Usted está aquí: miércoles 31 de octubre de 2007 Opinión El mito del calentamiento global

Javier Aranda Luna

El mito del calentamiento global

Algo debe tener la composición química del cerebro de los políticos conservadores que se oponen, automática y sistemáticamente, a la vida. En nombre de la vida quemaron brujas y judíos (previo decomiso de sus bienes), masacraron comunidades indígenas, les cortaron las orejas a los maestros y a las maestras les cercenaron los senos por enseñar el alfabeto y las matemáticas elementales en los años 30 del siglo XX mexicano.

Hace unos meses lucharon ferozmente en el Distrito Federal para impedir que las mujeres decidieran sobre su cuerpo y ahora pretenden crear una cadena de “depósitos” de hijos no deseados con tal de “ofrecer” una alternativa al aborto.

Recientemente el líder moral del PAN, Mariano Rajoy, presidente del Partido Popular español, hizo una declaración que pinta con todos sus matices al pensamiento conservador de nuestros días cuando aseguró que el calentamiento global era un mito: “ningún científico me ha garantizado el tiempo que iba a hacer mañana en Sevilla. ¿Cómo alguien puede decir lo que va a pasar en el mundo dentro de 300 años?”

Pero no debe extrañarnos el despapucho del político español. ¿No el entonces presidente Aznar, otro asesor de nuestros ilustres panistas, negó el derrame de un buque petrolero en las aguas territoriales de su país? ¿De veras creyó Aznar que su poder era tal que podría ocultar el Prestige, el buque tanque que derramó 77 mil toneladas de crudo en las costas de Galicia?

El problema de los disparates de los políticos no es sólo un asunto que deba interesar a la neurolingüística o al folclor. El ex presidente Vicente Fox es un clásico en estos menesteres con su ya inmortal José Luis Borgues y su esposa, Marta Sahagún, con su también eterna La Rabina Tagore.

El problema de los políticos conservadores no es que formen parte de una especie de conjura de los sandios, sino que sus dichos, pletóricos de acrobacias lógicas, tienen en general graves consecuencias sociales. La Tierra fue plana por siglos y además centro del universo. Durante cientos de años también los indios no tuvieron oficialmente alma y aún los judíos, para el Vaticano actual, son un grupo social que persiste en el error. Esos dogmas, ¿cuánto costaron a la humanidad? ¿Se imagina si los disparates de Rajoy son tomados en serio por sus pares mexicanos? Si 4 mil científicos de primer nivel reconocidos por la Organización de las Naciones Unidas no convencen al político español, ¿quién lo hará?

Qué curioso: estos políticos de catolicismo confeso como Rajoy le piden a la ciencia una certeza que su religión en 2 mil años no ha podido garantizar: que a cambio del sufrimiento del nazareno, por ejemplo, dejaran de sufrir todos los hombres. Borges, no Borgues, lo escribió de manera insuperable en estos versos que imaginó en Kyoto, en 1984:

“¿De qué puede servirme que aquel hombre haya sufrido, si yo sufro ahora?”

Cada vez resulta más claro que los políticos de todas partes deben tomar decisiones apoyados en la ciencia. No es posible que se sigan comportando como políticos medievales, que la política sólo sea sangre y hierro.

George Bush, y quien lo suceda, podrá seguir ignorando como Rajoy las 4 mil voces de científicos de primer nivel que nos advierten que el sobrecalentamiento global es consecuencia de la contaminación que nosotros mismos producimos.

Pero cuando el nivel del mar aumente a causa del derretimiento de los polos, los estragos en Nueva York, Inglaterra y España serán incalculables. Igual nos ocurrirá a nosotros en plena euforia de promoción turística: si el mar aumenta 10 centímetros, como algunos científicos ingleses y mexicanos pronostican, nuestra infraestructura hotelera de Yucatán será en menos de 50 años un montón de ruinas comidas por el mar. ¿Cuánto invirtieron en rellenar con arena las playa que se llevaron los huracanes? ¿Sirvió de algo? Llegaron otros meteoros y de nuevo dejaron al descubierto las rocas.

Cualquier decisión política sin el apoyo de la ciencia cada vez será más la tarea de Sísifo y el preámbulo para que lleguen los jinetes del Apocalipsis.

A estas alturas y con tantas evidencias científicas resulta inmoral lo dicho por Rajoy.

El político español, quienes lo siguen y sus aliados estratégicos ya no pueden enarbolar impunemente la bandera de la vida que tanto invocan si sus dichos son actos que abonan la tierra para sembrar calaveras.

 
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