Usted está aquí: sábado 13 de octubre de 2007 Opinión Reflexiones sobre la transición en la UNAM

Alejandro Frank

Reflexiones sobre la transición en la UNAM

Se han iniciado semanas de análisis y discusión en la Universidad Nacional y en muy diversos ámbitos de nuestro país. Para los universitarios, el cambio de estafeta en la rectoría de la institución educativa más importante del país es tema obligado en todas las conversaciones. El 5 de octubre el doctor Juan Ramón de la Fuente, rector de la UNAM desde los turbulentos sucesos de 1999, presentó ante la comunidad un somero análisis de sus ocho años al frente de la máxima casa de estudios, marcados por su consecuente y férrea defensa de la enseñanza pública. Los logros de De la Fuente son ampliamente reconocidos por la comunidad académica y por la sociedad en general. La universidad ha podido salir del gran bache del 99 y volver a alcanzar el lugar que le corresponde en el sistema de educación superior y de investigación de México.

Más allá de clasificaciones internacionales y considerando el criterio particularmente relevante de lo que una institución educativa representa para un país en términos de sus aportaciones culturales, científicas, artísticas y sociales, la UNAM es probablemente la universidad más importante del mundo. La historia del siglo XX en México es impensable sin las contribuciones de los universitarios a la medicina, las ingenierías, las humanidades, las ciencias, las artes y nuestra propia identidad nacional. Es importante reconocer, por ejemplo, las aportaciones al sistema de salud, la arquitectura, la ingeniería de suelos y la química mexicana, pionera de nuestras industrias; nuestros antropólogos, historiadores y escritores, cronistas de la historia nacional y regional y defensores de nuestra identidad; los científicos naturales: matemáticos, físicos, biólogos, ecólogos, fisiólogos y muchos otros que han colocado a México en el mapa de la ciencia mundial; los impulsores y los artífices de la artes, la música, la pintura y la danza y, en general, a los grandes investigadores, creadores y pensadores de este país.

El rector De la Fuente supo entender la creciente importancia de la educación superior pública como mecanismo fundamental de equidad y excelencia educativa, preceptos que no se excluyen y que se sustentan en la igualdad de oportunidades, la creatividad y la inteligencia, materias primas de la labor de los universitarios. Sin embargo, como él mismo ha manifestado, se trata de “un proyecto siempre inacabado, siempre mejorable, prodigioso y generoso, criticado y elogiado, polémico y diverso, pero siempre académico”. En los albores del siglo XXI debemos redoblar esfuerzos para no descuidar ninguna de las importantes tareas que le ha tocado jugar a la UNAM.

El próximo rector de nuestra universidad no podrá cumplir con esta enorme responsabilidad si no logra constituirse en el líder de un esfuerzo colectivo para continuar y acrecentar el papel fundamental que la UNAM juega en nuestra sociedad. Deberá tener claridad de miras y buscar consensos para que, independientemente de su especialidad académica o de los grupos que impulsan hoy su candidatura, pueda ser rector de todos los universitarios. México vive tiempos de gran polarización. En este contexto y dado el importante peso específico de la máxima casa de estudios en el país, la persona que la encabece ahora deberá dar muestras de una gran pluralidad, convocando a todos los sectores, llamando al diálogo e impulsando con firmeza la colaboración entre los universitarios para alcanzar sus metas. La diversidad de opiniones y la discusión abierta y libre para dirimir las discrepancias define la universalidad que le da nombre a nuestra institución.

Requerimos de este liderazgo y de la convicción clara y valiente de que la educación, la ciencia y la cultura, unidos a un espíritu democrático y humanista, pueden seguir transformando a la UNAM y a nuestro país.

Instituto de Ciencias Nucleares, UNAM

 
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