Usted está aquí: viernes 2 de noviembre de 2007 Mundo Pobreza, origen del problema de inseguridad en América Latina

Entrevista a Jim Stavridis, jefe del Comando sur de estados unidos

Pobreza, origen del problema de inseguridad en América Latina

80% de la población vive con menos de 10 dólares al día

La criminalidad no puede ser resuelta por los militares; deben marcarse líneas claras entre las fuerzas policiacas y el ejército, y mantener a cada uno “dentro de sus carriles”. El único papel de los soldados en el combate al narco es el de ofrecer apoyo, sostiene el almirante

David Brooks (Corresponsal)

Ampliar la imagen Jim Stavridis, jefe del Comando Sur, advirtió en un foro sobre las dimensiones trasnacionales del crimen, el narcotráfico y la violencia resultante que puede transformarse en "narcoterrorismo" y amenazar la estabilidad de América Jim Stavridis, jefe del Comando Sur, advirtió en un foro sobre las dimensiones trasnacionales del crimen, el narcotráfico y la violencia resultante que puede transformarse en “narcoterrorismo” y amenazar la estabilidad de América Foto: de la página de Internet del Departamento de Defensa de Estados Unidos

Nueva York, 1º de noviembre. Para los problemas de crimen e inseguridad de América Latina no hay solución militar, asegura el jefe del Comando Sur, almirante Jim Stavridis.

“Los problemas de crimen e inseguridad pública no pueden ser resueltos por los militares”, sostuvo, y subrayó que en gran medida estos problemas tienen su raíz “en la pobreza y la desigualdad” en el hemisferio.

Subrayó, en respuesta a pregunta de La Jornada, que “hay un papel para los militares, pero tiene que ser un papel muy firmemente circunscrito, bien definido”, y dio el ejemplo de cómo se realiza esto en Estados Unidos. Aquí, dijo, la ley prohíbe claramente que las fuerzas militares sean empleadas en operaciones tipo policiacas y por lo tanto, el papel muy definido de los militares en el combate contra el narco, es “el de ofrecer apoyo”.

Agregó que “uno tiene que crear líneas claras entre los militares y las fuerzas policiacas”, y mantenerlos “dentro de sus carriles”; reiteró que los militares pueden proporcionar apoyo logístico, de transporte, de vigilancia, de inteligencia e información, siempre y cuando esté bajo una autorización apropiada de las agencias civiles, y concluyó “ese es un modelo bastante bueno”.

Eso, dice, es lo que su comando aconseja a sus socios en las Américas: “crear líneas claras... entre lo que hacen sus militares uniformados y lo que hacen sus fuerzas de policía”. Lo más importante, indicó el almirante, es evitar los abusos de derechos humanos en este rubro, especialmente con algunos de los antecedentes históricos en Centroamérica y otros lugares.

En un reciente foro organizado por el Consejo de las Américas/Americas Society y el Colegio John Jay de la Universidad de la Ciudad de Nueva York, Stavridis resaltó las dimensiones trasnacionales del crimen, el narcotráfico, las bandas y la violencia resultante (la cual se puede transformar en “narcoterrorismo”) que hoy representan amenazas a la estabilidad en todo el hemisferio y, por lo tanto, tienen que ser enfrentados colectivamente.

Pero a la vez, como escribió en un reciente artículo, insistió en que “en muchos aspectos, las amenazas de seguridad son síntomas de los problemas endémicos más profundos de la pobreza y la desigualdad”.

Ofreciendo citas de la pobreza y desigualdad en América Latina y el Caribe, el almirante Stavridis recordó que 40 por ciento vive con menos de 2 dólares al día; 20 por ciento con menos de un dólar, y subrayó que 80 por ciento de la población vive con menos de 10 dólares al día. “Hay gran riqueza del otro lado de esa ecuación”, alertó. Eso ofrece una indicación de la “exclusión social” en el área.

“Cuando uno agrega a eso los narcóticos… y lo combina con pobreza, y mezclan dentro de eso las otras actividades criminales –tráfico de personas, blanqueo– queda muy claro que esta región está arrastrada por esta combinación, este caldo de brujas de pobreza, narcóticos, crimen” y que tiene expresiones como las bandas violentas en Centroamérica, el Caribe y algunas partes de Brasil.

Esto, combinado con algunas formas nacientes de “terrorismo” en la región, pueden forjarse en “niveles de amenazas de seguridad que son significativas para Estados Unidos”.

Por lo tanto, “nosotros tenemos una necesidad real de trabajar con nuestros socios internacionales y los sectores públicos y privados, para abordar estas preocupaciones de seguridad”. Y aquí insistió en que se debe hacer de una “manera relativamente no tradicional”: a través de la cooperación inter-agencia, entre gobiernos y la comunidad internacional en sí, y entre el sector público y el privado.

Para enfrentar la violencia y inseguridad que surgen de esto, se requiere no una estrategia de “mano dura”, sino de lo que el almirante calificó de “mano en guante”, o sea, una estrategia de cooperación en donde todos los sectores de la sociedad estén incluidos.

El almirante ofreció el ejemplo de cómo su Comando del Sur está buscando intensificar la cooperación y coordinación con otras agencias federales de este país, con la DEA, el FBI, el Departamento de Comercio, el del Tesoro, y el de Estado. A la vez, éste se realiza a nivel internacional al establecer mayores vínculos entre fuerzas militares del hemisferio, pero también por medio de foros para fomentar la interacción con otros sectores interesados en asuntos de seguridad.

A la vez, subrayó el papel de lo que llamó “comunicaciones estratégicas”, que definió como baterías de artillería que en lugar de lanzar misiles Tomahawk, “lanzan ideas”, y hacerlo en concierto con las otras agencias estadunidenses. Y explicó el porqué: “estamos en un mercado en América Latina, nosotros Estados Unidos, un mercado ideológico competitivo en América Latina, y creo que tenemos una historia muy importante que comunicar como nación acerca del capitalismo, la libertad, el libre mercado, la democracia, obviamente, sobre seguridad, derechos humanos, pero para poder comunicar esas ideas necesitamos una estrategia efectiva de comunicaciones”.

Indicó que los cambios demográficos, culturales y sociales en América están cambiando también a Estados Unidos. Resaltó que con 15 por ciento de su población de origen latinoamericano, unos 50 millones que hablan por lo menos algo de español, este país es ahora el segundo hispanoparlante más grande en el mundo. Además, la economía del mundo latino dentro de este país es de un billón de dólares, más grande que la de España, Colombia o Argentina. “Esto implica cambios favorables dentro de Estados Unidos”, consideró. Y condenó el uso del término “traspatio” al describir la relación de este país con América Latina: “odio esa expresión… es el hogar de todos nosotros”.

En el foro, como en su nuevo artículo sobre el mismo tema publicado en el número actual de Americas Quarterly (publicación del Americas Society/Consejo de las Américas) el almirante también señaló los vínculos comerciales cada vez más amplios entre Estados Unidos y América Latina, entre lo cual recordó que 34 por ciento del consumo del petróleo se importa de la región (comparado con sólo 22 por ciento desde Medio Oriente).

Pero señaló que también hay tendencias negativas en la relación, sobre todo la de algunos nuevos gobiernos que han surgido de la frustración popular con la pobreza y la desigualdad ligada por algunos con la políticas del llamado Consenso de Washington. Advirtió que algunos de estos nuevos gobernantes antiestadunidenses están “exacerbando” las dificultades en los esfuerzos para construir la cooperación regional para abordar las amenazas trasnacionales de seguridad. “Todos estos factores están contribuyendo a una deriva en el alineamiento. A largo plazo, si Estados Unidos se relaciona de manera proactiva, creemos que el fracaso de los modelos económicos y políticos radicales en cumplir con sus promesas detendrá esta deriva y promoverá un re-alineamiento favorable a Estados Unidos”.

El almirante Stavridis es jefe del Comando Sur, con sede en Miami, tiene como responsabilidad los intereses de seguridad estadunidense en América (32 países, 13 territorios) con la excepción de México y Canadá, los cuales están bajo responsabilidad del Comando Norte.

 
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