Usted está aquí: lunes 29 de octubre de 2007 Opinión Aprender a morir

Aprender a morir

Hernán González G.
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Respuesta a un médico/ I

El maestro don José Castillo Farreras responde al correo del médico Guillermo Herbert, publicado en este espacio el 15 de octubre pasado: “Veo en la carta del señor Herbert un dejo de desprecio, de displicencia, pero en este caso no hacia mí, sino hacia su columna, pues ‘por algún motivo’ le llegó el artículo... Yo no soy ‘Carreras’ ni ‘Ferrera’, pero supongo que en este caso se refiere a mí por el parecido fonético de los apellidos inventados por él.

“Pregunta Herbert que ‘maestro de qué y de quién soy’. Soy profesor de filosofía en la UNAM, con estudios de posgrado en Alemania (Bonn y Hamburgo). Estudié cultura popular en el Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM y en la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación, en la Universidad Central del Ecuador, en Quito. Por esto es que puedo ubicar dentro del folclor a aquellos –profesionistas o no– que se oponen al desarrollo social en el campo de la medicina o fuera de ella.

“Tengo más de 48 años de servicio, de modo que han pasado ante mí muchas generaciones de muchachos. A ellos doy clases, así como a un buen grupo de profesores de diversas materias, incluidos médicos, sobre ética, bioética y pedagogía. De ellos soy maestro. Y si digo ‘maestro’ es porque así se nos llama a los profesores, con maestría o sin ella, de la misma manera que se llama ‘doctores’ a los médicos, aunque carezcan de doctorado. Si el señor desea más datos de mi currículum puede acudir a Internet, a la Wikipedia, pues yo no tengo tiempo para enviárselos. Además, ¿cómo sé si Guillermo Herbert existe y quién sea?

“En su correo dice que en la literatura médica escrita no se encuentra nada que diga que la medicina se ejerza ‘de acuerdo con la religión’. Tal vez así sea, aunque  me parece una generalización gratuita del señor Herbert, quien piensa que ha leído todo. Sin embargo, sí puedo asegurarle que aunque los papeles escritos no lo digan, la práctica médica suele ejercerse de acuerdo con la religión. Si así no fuera, no se hubiera escrito un espléndido libro llamado Ética médica laica. ¿Lo conocerá Herbert? De haberlo leído no hubiera suscrito lo que dijo.

“Más adelante afirma que ‘desde el primer día de clases de medicina estás enterado de qué es la muerte y cómo debes afrontarla’. Pareciera que el señor cree que sólo los médicos reflexionan sobre la muerte. Yo estoy seguro de estar en lo justo al considerar que un médico no sabe más de la muerte que otro, no médico. No sabe más de lo que yo sé y es esto: ‘la cesación absoluta y definitiva de la vida’. ¿Las causas? Eso ya es otra cosa que atañe no sólo a los médicos. Antes de ella, hay vida, después de ella, ya no sé nada, pero creo que tampoco Herbert... 

“Luego habla de ‘un proceso tan trágico como la muerte’, y creo que aquí pretende hacer literatura, no medicina, lo que me conduce a pensar que debe conocer el poema clásico: ‘Vivo sin vivir en mí,/ y tan alta vida espero/ que muero porque no muero’. ¿Dónde está lo trágico? Sin comentarios.” (Continuará...)

 
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