Usted está aquí: martes 20 de noviembre de 2007 Mundo Estudia la dirigencia cubana cambios para renovar el sistema socialista

Comisión de expertos analiza el resultado de consultas dentro del Partido Comunista

Estudia la dirigencia cubana cambios para renovar el sistema socialista

Reabrir la inversión extranjera y erradicar el burocratismo, entre los puntos del plan oficial

No se vislumbra un vuelco al capitalismo; la agenda es revolucionaria: Ramiro Valdés

Gerardo Arreola (Corresponsal)

La Habana, 19 de noviembre. Dos años después de que Fidel Castro pidió renovar el sistema socialista para salvarlo, la dirigencia cubana estudia la ejecución de cambios, cuyo solo anuncio ha levantado expectativas entre la población, aunque aún se desconoce qué tan lejos, qué tan hondo y qué tan velozmente iría el proceso.

Ocho meses antes de caer en la crisis de salud que lo mantiene alejado de sus funciones oficiales, Castro reconoció que aquí la gente no puede vivir de sus salarios, que el mercado negro perfora la economía y que hay más desigualdades sociales que hace dos décadas.

Aquella noche del 17 de noviembre de 2005, en la Universidad de La Habana, Castro concluyó que, a ese paso, los propios cubanos podrían hacer lo que ya no puede Estados Unidos: destruir el sistema político de la isla.

El líder cubano pidió a su auditorio, en su mayoría estudiantes universitarios, que pensara si una revolución puede ser irreversible y propuso dos claves para que sobreviva el sistema político de la isla: “Primero que todo una cuestión ética; pero, además, es una cuestión económica vital”.

Ahora la dirigencia que encabeza Raúl Castro tiene en sus manos el resultado de dos rondas de consultas nacionales dentro del Partido Comunista sobre la economía, las instituciones y la vida social, así como el panorama que expuso la población durante algo más de un mes en barrios y centros laborales, a base de quejas, críticas, propuestas y expectativas de todo tipo sobre la vida de los cubanos y su futuro.

De acuerdo con fuentes enteradas del ejercicio, comisiones de expertos revisan y ordenan los resultados de esos sondeos, que se volcaron en más de mil 500 ponencias provenientes de la discusión partidaria y cientos de miles de enunciados surgidos del foro popular, todo lo cual se agrupa por temas y es la base de un inminente informe final.

Aunque el discurso de la Universidad se difundió masivamente y fue comentado en público, no llegó a discutirse a escala nacional. En julio de 2006 se produjo el giro político interno más influyente en décadas en Cuba: a los 80 años, doblegado por una enfermedad, Fidel Castro tuvo que ceder el ejercicio de sus cargos a su hermano menor.

En esa forma se acercó a la realidad, como nunca antes, uno de los escenarios en el alegato de noviembre de 2005: el liderazgo histórico de la revolución cubana pronto desaparecerá y las nuevas generaciones son las interpeladas.

Ahora Fidel Castro es testigo en vida de su propia sucesión en el ejercicio del poder y, además, del momento en el que se habla explícitamente de cambios en la operación del sistema.

Ya no se produjo un acontecimiento detrás del otro, ni han surgido episodios traumáticos, como pudo especularse hace años. Por el contrario, ambos fenómenos ocurren simultáneamente, sin interferencia de Estados Unidos, sin que hayan surgido desórdenes sociales y, además, con señales de que la dirigencia está buscando respaldo popular para un proyecto de cambios.

El diagnóstico de Fidel dejó interrogantes abiertas y del plan de Raúl se desconocen sus ingredientes. Pero ambos convergen en un punto de partida: tal como está, la situación del país no puede continuar.

En diciembre del año pasado Raúl Castro empezó a sugerir las ideas que estaba barajando, aunque su primera propuesta panorámica fue su discurso del 26 de julio. El comandante de la revolución Ramiro Valdés agregó explicaciones, el 8 de octubre.

Según la información disponible en esas y otras fuentes, el plan oficial incluye, al menos, los siguientes puntos:

El cambio es dentro del sistema. No hay en el horizonte un vuelco al capitalismo, pero se reabre la inversión extranjera y tácitamente se admiten zonas de relaciones mercantiles. Las decisiones serán pausadas, no espectaculares ni necesariamente de aplicación general en el país, sino con posibles fórmulas regionales. Hay una “agenda revolucionaria”, dijo Ramiro Valdés.

2. Todo podría empezar en el campo. Desde el primer semestre se discute en el gobierno la crítica situación agrícola: tierras ociosas, descapitalización, baja productividad del sector estatal, falta de fuerza laboral y exceso de burocracia. Entre las alternativas se habla de reformas legales y organizativas y un mercado interno de insumos. “Cambios estructurales y de conceptos”, diría Raúl Castro. O en palabras de Ramiro Valdés: “Liberar donde estén trabadas las fuerzas productivas”, buscando soluciones “socialistas o compatibles con el socialismo”.

3. Se busca elevar la producción y la eficiencia, recuperar el sector industrial y sustituir importaciones. Se estima que sólo con más recursos generados aumentarán los ingresos personales.

4. Se impulsa la autonomía empresarial mediante un programa surgido en las fuerzas armadas hace dos décadas, a base de estímulos laborales y márgenes de gestión en las unidades económicas, que cuestiona frontalmente la política de máxima centralización de los últimos tres años.

5. Se endurece el control administrativo y contable y de exigencia laboral, con sanciones diferenciadas para empleados y mandos medios y superiores

6. Hay un acento especial en la erradicación del burocratismo. El cambio puede alcanzar la organización y la operación institucional. Se trata de “romper con la inercia, el dogmatismo y el estilo burocrático”, dijo Ramiro Valdés. “Nuestra agenda es hacer cuanto resulte sensato y posible, y eliminar lo que sea absurdo”.

 
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