Usted está aquí: lunes 29 de octubre de 2007 Espectáculos Manifest supera expectativas; sonido a la altura de Coachella

Hay mucha basura musical que dice ser rock sin serlo, advierte Paul Banks, de Interpol

Manifest supera expectativas; sonido a la altura de Coachella

El intenso frío no amainó el entusiasmo del público hasta el final del concierto

El prieto en el arroz fue el alto precio de los alimentos y las pocas taquillas para pagarlos

Patricia Peñaloza

Ampliar la imagen Frente a una pantalla gigante, Joshua Hayward, guitarrista de la banda The Horrors, en su actuación en el Manifest ante cerca de 25 mil asistente FOTO Frente a una pantalla gigante, Joshua Hayward, guitarrista de la banda The Horrors, en su actuación en el Manifest ante cerca de 25 mil asistente Foto: David Peñaloza

Con cerca de 25 mil asistentes, la sexta edición del festival internacional de rock Manifest rebasó las expectativas de la productora independiente Banana Pro (esperaban 20 mil) y del público, al presenciar un concierto de primer nivel en cuanto a oferta musical, organización y producción, en contraste con al menos sus dos anteriores emisiones, en que habían dejado mucho que desear en cuanto a trato al público (seguridad prepotente en 2005), o la falta de comodidad, elenco regular y mal sonido en 2006.

Desde el mediodía del sábado, la Alameda Poniente Santa Fe era una romería. Inusual y muy útil resultó que el mismo festival organizara la salida y retorno de autobuses gratuitos del Metro Auditorio al concierto; también lo fue que se coordinaran con estacionamientos cercanos, a un solo precio todo el día. Asimismo, la hora de salida del festival fue puntual y ordenada, a diferencia de lo que ocurre en otros conciertos. A las 23 horas, en que terminó todo, ningún incidente lamentable se había reportado.

En producción, los escenarios no le pedían mucho en equipo, sonido y vistosidad a las estructuras empleadas en conciertos tipo Coachella o Glastonbury, según relató, por ejemplo, Ricardo Zamora, gerente de Ibero 90.9: “yo que he estado en esos festivales, puedo afirmar que el Manifest de este año está al mismo nivel”. La luna llena resplandeciente, los árboles alrededor, laderas y pastos naturales, ayudaban a sentirse relajado. La distancia entre los dos escenarios existentes era corta y diseñada de modo tal que ninguno obstruía al otro en sonido. Incluso el frío atroz fue olvidado, dado el gran entusiasmo del público, amén de que aunque brincó y se emocionó, se comportó con bastante civilidad: jóvenes de distintos estratos reunidos por la música. El prieto en el arroz fue el alto precio de los alimentos y la escasez de taquillas para pagarlos, lo que provocó filas enormes, que hacían perder un número musical entero.

Varias sorpresas

Y si bien el cartel era acaparado por Interpol y The Rapture, musicalmente, los ingleses de The Horrors remontaron lo esperado al ofrecer un gran espectáculo, frenético y enardecido, con su garage-rock harto psychobilly. Yo la Tengo fue también una grata sorpresa, sobre todo para los muchos que no conocían su capacidad para ejercer el ruido, el punk y la melodía naive-folk. Divertido fue Titán y su rock-kitsch-electrónico, con Jessy Bulbo de invitada. Temprano, The Whitest Boy Alive y su pop nórdico, suave y bailador, calentó sabroso. También los Teddybears pusieron a bailar, lo que ayudó a quitar el frío. Jumbo, Chikita Violenta, Los Concorde y The Seamus, cumplieron con su rock-pop. Los dos platos fuertes retacaron hacia la noche la explanada principal; primero The Rapture, que no hizo bailar tanto como lo esperado, pero sí a cantar en voz alta, lo mismo que la banda titular, Interpol, que con un gran juego de luces rojas (que por una falla técnica se apagaron durante dos canciones) puso sus letras inciertas y oscuras en miles de gargantas apretujadas, durante casi dos horas. La gente salió aturdida por el frío, pero gozosa tras haber roqueado a gusto.

“El punk nunca ha formado parte de mi vida”

Antes de actuar en el Manifest 2007, Paul Banks, voz y primera guitarra de Interpol, confió en entrevista que a pesar de tanta basura musical actual, que dice ser rock sin serlo, él se siente esperanzado, pues dice “los corazones jóvenes detectan cuando algo es honesto; actualmente hay bandas muy buenas, verdaderas, como los White Stripes o los Yeah Yeah Yeahs. Si todo se vuelve comercial, los jóvenes siempre reaccionarán”. Respecto del comentario que comúnmente se hace, de que Interpol es sólo un remedo de bandas como Joy Division o Echo and the Bunnymen, el rubio y flaco líder, serio y adusto en modos, aclaró que de los cuatro integrantes, sólo el bajista Carlos D fue influido por el post-punk, pero que él, como uno de los compositores centrales del grupo, más bien escuchó folk, hip hop o rock clásico: “Yo oí a Jane’s Addiction, Nirvana, Red Hot Chilli Peppers, Bob Dylan, Leonard Cohen,… El punk nunca ha formado parte de mi vida. Sónicamente, el punk me resulta muy simple. Claro que está su esencia, ser una explosión inmediata de energía; lo respeto y admiro, pero no es lo mío. Me gusta la música profunda, interesada en los detalles, con producciones más ricas… y bueno, si lo ves, Interpol es una banda muy seria (risas). No me imagino corriendo de un lado a otro…”

–Claro, y justamente sus letras tienen esa oscuridad y melancolía, a veces indescifrable…

–Sí, muchos dicen no entender mis letras, pero eso me gusta. Es decir, yo no doy mensajes ni respuestas. Cuando me enfrento a la vida, las cosas no me son simples. Veo al mundo, me pregunto muchas cosas y no encuentro respuestas. Nadie las tiene. Si quisiera pretender que entiendo y afirmo cómo son o deben ser las cosas, no estaría siendo honesto. Así que trato de representar mis incertidumbres mediante imágenes. Si hay gente que no entiende, pero se imagina lo que decimos, a su manera, y conecta con nosotros, está bien; es mi idea de crear juntos una energía creativa. Pero si no entienden y se van, también está bien. Nos gusta mucho lo que hacemos, y eso nos basta.

Madurez musical

Respecto de haber entrado a una disquera trasnacional (EMI Music), tras editar dos álbumes en el sello independiente Matador (Turn on the bright lights, de 2002, y Antics de 2004), Banks refirió que haber grabado Our love to admire (2007) fue un proceso difícil: “Los discos anteriores los compusimos con más tiempo; éste lo hicimos en ocho meses, y al entrar al estudio no siempre pudimos estar todos juntos. Claro que la composición fue gozosa y distinta, ahora con teclados y oboes, con la computadora, junto con Carlos, a diferencia de antes, que sólo componíamos con guitarras. La disquera no nos presionó en nada, pues sabían que habíamos tenido éxito con dos discos independientes; confiaron plenamente. Si el disco se oye más intenso, no fue que quisiéramos tomar más riesgos; no nos presiona el ser más conocidos o estar en una disquera grande: el proceso fue natural… creo que hemos madurado como músicos”.

Y a propósito de la influencia de Nueva York en su música, Banks afirmó que vivir ahí implica llevar dentro la tensión de ir de un lado a otro en el tren subterráneo, sentir las calles llenas de gente, sentir el temor al terrorismo: “vivir la fuerza que tiene esa ciudad no puede llevarte a hacer música tranquilita y alegre, sino cosas muy densas; somos parte de ello, la ciudad nos da, pero también le damos”.

 
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