Usted está aquí: viernes 26 de octubre de 2007 Opinión Democracia y marginalidad

José Cueli

Democracia y marginalidad

Quiénes son esos chupasangre que dejan tendidas a lo largo de la Ciudad Marginal, casuchas improvisadas de todas formas y colores, sobre el remate de las cuales ondeaban al viento, pupilas que se mo-vían, mecates que se escurrían entre la basura y las ratas; perros que ladraban, niños desnutridos, casi muertos y hombres y mujeres circulando por doquier, hablando dialectos. Todos chupados por el chupasangre, máscara de no sé qué fantasma, espectro, perdido en el tiempo.

En los últimos rincones de la Ciudad Marginal, los “miserables” se levantaban con rumbo a quién sabe dónde. En el camino se desayunaban una “canelita” y comenzaban a andar con su botella de marranilla –medicina de los pobres para la desesperación–, dejando atrás mujeres desmelenadas en el exilio de los sueños, apretadas en bosques de hambrunas y enfermedades, como astillas en aspa mordida que salía por los oxidados resortes de las camas.

Mordidas por el mágico chupasangre, consumidas, momificadas, leves como hojas secas, trotonas, atadijos de melancolías, parecían decididas a desaparecer al chupasangre con los llantos que en el aire se perdían y llenaban el espacio de mil rumores y mil ruidos discordes, imposibles de conceptuar, sin conseguirlo.

Fugaz y provisional, el chupasangre siempre obstinado en retener, en chupar, se aseguraba la trayectoria curvilínea de regresar al mismo sitio y descubrir en la mamadera el hipnotismo lineal que conduce la imagen a la cobija deshilachada con tantos huecos como pérdidas al desvanecerse por los cacahuates garapiñados de la piel antes de enviarla a los aires.

Ya en vuelo el peligro es extremo, el chupasangre amenaza desde adentro, con su torso desnudo cubierto por un velo. Desmadejado, labios mamadores, pelo suelto y pechos abombados, con sus puntas rojas señalando las nubes y el deseo de más vuelo y ¡oh curiosidad! los ojos guardados por unos párpados y cejas que aumentan el deseo de joderse y el misterio aniquilador.

Hay que ver al chupasangre balancearse sobre el errar de las nubes en un intento de abandonar la tierra rumbo a los aires; al desconocido rumbo de la danza macabra sin controles. Espacio-tiempo en que no sólo se corrompe la marranilla que fermenta los espíritus, sino los lastima aún más, en la buhardilla de la desesperación llamada el chupasangre.

Pese a eso, “los miserables” navegan por la vida dejando el profundo silencio de la inmensidad de lo desconocido, al flotar como papeles en su arenal, sintiendo el viento silbar y agua amarga marranillesca fluir de sus labios. Como fantasmas dan lentamente término a esa carrera sobrenatural, que es la magia negra, que todo lo arrasa, chupa y deja secos, a los niños.

Presencia y ausencia de vida en la miseria de los miserables, chupados por la mitad, millonarios en dólares, mitad demonio; recitadora de la muerte en vida, que asuela a México, desde la noche perdida en el tiempo azteca sin dioses completos, siempre transformados en lo otro.

 
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