Usted está aquí: martes 6 de noviembre de 2007 Opinión Itacate

Itacate

Marco Buenrostro y Cristina Barros
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Chuao

Con la llegada de los españoles a América, la visión respecto de la mayoría de los recursos naturales de estas tierras se centró en las posibilidades de hacer fortuna con ellos.

Pronto la manera tradicional de cultivar, como es el caso de la milpa mesoamericana o del conuco venezolano, fue sustituida por grandes plantaciones de un solo cultivo: cacao como producto nativo, al que luego se agregaron cultivos foráneos como caña, coco, trigo o cítricos.

Esta manera de explotar la tierra y sus recursos también trajo consigo la explotación del hombre. La muerte de centenares de indígenas en México y otros países, conllevó, en relación con el cultivo de cacao, el tráfico de africanos que se convertirían en esclavos.

Esto ocurrió en nuestras regiones tropicales y también en las de Venezuela. Por ello poblaciones como Maracaibo, Caracas o Puerto Cabello tienen importante presencia negra.

También es el caso de la población de Chuao, en el litoral central de Venezuela. Se llega hasta ahí por mar, describe el historiador de la cocina venezolana José Rafael Lovera. La fuerza de las olas y la cercanía de los acantilados requieren destreza para la navegación.

De pronto, en medio de una pared de rocas, se abre una amable ensenada de arena blanca. Por el camino hacia el centro de esta pequeña población se descubre la vegetación de una selva tropical. A la sombra de gigantescos bucares, samanes y mijaos están sembrados los cacaoteros. En la plaza las semillas que se secan al sol.

La historia que los une ha hecho que los pobladores de Chuao sigan con fuerza sus tradiciones. Así lo demuestra el recorrido fotográfico de Susana Arwas, quien recibió por su libro El sancocho de los diablos el Premio Ministerio del Poder Popular para la Cultura de Venezuela en 2006.

Ahí se van asociando las distintas celebraciones como la Cuaresma, la Semana Santa, el Corpus Christi y la Navidad con distintas preparaciones que van de bebidas hechas de cacao, pasando por las hallacas que equivalen a los tamales y el sancocho que se cocina con leña del árbol de cacao y se elabora con patas de res, panza, pollos...

El aliño se compone de “exquisito y aromático ají dulce de los conucos y jardines de las casas de Chuao; cebolla, cebollín, pimentón, cilantro y culantro”. Esta hierba es similar al cilantro pero con más aroma y sabor. A la comida se suman la música, la danza y las bellas máscaras.

En la imposibilidad de llevarse el paisaje y las sonrisas de los pobladores de las regiones productoras de cacao, Félix Baptista recomienda adquirir alguna barra de chocolate El rey: Caoba, Bucare, Apamate, Mijao o Samán, con distintos porcentajes de cacaos regionales, como el Carenero.

 
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