Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 18 de noviembre de 2007 Num: 663

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Marx no era marxista
ALEJANDRO MICHELENA

Tu cuerpo
ARISTÓTELES NIKOLAÍDIS

Horacio Durán, pionero
del diseño

ÓSCAR SALINAS FLORES

Entrevista con Horacio Durán
FRANCISCO JAVIER GARCÍA NORIEGA

Philippe Perrin o la repetición de la pérdida
ELIZABETH DELGADO NAZARIO

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Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

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Philippe Perrin o la repetición de la pérdida

Elizabeth Delgado Nazario

“Me gusta perderme”, es la frase con más peso pronunciada por monsieur Philippe. De esta afirmación parto para el presente texto. En un primer momento pensé titular a este escrito “Nostalgia del espacio”, para hacer eco del título metafórico Lejano adentro, la reciente exposición, en San Miguel Allende, de Philippe Perrin. Pero después de un par de momentos compartidos con el fotógrafo Perrin, comprendí que el verdadero tema debía ser la pérdida –con mayúsculas. Desde ahí podemos elaborar este ensayo.

En su libro Sobre la fotografía, Susan Sontag nos habla de la fotografía como una apropiación, una adquisición, y del fotógrafo como un personaje con afán adquisitivo. “Fotografiar es apropiarse de lo fotografiado”, dice Susan. Sin embargo, en el caso de las fotografías de Philippe Perrin nos encontramos precisamente ante lo contrario. En el caso de su obra fotográfica se muestra lo dejado, lo perdido, no hay un afán verdadero de coleccionar o adquirir, ya sea experiencias o paisajes, sino de mostrar la pérdida de ciertos acontecimientos.

La fotografía es como la poesía, un arte en el tiempo pasado. De hecho, hasta la cámara más rápida, incluso la digital, nos re-trata algo escapado, ya sea de un tiempo o un espacio. En el caso de Philippe Perrin, su obra fotográfica es la pérdida de un tiempo, contexto, incluso de él mismo como sujeto, siempre versa sobre un pasado, ya sea demasiado próximo o un lejano adentro. Trata de un pasado, una distancia, algo que se convierte en lo diametralmente opuesto. Quizá como la persona Philippe Perrin, quien cuando tiene dinero es capaz de gastarlo todo en una noche, incluso de gastarlo de la forma más rápida, (y tal vez poética) perderlo. Incluso tenía un buen estudio fotográfico para revelar su obra, pero fue saqueado por unos individuos que quizá ni conocieron ninguna de sus fotografías. Así, haciendo un poco de eco al espíritu surrealista de convertir la vida en poesía, monsieur Philippe hace uso de frases como: “Cuando salgo, salgo”, y entonces puede salir de su casa prestada a las dos de la tarde y regresar a las cinco de la mañana, tratando de salir, salir, perderse o perder, pero salir.

La fotografía es una repetición, tanto de una realidad pasada como por su misma capacidad de reproducirse. Sin embargo, a pesar de esta capacidad de reproducción, también lleva consigo una investidura de pérdida. Susan Sontag nos lo relata con estas palabras:

La fotografía es el inventario de la mortalidad. Ahora basta apretar un botón para investir un momento de ironía póstuma. Las fotografías muestran a las personas allí, y en una época específica de la vida, de un modo irrefutable, agrupan gentes y cosas que un momento después de dispersan, cambian, siguen el curso de sus destinos independientes. [ …] Las fotografías sobresaltan en el fluir del filme, pues transmutan de golpe el presente en pasado, la vida en muerte.

Una fotografía es siempre lo perdido: un rostro, un día, los amigos, la luz, el viento. Quizá por eso, al estar cercano a la pérdida, Philippe Perrin está tan atraído por ella. Ya ha convivido muchas veces con ella, la conoce, la repite, la conquista para un buen trabajo y, a veces, la añora. La reproduce, no sólo en sus fotografías, sino también en su vida.


Straight to hell boy

Las fotografías ya tenían algo de movimiento al ser presentadas como diapositivas. Ahora, con lo digital, es más clara su proyección como escenas; parecen un cine en miniatura. Las imágenes digitales se pueden ver casi en el mismo instante, casi en un fastidioso tiempo presente, ya no hay necesidad del revelado. Quizá esta pesadez del presente hace que no le atraiga a Philippe Perrin la fotografía digital, se oculta ante su insistencia. “Si hago algo con lo digital, entonces filmaré, pero no haré fotografías”, es uno de sus comentarios al respecto.

Sí, quizá haya aún mucho que reprocharle a la fotografía digital, como si fuera una estudiante demasiado brillante que se sabe todas las respuestas en clase. Pues es común ver a la gente tomando fotografías con la cámara digital sin ninguna necesidad de asomarse al visor, ya solamente alza la cámara y confía en ella, confía en su pantalla y en su buena elección para escoger el mejor momento. Incluso el autodisparador ya ha suplido al fotógrafo, es “verdaderamente” el ojo de la cámara quien está visualizando la imagen.

Sin embargo, la negativa a usar lo nuevo –en este caso lo digital– también une a Philippe Perrin con las actitudes de Weston, Brandt, Evans, Cartier-Bresson, Frank, de utilizar las cámaras más sencillas y los procedimientos de revelado habituales, pues “se piensa que un artefacto más rudimentario, menos poderoso, dará resultados más interesantes o expresivos, dejará un margen más amplio para el accidente creativo”.

Entonces, Philippe Perrin aún está con la mirada fotográfica, una mirada que repasa objetos y lugares pero, por lo tanto, pierde. Y es precisamente esta compañía una forma de experimentar una des-compañía, o descomposición de los espacios y personajes. Pues cuando se posee al mundo en forma de imágenes es “precisamente, volver a experimentar la irrealidad y la lejanía de lo real”.

Entonces, sí puede haber un retrato de la pérdida, lo que vamos consumiendo a diario, ya sea nuestro tiempo, nuestro retrato, el dinero, los paisajes. A veces nos guardamos, ya sea en forma de fragmento, como fotografía, pero tendremos que aceptar que, al estar guardando una imagen, estamos aceptando su pérdida.