Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 18 de noviembre de 2007 Num: 663

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Marx no era marxista
ALEJANDRO MICHELENA

Tu cuerpo
ARISTÓTELES NIKOLAÍDIS

Horacio Durán, pionero
del diseño

ÓSCAR SALINAS FLORES

Entrevista con Horacio Durán
FRANCISCO JAVIER GARCÍA NORIEGA

Philippe Perrin o la repetición de la pérdida
ELIZABETH DELGADO NAZARIO

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA


Directorio
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Rogelio Guedea
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Los límites de la mano

El otro día, mientras partía un jitomate, me corté el lomo del dedo medio. Miento. No fue cortando un jitomate sino al abrir la puerta de mi oficina. La abrí mal y se vino contra mí con santa furia. Me machacó el dedo sin piedad. Pero como fue en el lomo, pensé que no tendría ningún problema al picar un jitomate o abrir mi maleta de deporte. Si hubiera sido en la palma del dedo, otro gallo cantaría. Guardé el pensamiento para otra ocasión, me puse un curita y continué leyendo los diarios de Leautaud, que, por cierto, ningún escritor que se jacte debería dejar de leer. Ya en la tarde, de vuelta a casa, me puse a lavar unos trastos sucios y, mientras lo hacía, me di cuenta que me molestaba la herida que tenía en el dedo medio. Lo mismo me pasó cuando corté una cebolla y lo mismo cuando intenté abrir una lata de atún (o de espárragos). El dedo medio me molestaba. Entonces no pude evitar pensar en una cosa simple, que fue como un alumbramiento: así sea una tarea simple, la más simple del mundo, no sólo todos los dedos se aplican en ella sino que todas las partes de los dedos (las coyunturas y los pliegues, lo lomos y las palmas) se involucran también sin remilgos ni intereses políticos, de manera que así cualquier empresa, por más difícil que parezca, nunca parece imposible. Obviamente, este pensamiento podría trasladarse a otras esferas o niveles humanos, pero a mí en realidad me parece un ocio que en un siglo como éste intentemos dar consejos o decir algo nuevo. Sin embargo, antes de irme a la cama, y de cerrar los ojos, e incluso antes de soñar, empecé a agradecer todo aquello que, sin darme yo cuenta, hacían mis manos por mí.