Usted está aquí: miércoles 24 de octubre de 2007 Sociedad y Justicia La popularidad no debe ser factor para elegir al rector de la UNAM: Pérez Correa

El proceso debe regirse por mayoría de razón y no por razón de la mayoría, dice

La popularidad no debe ser factor para elegir al rector de la UNAM: Pérez Correa

Descarta que el aumento de cuotas a los estudiantes solucione los problemas de la institución

Rosa Elvira Vargas y Emir Olivares

Ampliar la imagen Fernando Pérez Correa, actual director de la Facultad de Ciencias Políticas, se dijo defensor de que la UNAM se transforme con base en los proyectos de la comunidad universitaria, de tal forma que sea participante y no subordinada Fernando Pérez Correa, actual director de la Facultad de Ciencias Políticas, se dijo defensor de que la UNAM se transforme con base en los proyectos de la comunidad universitaria, de tal forma que sea participante y no subordinada Foto: Carlos Cisneros

Fernando Pérez Correa decidió en esta ocasión buscar la rectoría de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) porque “desde hace 20 años no ha habido un candidato de ciencias políticas, del sector de la investigación social. Y yo creo que ya era hora”.

Lo hace, apunta, para formular un planteamiento sobre el futuro de la universidad “desde la perspectiva de todas las disciplinas y no solamente desde la que presentan ciertos gremios y especialidades”.

El director de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, uno de los últimos aspirantes que responden a la convocatoria para la sucesión del rector, pide a la Junta de Gobierno que, como fundamentó Alfonso Caso en la ley, nombre rector “por mayoría de razón y no por razón de la mayoría”.

Demanda que los 15 notables respeten las normas del “juego razonado” que ellos mismos establecieron, pues de lo contrario, si toman sólo como base la popularidad de los candidatos o las personalidades que los respaldan, “entonces deberían haber realizado una encuesta o un plebiscito.

“Yo estoy jugando esencialmente a la fuerza de los proyectos académicos. No critico a quienes buscan la ayuda de grupos, porque yo no los tengo. ¡Ay, oiga, qué es eso! Cada quien su legitimidad. Tampoco a quienes manejan grandes argumentos de prestigio, porque eso también es válido. Los míos están en la fuerza de un proyecto fundado en la idea de una comunidad participante y determinante, no subordinada”.

–Desde su perspectiva, ¿cómo está hoy la UNAM y qué hace falta?

–En un intenso clima de trabajo. Y aunque hemos vivido las discrepancias entre el gobierno federal y en del Distrito Federal, aquí todo está tranquilísimo, no se ha suspendido un día de actividades.

“En el ámbito social la UNAM tiene una agenda cada vez más apremiante, sobre todo ante los temas de equidad e igualdad. Y como ya superamos el presidencialismo de la época de oro, la universidad tiene como interlocutores a los diversos órdenes de gobierno, a los poderes. La universidad tendrá que hablar con todos y hacerlo con cuidado, sin inmiscuirse en la vida partidista y respetando la pluralidad.

“En lo interno, la UNAM tiene resuelta su organización a raíz del pacto de 1944, que se condensó en la Ley Orgánica, donde se marca a la autonomía como uno de sus fundamentos, lo mismo que la libertad de cátedra y de investigación, así como los principios que orientan a la educación nacional en su carácter democrático, científico, laico, popular e incluyente.

“Bajo ese contexto debemos discutir con todas las fracciones del Congreso. Existe un reconocimiento explícito y público de que la educación superior es responsabilidad del Estado, y no queremos que sea tácito, sino el resultado de un acuerdo entre todas las fuerzas políticas”.

–¿Aumentaría las cuotas en la UNAM?

–En ciencias, si usted hace un experimento y le sale mal, ¡pues no lo repite!

–¿Cuál es su enfoque sobre la aportación financiera del Estado a la universidad?

–El sector productivo de la universidad debe ser complementario a la obligación del Estado. ¿Puede concebirse el mantenimiento del dinamismo económico, la capacidad de sostener un proyecto de desarrollo nacional viable, la vocación de país no subordinado sin tener una aportación sensible a la investigación científica? La respuesta es no.

–¿Qué proyecto aplicaría para lograr el avance de la universidad?

–No sólo debe haber un gran acuerdo nacional, sino también otro de carácter interno. El actual esquema administrativo se está agotando aquí, no sirve. La UNAM no es una secretaría de Estado, sino una gran comunidad académica con una constelación de unidades. Entonces, como primer punto hay que poner arriba a la comunidad académica apoyándola en la administración con mecanismos adaptados a su naturaleza.

“No podemos seguir con un esquema centralizado, de manera que, por ejemplo, para enfrentar los grandes problemas de alguna Facultad de Estudios Superiores (FES) tengamos que pasar por la torre de la rectoría. Y eso pasa incluso aquí, en Ciudad Universitaria.”

–¿Cómo impulsaría esos cambios?

–Con método. No invente un modelo de reforma educativa sin preguntarles a los estudiantes y maestros, sobre todo si pretende alterar sus derechos. Como siempre que la universidad ha realizado una reforma exitosa, debemos propiciar que hablen los que serán afectados.

–¿Qué propone para resolver la brecha generacional en la docencia?

–Es un asunto complejo. Muchos universitarios tienen una proporción sustantiva de su ingreso en el Sistema Nacional de Investigadores y, si dejan de formar parte de aquél, se lo quitan. Tenemos que discutirlo con el Conacyt porque tiene que ver también con el desarrollo de los posgrados y el impulso a la investigación.

“No tiene futuro una universidad que no incorpora jóvenes. Se necesita su vitalidad y empuje, el dinamismo de quienes están siendo educados para ser la plataforma básica a partir de las conquistas de la frontera del conocimiento.

“Al mismo tiempo, no hay un sistema de pensión digna. No se puede pensar en proyectos inviables y desastrosos como las pensiones dinámicas, sino en otros, compartidos con los propios maestros para establecer mecanismos de jubilación decorosa.

“Pero de nuevo, no puede resolverse eso sin preguntar a los interesados por qué no vamos a establecer una ‘sapientísima’ política que haría caer la guillotina sobre centenares de profesores que además son componente irrenunciable de la UNAM, pero tampoco podemos hacer lo mismo con las expectativas de los jóvenes que quieren entrar a la planta docente”.

–¿Qué diferencia su proyecto del de los otros aspirantes?

–Hoy tenemos preguntas que no pueden responderse sin la contribución plural, y no tengo el mismo criterio que los demás en todos los puntos. A veces parece que estamos diciendo lo mismo pero no es así.

“Para fortalecer la vida académica mi propuesta es establecer procedimientos concretos para la igualdad de oportunidades con los estudiantes más vulnerables, los que trabajan. En muchos casos, en lugar de pensar en cuotas debemos hablar de becas.

“Y por otro lado, aquí tenemos básicamente una estrategia masiva, por qué no ponerle un componente de atención personalizada. Creo que está muy maltrecho el bachillerato; pero no es sólo ése el problema: la desigualdad es visible entre escuelas y facultades en Ciudad Universitaria, se observa en las multidisciplinarias, en los turnos.

“Tenemos que trabajar muy fuerte sobre la equidad. Hablar de la reforma académica para mí es hablar de la equidad. Hay diferencias (en los proyectos) y deben expresarse”.

–Hoy otro aspirante viene de las ciencias sociales, el doctor Luis Javier Garrido…

–Me dio gusto que se postulara. El punto es que nosotros podamos componer, con voces plurales, una especie de armonía en el proyecto de la universidad. No es ésta una elección ni hay competencia descalificaciones o confrontación. Aquí no se da la situación de la República después del 2 de julio de 2006. Aquí tenemos otro ejercicio y yo quiero participar en él.

 
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