Usted está aquí: lunes 22 de octubre de 2007 Opinión La “excomunión” de Hidalgo

Guadalupe Jiménez Codinach*

La “excomunión” de Hidalgo

En días recientes, han aparecido en la prensa escrita comentarios de periodistas y políticos en el sentido de solicitar al Vaticano o a las autoridades eclesiásticas correspondientes en nuestro país que se “levante la excomunión” a Miguel Hidalgo y Costilla. Esto con motivo de la proximidad del bicentenario del inicio de la lucha que más tarde desembocaría en la Independencia de México.

Lamentablemente, la propuesta anterior refleja un desconocimiento de hechos anteriores a la muerte de Hidalgo y posteriores a ella. A continuación menciono los más significativos:

1. En octubre de 1810, casi un año antes de la muerte de los primeros caudillos insurgentes, el cabildo de la catedral de Valladolid (hoy Morelia) nulificó el edicto de excomunión promulgado por el obispo electo don Manuel Abad y Queipo, por cierto amigo de don Miguel Hidalgo y Costilla.

2. Por esa razón, Hidalgo y sus compañeros de lucha, aprehendidos en marzo de 1811 y encarcelados más tarde en el Real Hospital Militar de la Villa de San Felipe Real de Chihuahua, instalado en el edificio del ex colegio jesuita, no tuvieron problema alguno para confesarse y recibir la comunión varias veces antes de ser fusilados.

3. Miguel Hidalgo y Costilla fue fusilado a las siete de la mañana el 30 de julio de 1811. A su cadáver se le cercenó la cabeza para colocarla, junto con las cabezas de Ignacio Allende, Juan Aldama y Mariano Jiménez, en las esquinas de la Alhóndiga de Granaditas en la ciudad de Guanajuato, lugar donde ocurrió la masacre del 28 de septiembre de 1810. Esto para escarmiento público.

4. El cuerpo decapitado de Hidalgo fue recogido por los religiosos franciscanos del convento de San Francisco, cercano al Real Hospital Militar, el mismo día del fusilamiento, con el propósito de velarlo esa noche y sepultarlo al día siguiente frente al altar de la capilla de San Antonio de dicho convento. Esto no hubiera sido posible de haber estado Hidalgo excomulgado.

5. En 1821, los trigarantes de Agustín de Iturbide quitaron las cabezas que habían sido colocadas en la Alhóndiga de Granaditas para celebrar honras fúnebres en honor de esos héroes patrios en la iglesia de San Roque en la ciudad de Guanajuato, algo que hubiera sido imposible si hubiera seguido vigente la excomunión de Hidalgo.

6. En 1823 se ordenó reunir las cabezas y los cuerpos de los cuatro principales caudillos fusilados y decapitados en Chihuahua para trasladarlos, con honores y responsos celebrados en diferentes iglesias situadas a lo largo del camino a la ciudad de México, para ser depositados, asimismo con honores y responsos, al pie del Altar de los Reyes en la Catedral de México. Estas acciones no hubieran podido ser realizadas de haber estado en vigor la excomunión de Hidalgo.

Los restos mortales de estos dirigentes permanecieron en la catedral metropolitana hasta su traslado a la Columna de la Independencia en 1926.

Es pertinente recordar que el cuerpo de una persona excomulgada no puede ser enterrado en terreno sagrado, como se hizo con el cuerpo de Hidalgo; tampoco podría haber sido objeto, como lo fueron los restos mortales de este caudillo, de honras fúnebres, de responsos y de misas celebrados en varias iglesias. Es por lo tanto innecesario solicitar al Vaticano la anulación de la excomunión de Miguel Hidalgo.

Más que preocuparnos por una excomunión inexistente, sería mejor centrar nuestra atención en la celebración de una fecha única y de gran significado histórico. El porfiriato preparó el centenario del inicio del movimiento de independencia con años de anticipación y procuró concentrar sus esfuerzos en la construcción de obras de trascendencia social, como escuelas, puentes, caminos y hospitales (La Castañeda es un ejemplo de esto último).

A nuestra generación le ha tocado celebrar el bicentenario de la gesta que llevó al país a su independencia. La celebración puede hacerse de tres maneras que no están reñidas entre sí: mediante actos y discursos públicos fundamentados en investigaciones recientes, cuyo objeto sería hacer conciencia de la trascendencia de un bicentenario; con la difusión en escuelas, museos, publicaciones y medios de comunicación masiva de los conocimientos históricos relativos a la lucha emancipadora que han sido acumulados mediante investigaciones más rigurosas, pero todavía desconocidas por la gran mayoría de los mexicanos; finalmente, siguiendo el ejemplo del porfiriato, a través de la creación de fuentes de trabajo y la realización de obras de beneficio social, tales como hospitales, viviendas dignas, escuelas, caminos, puentes, parques, etcétera, necesitados por las comunidades más marginadas del desarrollo económico del país. Las obras de relumbrón (estatuas y monumentos) salen sobrando.

* Doctora en Historia por la Universidad de Londres, Inglaterra.

 
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