Usted está aquí: lunes 15 de octubre de 2007 Opinión Ciudad Perdida

Ciudad Perdida

Miguel Angel Velázquez
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¿Qué será de los ambulantes?

Su reordenamiento no fue la solución ideal

Y los automovilistas y el comercio formal, ¿cuándo?

Nadie, que no sean los directamente afectados, podría condenar el exilio de los ambulantes del Centro Histórico de la ciudad de México. El acuerdo entre esos comerciantes y Marcelo Ebrard será uno de las más importantes que se hayan logrado en los recientes 20 años. Lo que ahora hay que preguntarse es cuál será el destino de esas 15 mil cabezas de familia que, extirpadas de la calle, harán lo que no saben hacer: el comercio formal.

El remedio no fue lo ideal, si así hubiera sido, antes que el desalojo, la economía debería haber reaccionado para dar empleo seguro a los vendedores ambulantes, que dedican su tiempo a esa actividad, también, porque nadie les ordena cumplir con todas las obligaciones a que está sujeto un comerciante, como por ejemplo, llevar la contabilidad del negocio.

La vocación de los vendedores de la calle no es necesariamente el comercio. Entre los que venden sólo hay una coincidencia: no tienen otra forma de subsistir, pero entre ellos hay quienes pasaron buena parte de la vida en el aprendizaje de una tarea que no han podido cumplir.

La economía formal desechó a licenciados de muchas disciplinas, y a muchos no les dio siquiera la oportunidad de mostrar qué tan aptos podrían haber sido para desarrollarse en el campo al que los llevó su vocación. Algunas encuestas advierten que 85 por ciento de los ambulantes con estudios universitarios, nunca logró colocarse en un empleo relacionado directamente con su vocación.

Otros, la gran mayoría, no tuvieron la oportunidad de permanecer en las aulas por un buen lapso, o ni eso, pero el ambulantaje cubrió la inmensa falla del sistema, y les ofreció un pedazo de banqueta para que pudieran subsistir en un mundo que les negó casi todo.

Es verdad, el Centro Histórico de la ciudad de México luce su hermosura sin los parches de colores, sin la estorbosa costra. Hay quienes dicen que hasta se respira un aire diferente, pero lo que debe quedar claro es que la medida cumple con una ya vieja consigna de la derecha: limpiar el corazón del DF.

Y más que eso, llevar a los desiguales al plano de la igualdad administrativa. Por ahí, un funcionario de poco seso del gobierno capitalino explicó que de lo que se trata es de que esos vendedores paguen impuestos, es decir, ponerlos en una situación de quiebra virtual porque, por si no lo sabe el funcionario, los ambulantes, casi todos, se surten con créditos que pagan conforme venden. No tuenen capital, sus compras son mínimas y sus ganancias, por tanto, apenas alcanzan para la subsistencia.

No se trata aquí de defender el ambulantaje, que también es pasto seco para el crimen organizado, sino de explicar que este fenómeno pertenece a uno de los capítulos más crueles del capitalismo salvaje, al que no le basta con marginarlos sino que pretende su aniquilamiento.

Y si lo que busca el gobierno es obtener mayor recaudación de impuestos, habrá que decirle que va rumbo al fracaso. La magia del ambulantaje, por así describirlo, es que su oferta tiene que ver, casi siempre, con las necesidades inmediatas del peatón, que compra al paso, sin querer invertir mucho tiempo o dinero, pero con la idea de satisfacer su urgencia.

Esa dinámica está rota. Con toda seguridad las ventas disminuirán, y el sueño absurdo de la gran recaudación tornará en pesadilla, pero eso sí, el Centro Histórico estará libre de una de las grandes vergüenzas del sistema neoliberal, y como dijo aquel, se podrá respirar aire más limpio aunque a otros se les acabe el oxígeno.

Pero en fin, el problema real no se ha terminado, apenas y se le quiere ocultar. Ojalá y los turistas extranjeros que vienen a dejar divisas en su visita al centro, sean suficientes para crear los puestos de trabajo que requieren los que fueron echados a la calle.

Y lo más grave, ¿a qué deberán dedicarse los 70 o 120 (no hay una cifra precisa) lideres de las organizaciones que se han formado durante más de dos décadas, y cuyo capital es, nada más, los vendedores excluidos de las oficinas o las fábricas?

Así, lo único seguro en este inmenso problema es que no hay soluciones mágicas, y que con o sin vendedores sobre las banquetas, las razones del ambulantaje subsisten, y eso es lo peligroso.

De pasadita

Sería bueno que si se piensa en serio en un nuevo Centro Histórico, la intención fuera a fondo, y de una vez por todas se cerrara a los automovilistas y se reordenara el llamado comercio formal, que tampoco es maravilloso. Eso sería muy valioso para el DF.

 
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