Usted está aquí: martes 23 de octubre de 2007 Opinión Itacate

Itacate

Cristina Barros y Marco Buenrostro
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De cacao y piratas

El delirio por el chocolate de los peninsulares y de los españoles y criollos novohispanos llevó a situaciones complejas. Antonio García de León, en su ameno libro Contra viento y marea: los piratas en el Golfo de México, menciona que la actividad de los piratas en esta región se incrementó debido a que en el verano salían de Veracruz y Campeche varias fragatas y naos con monedas y plata labrada hacia Maracaibo, Caracas y Cumaná para comprar cacao de manera legal o clandestina. Así, cambiaban plata por cacao.

Se formaba una amplia ruta entre los puertos mexicanos y el de Panamá que era el punto por donde se trasladaban los tesoros y mercancías de Perú a España, pasando por la que iba del Darién en Panamá a la costa de Venezuela.

El corredor del comercio y del más intenso contrabando de cacao era extenso. Abarcaba en la costa venezolana, los puertos de Maracaibo, Caracas-La Guaira, Cumaná y otros pequeños puertos hasta llegar a las islas de Margarita y La Trinidad, donde el cacao no era de tan buena calidad.

Las argucias de los comerciantes de cacao venezolanos aminoraron cuando la corona liberó las restricciones e impuestos. Veracruz fue por entonces, señala Martín González de la Vara, el principal centro de distribución de cacao hacia el mundo. Llegaba de Centroamérica y América del Sur, y se renviaba a Europa.

Sólo Veracruz podía comprar cacao de Venezuela hasta que en 1728 se creó una compañía integrada por vascos, la Guipuzcoana, que se encargó de llevar el cacao directamente de los puertos venezolanos a Europa. En este tiempo las importaciones españolas de cacao ascendían a cerca de 4 mil toneladas anuales.

Guayaquil competía con Venezuela por el mercado novohispano; su cacao se consideraba de menor calidad, pero era más económico. Aun así, por esos mismos años, en Guayaquil una fanega de cacao costaba cuatro o cinco pesos; al desembarcar en Acapulco costaba tres pesos más. Trasladarlo por tierra a Veracruz y de ahí por barco a España lo encarecía tanto, que en la península alcanzaba hasta 35 pesos la fanega.

Un recetario mexicano de 1791, publicado como Recetario novohispano por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes en 2000, registra la siguiente receta para hacer chocolate: “Modo de hacer el chocolate para vender, que salga bueno y que tenga cuenta para vender de a dos: Dos libras de cacao Maracaibo, dos de Guayaquil, una de Tabasco, seis libras de azúcar, dos cajas de marquesote, y cuatro huevos. Se corta a dieciséis en libra. Y tres onzas de canela”.

En el libro Recetarios antiguos, de Graciela M. de Flores, hay un chocolate español; se subtitula “Una molienda de chocolate, según la fórmula de la señora tía Dña. Vicenta de Rovalo”. Se especifican los precios de los ingredientes: tres libras de cacao de Tabasco a 1.56 pesos, tres libras de cacao Maracaibo o Soconusco, 1.88, dos libras de cacao Caracas, 80 centavos, cinco onzas de canela Zeilán, 40 centavos, siete libras de azúcar blanca, 63 centavos. A esto se añade lo que cobra una molendera por la hechura, esto es 1.50 pesos y la comida.

 
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