Usted está aquí: miércoles 17 de octubre de 2007 Opinión Habla Óscar Hagerman

Elena Poniatowska/ IV y última

Habla Óscar Hagerman

Al principio de su carrera, en los años 60, Óscar Hagerman diseñó una línea de muebles para niños: la silla Arrullo, la línea Cariño y la cama Gepeto. También hizo la primera mesa para computadora de D.M. Nacional y todos ahora en La Jornada tenemos más o menos la misma. Se arma en el momento de la entrega, al igual que la silla Tlalli, que fue un diseño en el que con un solo casco se podían armar las distintas sillas usadas en una oficina.

Carpintero, ya que él mismo sabe cortar, darle forma y pulir la madera, Hagerman también ha impartido cursos de carpintería, diseño y hasta mercadotecnia. Así lo hizo en la sierra Gorda de Querétaro. Hoy día sigue observando a los habitantes de los pueblos que visita, pero también lo sabe todo de los materiales.

–Mira, yo admiro al arquitecto José Villagrán García, porque hizo muchísima obra social. En su época, los arquitectos hacían hospitales, escuelas, centros deportivos, casas de interés social. Él hizo el Instituto de Cardiología Ignacio Chávez, en Tlalpan, y hay que ver la generosidad de sus espacios. En Cardiología tú ves las salas de espera y están sentadas las señoras de las Lomas al lado de campesinos de lugares perdidos de la República.

“En su arquitectura, Villagrán García trataba con una gran dignidad a la gente humilde. Los cuartos son iguales para los pobres y los ricos. Creo que esto se ha perdido mucho, porque el arquitecto trabaja poca obra social.”

Viajes con Mariana Yampolsky

“Con Mariana Yampolsky recorrí la República durante más de cinco años, desde Coahuila con los kikapús hasta el sur de Chiapas y Yucatán. Cuando veíamos una casa que nos llamaba la atención nos deteníamos a hablar con la gente y preguntábamos qué era lo que les gustaba y les disgustaba de su casa, y ellos nos contaban su vida.

“La gente tiene sus penas, los hijos se han ido a Estados Unidos. Hablaban de lo difícil de su vida y también de su casa, e hicimos cientos de amigos porque nos trataban como parte de la familia. Sentados en la cama, los niños llegaban a sentarse a nuestro lado y también intervenían, porque perdían la timidez y nos abrazaban.

“Mariana tomaba unas fotos, yo tomaba otras, hacía yo apuntes de la casa para levantar los planos, maquetas, y entrevistábamos a la gente y logramos la exposición Casas acariciadoras, que es una frase de los mismos campesinos, porque un pescador de Punta Mita, en bahía de Banderas, Nayarit, nos dijo que su casa era acariciadora porque cuando llegaba el viento pasaba a través de ella, lo acariciaba y se sentía muy bien.

“Allí habían nacido sus hijos: era su hogar. Aprendí muchísimas cosas con Marianita, y creo que también las aprendimos juntos de la gente. Para mí estos viajes fueron algo muy importante en mi vida.

“En términos generales, te diría que creo que hay necesidades físicas y necesidades emocionales que el arquitecto debe tomar en cuenta. Las físicas son bastante más sencillas de captar, pero las emocionales tienen que ver con la identidad, con el mundo que buscas, y son tan importantes como las físicas o más.

“Lo maravilloso de la arquitectura es esa posibilidad de ayudar a crear pequeños mundos que armonicen con las personas. Tú aquí en tu casa tuviste la fortuna de crear tu propio mundo con el retrato de tu mamá en un campo de narcisos como ella se soñó, los cojines bordados entre los cuales está uno de AMLO, la pintura blanca de los libreros y los muros cubiertos de libros. Ese es tu mundo. Cuando hay armonía entre el mundo arquitectónico y cotidiano y la gente se siente bien, se va generando una fortaleza, una energía que te va a acompañar toda tu vida. Creo que la arquitectura es primordial. Hay muchos otros aspectos de la vida que son importantes, pero la arquitectura contribuye a la armonía de tu vida, y por eso el arquitecto necesita conocer a la gente.

“La exposición Casas acariciadoras recorrió toda la República, los museos de Antropología, el Amparo de Puebla, el de Arte Moderno de Oaxaca y otros recintos. Luego viajó a Holanda, Portugal, La Habana y después a Sudáfrica y Marruecos. Bajo cada fotografía puse un texto con palabras de los campesinos con quienes hablamos y he visto que los espectadores se emocionan al leerlas. Inclusive vi gente llorando porque lo que dicen es estremecedor.

“Las personas se desarrollan ellas mismas y así también los países. Es imposible desarrollar a otra persona o país desde afuera. Todo lo que podemos hacer es asistir en el proceso si ellos nos lo piden que así lo hagamos.

“Tengo un amigo que dice que la educación es como subir a una montaña donde se amplía el horizonte y puedes ver el mundo. Doris y yo hemos conseguido becas para muchachos. Son buenas las becas, una oportunidad muy grande, pero si no coinciden con lo que ellos realmente esperan de su vida, no funcionan. Lo único que puedes hacer es apoyar, ampliar su visión para que tengan más posibilidades, pero si tratas de imponerte, fracasas, porque tienen otras expectativas. Tú tienes una visión de la vida que seguramente no coincide para nada con la suya.”

Por lo visto, además de humanista, el arquitecto Óscar Hagerman es filósofo.

 
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