Usted está aquí: jueves 25 de octubre de 2007 Cultura Entrevistar es como abordar un barco para ir en pos de un universo personal

Cristina Pacheco habla de su programa Conversando con... que lleva 10 años al aire

Entrevistar es como abordar un barco para ir en pos de un universo personal

Arturo García Hernández

Ampliar la imagen Cristina Pacheco, ayer, durante la entrevista con La Jornada Cristina Pacheco, ayer, durante la entrevista con La Jornada Foto: María Meléndrez

En septiembre pasado cumplió 10 años al aire uno de los programas emblemáticos de Canal Once, Conversando con Cristina Pacheco. Desde entonces a la fecha, la periodista ha entrevistado a 552 personajes de los ámbitos más diversos. Escritores, actrices, pintores, artesanos, vedets, científicos, cantantes, directores de orquesta, compositores, artistas populares, famosos o poco conocidos, pero todos con algo en común: inteligencia, talento y amor por lo que hacen.

“Cada vez que me siento frente a un entrevistado –comenta la periodista– es como abordar un barco para ir al encuentro de una persona y su universo. Han sido horas y horas con personas que pudieron haber estado en otra parte y decidieron regalarme su tiempo y su talento con la mayor generosidad. No tengo con qué pagar lo mucho que he aprendido con ellos.”

Cada emisión es como ir a la escuela

Durante varios años, Cristina Pacheco hizo entrevistas largas para la revista Siempre!: “Mi ilusión era que el público pudiera ver mucho de lo que ocurría en esas entrevistas: la actitud, el gesto, el tono. Pensé que sería maravilloso hacer un programa de entrevistas de una hora en ambiente personal, en el que la gente se pudiera explayar y yo pudiera buscar el camino para encontrar las respuestas. Entonces se lo propuse a Alejandra Lajous, quien era directora de Canal Once en esos momentos”.

Así empezó Conversando con... La primera entrevista fue con María Rojo. A diferencia de Aquí nos tocó vivir, el otro programa de Pacheco en ese canal, que se hace en la calle, Conversando… presentaba todas las exigencias del estudio: iluminación, escenografía, cortes concretos, etcétera: “Al principio me costó un poco de trabajo acostumbrarme a eso, mis compañeros fueron muy pacientes y aprendí rápido”.

Uno de los aspectos más estimulantes del programa ha sido hablar con personas que se desempeñan en “actividades que me son desconocidas, de las que no sé absolutamente nada, como ciencia o arquitectura, y ha sido una experiencia estupenda aprender de todas ellas, un aprendizaje constante, aprender de artes plásticas, oír a los escritores, a los músicos, a los directores de orquesta, a los inventores. He aprendido de la vida de las personas, ha sido un deslumbramiento de la inteligencia. Cada programa es como ir a la escuela, con mucha ilusión y con mucha ansia”.

La lista no sólo es larga, también impresionante por la calidad de entrevistados: Silvia Pinal, “a quien tanto quiero y admiro, es una mujer muy inteligente y audaz”; Cecilio Pereda, “un muchacho de Mérida que ganó un concurso de guitarra y ahora está en el Mozarteum de Viena convirtiéndose en uno de los grandes guitarristas del mundo”; Carlos Fuentes, “cuando coincidimos en cosas sociales, hablamos muy poco, pero en cuanto estamos en el estudio es maravilloso, lo respeto mucho, me cohíbe un poco su brillantez”; Cachirulo (Enrique Alonso), “era una persona encantadora, un hombre de gran inteligencia y conocimiento”.

Para Cristina Pacheco todos sus entrevistados son merecedores de admiración y gratitud de su parte: El Piporro, “caballero de elegancia extraordinaria”; Leonora Carrington y “su mundo mágico de sueños y realidades absolutamente intocable”; El Perro Aguayo, “uno de los hombres más galantes y delicados que he conocido”.

No faltan Miguel Bosé, Diego El Cigala y Bebo Valdés, Rocío Jurado, Omara Portuondo, Ibrahim Ferrer, Carlos Prieto, Sarita Montiel, Katy Jurado. Además de lo que salió al aire, cada entrevista tiene una historia, una anécdota, que Cristina Pacheco recrea con viva emoción.

No hay entrevista fácil –sostiene la también colaboradora de La Jornada–, todas representan un reto.

–¿Comparte la idea de que una entrevista es una esgrima de inteligencias?

–Para mí es una conversación y un viaje maravilloso, porque del otro lado está una persona que representa otro mundo, otros conocimientos, otro país. Es como ir a otro continente. Cuando me siento frente a esa persona es como abordar un barco para ir a su encuentro, en cualquier caso tiene que ser un duelo amoroso. No puedo hacer otro tipo de entrevista.

 
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