Usted está aquí: lunes 15 de octubre de 2007 Opinión Habla Óscar Hagerman

Elena Poniatowska/ II

Habla Óscar Hagerman

Óscar Hagerman escribe, aunque no lo hace de una manera sistemática. “A veces, cuando me piden que dé una charla, empiezo a pensar y luego a escribir. Siempre he tenido una libreta. Ésta, de cuero, muy bonita, me la trajo Doris de Venecia.

“Los proyectos no están nunca solos, siempre tienen un entorno, los acompaña un paisaje, una situación económica, una cultura, las costumbres de cada gente.

“Creo que he sido un arquitecto muy feliz, y esto es lo mejor que le puede pasar a uno de su trabajo profesional.

“Estudié en la Escuela Nacional de Arquitectura de la UNAM, que tanto quiero, y tuve la suerte de tener estupendos maestros como Félix Candela, José Villagrán García, Mathias Goeritz y sobre todo a José Luis Benlliuere.

“En mi trabajo me han acompañado personas estupendas, quienes me apoyan en los proyectos. Siento que mi trabajo ha sido útil para mucha gente.

“Tengo amigos, ahijados y compadres por toda la República, quiero mucho a México y a su gente, en realidad me siento parte de este maravilloso país.

“He trabajado cerca de las personas pobres, de los campesinos, ellos me han enseñado a comprenderlos un poco y admirarlos mucho.

“Llevo mucho tiempo colaborando junto con Doris en el Cesder (Centro de Estudios para el Desarrollo Rural), estamos muy orgullosos de pertenecer a ese equipo de personas que creemos que las cosas pueden mejorar.

“Con Mariana Yampolsky recorrí durante muchos años la República y las personas del campo nos hablaron de sus viviendas, de sus alegrías, anhelos y tristezas.

“He tenido la suerte de trabajar con las comunidades indígenas, que me enseñaron su modo de ver la vida y el sentido del trabajo comunitario.

“Fui maestro de varias escuelas de arquitectura y diseño y traté de enseñar lo que aprendí en mis años de trabajo. Es por todo esto que me considero un arquitecto muy afortunado.”

Caminante, el arquitecto Óscar Hagerman descubrió el mundo rural. “México te abraza. Su gente te enamora”. Por eso dejó la ciudad, sus casotas, sus edificios, su polución sus calles atestadas de anuncios y de mercaderes, sus grúas y sus trascabos con sus letreros de perdone usted las molestias que le ocasiona esta obra y se fue detrás de la silla que iba volando hacia San Francisco Ixtlamaxtitlán y San Andrés Yahuitlalpan.

–Y después de la silla, Óscar, ¿vinieron las preciosas cajitas como la que acabas de traerme, que dices que son parte de un diseño prehispánico?

–Ese proyecto es de una cooperativa de señoras en San Andrés Yahuitlalpan, en la sierra de Puebla, donde vivimos Doris y yo. Se había perdido la tradición de la artesanía en ese pueblo, que antes hacía tejidos, y empezamos a trabajar esas cajas con ellas. Llevamos a unos amigos huicholes muy hábiles para trabajar la chaquira y les hice un sencillo diseño de círculos remetidos. Las señoras se concentraron en meter la chaquira en esos círculos y me fascinó ver cómo cambiaba su lenguaje y su actitud ante la vida. Se volvieron propositivas. El huichol, por tradición, hace primero las figuras y después va rellenando los fondos con chaquira. En su pueblo, los huicholes hacen círculos con el corazón de la palma para adornar su iglesia, también hacen cruces de palma que clavan en los bordes de los manteales. Mis círculos se parecen a unas flores prehispánicas. Y las señoras empezaron a estilizarlas. Les gustó porque era lo que ellas estaban acostumbradas a ver. También tomé ideas de un pequeño pueblo arriba de la montaña que se llama Colhua, cerca del antiguo Temaxcaltitlán, en el que vivía un gobernador otomí, Tenamaxcuitle, quien tenía un centro ceremonial muy hermoso. Cortés habla de él en sus Cartas de relación, porque cruzó ese pueblo cuando llegó a México. En Zautla, el gobernador otomí Tenamaxcuitle lo invitó a conocer su palacio. Todavía se conservan pirámides, el mismo pueblo está construido con piedras de las pirámides. Hasta hace muy poco se hizo un camino para subir en coche porque hace 10 años sólo se podía llegar a pie.

“Las casas tienen techos de láminas, pero los muros, valiosísimos, son de piedras prehispánicas grabadas. Una de estas piedras fue esta flor formada por cuatro círculos que tomé para el diseño de las cajas que ahora se venden en muchas tiendas para beneficio de San Andrés Yahuitlalpan.

“Siempre trato de relacionar el mundo de la gente con lo que propongo.”

He hecho más escuelas que casas

–He hecho más escuelas en las zonas rurales que casas en México. En Guaquitepec, en los altos de Chiapas, hice una escuela rural, una secundaria, una preparatoria y también una clínica. Después en San Jerónimo Tulijá, en Chiapas, sobre el río Tulijá, construí una biblioteca y me encantó porque el dinero lo consiguieron unos alumnos de una preparatoria de Suiza. Todo el año hicieron bailes, funciones de teatro, rifas, kermeses y reunieron lo suficiente para construir esta biblioteca. Hice los planos y supervisé la construcción.

“He construido escuelas en la sierra de Puebla con el proyecto del Cesder, en el que trabajo hace más de 30 años, y es una alegría ver a los egresados hasta de licenciaturas triunfar y regresarle lo que han recibido a su comunidad: cooperativas, un pequeño banco, centros para que los niños jueguen, bibliotecas infantiles y otros proyectos que nos tienen encantados y orgullosos a Doris y a mí.

“Lladró de España dio dinero para ayudar a mil 500 productores de alfarería. Ahí también intervino la Universidad Autónoma Metropolitana en la eliminación del cobre del esmalte de las piezas de barro y logramos un centro de capacitación.

“Yo creo que es una obligación que los profesionistas den preferencia a los problemas más grandes. Si hay un problema de salud, los médicos deben participar para resolverlo. En el caso de los arquitectos, poder planear las construcciones que necesita la gente humilde es parte de nuestro compromiso.

“En la zona de Zautla, donde está San Andrés Yahuitlalpan, todo nos ha salido bien y hemos seguido asesorándolos. El INI me pidió hacer un albergue en el pueblo de Mexquitic, San Luis Potosí; también hice una secundaria en San Miguel Huestita, Jalisco, una comunidad muy pobre donde las niñas juegan y se les ve correr con sus grandes faldas tirándole a la pelota. Ahí también hice un albergue.”

 
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