita en la tradición del pensamiento crítico de inspiración marxista, ha jugado un importante papel en la nueva visión de la realidad continental.

Autor del libro La venganza de la historia, es también coordinador, junto a Ivana Jinkings, de una ambiciosa obra: Enciclopedia Contemporánea de América Latina y del Caribe. El trabajo, publicado por la Editorial Boitempo, surgió de la necesidad de rescatar el continente, después de que políticas y concepciones neoliberales convirtieron a sus países en meros campos de inversión y especulación. Recibió el premio Jabuti, otorgado por la Cámara Brasileña del Libro al mejor volumen de ciencias humanas del año.

En la introducción de este libro, el sociólogo brasileño menciona dos etapas históricas que marcaron a escala internacional el reconocimiento de Latinoamérica, en el año de 1967. Una trágica, la otra gloriosa: la muerte de Ernesto Che Guevara y la publicación de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. Por tanto, explica, el proyecto del continente se perfila como una lucha de resistencia contra el neoliberalismo y el rescate de América en todas sus dimensiones históricas, culturales, políticas, económicas y sociales.

Emir Sader vivió directamente la derrota y la represión del movimiento popular brasileño en los años sesenta y, exiliado de su país natal, el golpe de Estado contra Salvador Allende en Chile. Años después, en Cuba, se involucró en la construcción de nuevos procesos sociales. Las reflexiones sobre los avatares del topo latinoamericano que comparte con La Jornada están alimentadas por esta larga travesía.

A continuación, la segunda y última parte de la entrevista:

–¿Cómo caracterizar el modelo que se está construyendo en Venezuela y en Bolivia?

–De posneoliberalismo. Nadie puede afirmar que la hegemonía capitalista ya no existe en Venezuela. Pero allí se está luchando por el posneoliberalismo.

–¿Hacia dónde apunta el debate sobre el socialismo en el siglo XXI? ¿Hacia la construcción de un modelo diferente? ¿Hacia la recuperación de conceptos que habían quedado en desuso para reflejar realidades que no le corresponden?

–Corresponde a la necesidad de definir una etapa histórica. Las antiguas estrategias de reformas promovidas por las izquierdas han quedado atrás. También la de la guerra de guerrillas. Las luchas de resistencia al neoliberalismo, al pasar de la lucha social a la política, han forjado una nueva estrategia para la izquierda del continente.

“En América Latina comienza a construirse un posneoliberalismo. La historia siempre se hace por vías heterodoxas. Está presente en Venezuela y Ecuador, pero, sobre todo, en Bolivia. Combina sublevación popular, con solución política institucional, pero busca refundar el Estado, construir un Estado multinacional, multiétnico.

“Este proceso fue posible gracias tanto a la crítica al economicismo de la izquierda tradicional, que reducía lo indígena a lo campesino, como a la capacidad de liderazgo de Evo Morales, que ha permitido asumir la lucha de los cocaleros, vincularla a las costumbres de los pueblos indígenas y articular una plataforma de lucha nacional con potencial hegemónico. Otra condición fue la capacidad de análisis y elaboración teórica del grupo de intelectuales de La Comuna. Ellos constituyen lo mejor que tenemos hoy en día en el pensamiento crítico latinoamericano.

“Este posneoliberalismo difícilmente será socialista, pero sí puede y debe ser anticapitalista. Debe y puede ensanchar la esfera pública en todas sus formas de existencia. Debe ampliar las formas de comercio justo y solidario, de la economía solidaria.”

Protagonistas de la resistencia

–Los movimientos sociales en América Latina han tenido una actitud desigual ante la política institucional. ¿Cuál es su perspectiva sobre la relación entre ellos y los gobiernos progresistas?

–Los movimientos populares son los grandes protagonistas de la resistencia al neoliberalismo. A partir de un momento se planteó el tema de la hegemonía. Y allí, muchos movimientos no estaban preparados para enfrentar este reto. En Ecuador el movimiento indígena delegó en un candidato su proyecto y terminó sintiéndose traicionado. Otros desarrollaron una línea antinstitucional sin tener alternativa.

“La dificultad con los movimientos sociales es que, en muchos casos, no logran construir opciones políticas. Allí está el caso de Argentina, con todo lo nuevo que significaron los piqueteros, las asambleas. Frente a la elección la consigna predominante es ‘que se vayan todos’. No se fueron y se corrió el riesgo de que llegara Menem.

“No se puede movilizar a la gente todo el tiempo. Cuando los movimientos sociales no logran constituirse en fuerza política, si no establecen nuevas formas de relación entre la esfera social y la esfera política, pierden la posibilidad de poseer capacidad hegemónica. Tienden o a quedar subordinados o a aislarse. La autonomía es fundamental para defender los intereses del pueblo, de la masa, pero no es absoluta. La política tiene un momento institucional y si se le rehúye, si se insiste en preservar su autonomía como una categoría absoluta, si se oponen autonomía y hegemonía, los movimientos se relegan y pueden adquirir rasgos corporativos.”

–¿Está la intelectualidad latinoamericana retrasada en su trabajo de elaboración teórica en relación con la riqueza de esos movimientos populares y de reformas estatales?

–La nueva emergencia del topo latinoamericano toma a la intelectualidad desubicada, sea por cooptación, sea por desánimo, o sea porque se encuentra atrapada en una división técnica del trabajo. En América Latina hay simultáneamente una crisis de hegemonía y una crisis teórica. Muchas de las viejas categorías con las que pensaba la izquierda tradicional no sirven para analizar la nueva realidad. Muchos de quienes han pensado la nueva situación trabajan fuera de la universidad. No quiero ofender a nadie.

El monopolio de la palabra

–¿Qué papel juega hoy la concentración de los medios de comunicación en las transformaciones sociales en curso?

–Nuestra lucha es contra los tres grandes monopolios: el de las armas, el del dinero y el de la palabra. Frente al monopolio de las armas estamos construyendo la integración regional de manera multipolar. Frente al monopolio del dinero avanzamos rompiendo el monopolio neoliberal.

“Pero el más grave es el monopolio de la palabra. Está integrado por familias oligárquicas que delegan por herencia la propiedad de las empresas a sus hijos y sus nietos y creen tener el derecho de dictarle lo que debe ser. Las redacciones de sus periódicos son dirigidas de manera totalmente autocrática y creen ser el lugar para decidir quién es demócrata y quién no lo es.

“En los países de Latinoamérica existe una desigualdad brutal. En Brasil, por ejemplo, se reproducen los bienes materiales y espirituales de la manera más concentrada del mundo. Se trata de una dictadura que homogeneiza la información que divulga.

“Hechos tan importantes como la Operación Milagro, médicos latinoamericanos nacidos en familias pobres formados en Cuba, que son elementos de desmercantilización, es decir, de democratización –democratizar significa desmercantilizar–, son ocultados, no se habla de ellos, se les oculta.

“Vivimos en la mentira del silencio. Las peores mentiras son las que niegan la existencia de lo que no se quiere que se conozca. Eso lo hacen quienes tienen el monopolio de la palabra. Y el combatir ese monopolio es central.”

 
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