Usted está aquí: miércoles 31 de octubre de 2007 Opinión Fuente de la juventud

Vilma Fuentes
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Fuente de la juventud

El fenómeno Harry Potter representa un terremoto editorial, en el cual algunos ven una catástrofe, otros un milagro. El verdadero pase de magia es acaso que millones de personas vuelvan de pronto a la infancia, antes inclusive de la edad de la razón.

Desde hace dos años, cuando apareció el volumen VI de las aventuras de Harry Potter, la autora y los editores de Potter han torturado a sus millones de lectores con la espera y los rumores. Espera de la ansiada publicación del último tomo. Rumores insidiosos, perversos, de la posible muerte no sólo de los personajes centrales, sino del mismísimo Potter. ¿La autora, J.K. Rowling, será capaz de matar a su héroe, como lo hizo Cervantes con el Quijote, para impedir a cualquier otro dar una continuación a sus aventuras? ¿Habrá preferido clausurar las puertas a los parásitos que pudiesen aprovechar la celebridad de Harry para vender pálidas imitaciones, más siniestras aún que la muerte de Harry?

Rowling ha mostrado que es capaz de lo peor. Dos de los protagonistas más amables han sucumbido a su pluma. No me refiero a los padres del héroe, Jim y Lily Potter, después de todo fallecidos antes de que comience la narración: muertos en un pasado tan remoto como es todo lo que antecede a la primera línea, su desaparición no puede conmover a nadie. Es difícil llorar por alguien a quien no se conoció en vida.

Me refiero a las dolorosas muertes del tierno y temible Sirius Black, padrino de Harry, o de Dumbledore, el sabio e infantilmente juguetón director de la escuela de brujos. Cierto, ha habido otras víctimas, pero son enemigos cuyo fin provoca más bien un suspiro de alivio, si no una franca alegría, o son personajes menores, cuya suerte, vivos o muertos, no deja una huella más pronfunda ni duradera que la del pie en la arena de una playa.

Por si fuera poco, la depravada autora de Harry Potter, ¿no declaró, públicamente, que, ¡a pesar suyo!, se vio obligada a matar a algunos de los personajes principales a causa de las necesidades de la narración? Como si le faltaran pretextos para ejercer su sadismo... ¿Obligada por quién? Nadie le puso una amenazante pistola en la sien. ¿O la escritura anda ahora armada?

De paso, hace algunos meses, antes de entregar el secreto manuscrito a su editor inglés, unos celosos aduaneros trataron de confiscar el millar de páginas inéditas que Rowling llevaba en un maletín de mano al subir a un avión. Si confundieron el voluminoso legajo con una bomba y a la escritora con un terrorista, tal vez tenían algo de razón. Pero de eso a creer que era un cartón de cigarrillos, producto más sospechoso que la dinamita, no me parece digno ni de un analfabeta.

Sin contar los intereses económicos que contribuyen al suspenso. Ejemplo, colmo de colmos, la espera, casi lingüirracista en que los editores anglosajones tienen a los lectores de idiomas distintos al inglés. Asunto tan grave que merecería un proceso por discriminación. No quiero ni imaginar la crueldad que habría sido ser informados por malas lenguas de los nombres de los muertos, acaso Ron, Hagrid, Hermione, vaya usted a saber. Mejor esperar que saber las cosas de antemano de golpe, sin poder seguir con la respiración entrecortada ese suspenso en que Rowling mantiene a sus adictos.

Otro ejemplo de esos sórdidos intereses: la prohibición de la traducción al francés, realizada en un récord de tiempo, que un adolescente superdotado lanzó en Internet. Aunque desconozco la calidad de la versión francesa hecha por el jovenzuelo en cuestión, en vez de perseguirlo ante la justicia, yo le habría dado trabajo de inmediato como traductor.

En fin, después de mil peripecias, llega a su fin el suspenso. La editorial Gallimard ha hecho, incluso, el regalo de cinco noches, pues en vez de esperar el 31 de octubre, noche de brujas, Harry Potter et les reliques de la mort se vende desde el 26.

Ahora me callo, quizá incluso he dicho demasiado para quienes no han leído una línea de Potter. No gozo del sadismo de Rowling para decir las cosas a medias, ni de la crueldad demoniaca de revelar lo que cada quien sabrá a su hora una noche de brujas a su antojo.

 
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