Usted está aquí: miércoles 21 de noviembre de 2007 Política Calderón revive el ritual priísta de la Revolución Mexicana

Convoca a hacer de los festejos de 2010 espacio para la reconciliación y la fraternidad

Calderón revive el ritual priísta de la Revolución Mexicana

Recordó a Francisco I. Madero, el “apóstol de la democracia”, y a 25 actores de la gesta

Ofrece puertas abiertas al diálogo y al entendimiento para quien quiera franquearlas

Claudia Herrera Beltrán y Mónica Mateos-Vega

Ampliar la imagen Rafael Tovar y de Teresa, coordinador de los festejos por el bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución Mexicana, y el presidente Felipe Calderón, durante la ceremonia por el 97 aniversario del movimiento iniciado por Francisco I. Madero Rafael Tovar y de Teresa, coordinador de los festejos por el bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución Mexicana, y el presidente Felipe Calderón, durante la ceremonia por el 97 aniversario del movimiento iniciado por Francisco I. Madero Foto: José Antonio López

Con algunos cambios, el presidente Felipe Calderón desenterró el ritual priísta laudatorio de la Revolución Mexicana, en el 97 aniversario de esa gesta histórica.

Olvidado por seis años, los del gobierno de Vicente Fox, ayer el Monumento a la Revolución volvió a ser escenario de la reivindicación del 20 de noviembre y de sus héroes. Y esta vez no sólo hubo espacio para Francisco I. Madero, sino que el segundo presidente panista trató de diferenciarse de su antecesor y recordó 25 nombres durante su discurso.

Convocado para la presentación del programa de los festejos del bicentenario de la Independencia y del centenario de la Revolución Mexicana, el reinaugurado protocolo fue ocasión para que el michoacano declarara que esta fecha del calendario cívico es “patrimonio histórico” de todos los mexicanos, y para hacer un llamado a que los festejos de 2010 sean espacio para la reconciliación y la fraternidad.

Como los ceremoniales que no terminan de morir ni cambian por completo, el jefe del Ejecutivo federal retomó por la mañana la práctica foxista y depositó una ofrenda floral en el monumento dedicado a Madero en la residencia oficial de Los Pinos. Y al igual que el año pasado, tampoco hubo desfile deportivo, que los presidentes miraban desde Palacio Nacional.

Después de desayunar con deportistas y de otorgar ascensos a militares, acudió a la Plaza de la República. Atrás del Monumento a la Revolución se colocó un templete adornado con una locomotora antigua para el acto que duró una hora, más que los escasos minutos que Ernesto Zedillo, el presidente priísta más reciente, dedicó para depositar una ofrenda en su último año de gobierno.

Como en el pasado, la clase en el poder, ahora blanquiazul, cobijó con entusiasmo la celebración. Ahí estaban los integrantes del gabinete, del círculo de Los Pinos, los panistas en pleno con excepción del dirigente Manuel Espino, así como representantes de los poderes Judicial y Legislativo, y el presidente del Instituto Federal Electoral, Luis Carlos Ugalde, en la antesala de dejar el cargo.

Priístas sólo asistieron el gobernador de Campeche, Jorge Carlos Hurtado, y el ex secretario de Educación Miguel Limón, quien compartió asiento y charla con dos allegados de Elba Esther Gordillo: su yerno Fernando González, y Luis Ignacio Sánchez Gómez, administrador de servicios educativos en el DF.

Por el cariz del acto, también se dieron cita académicos e intelectuales, entre los que destacó el escritor colombiano Gabriel García Márquez, quien recibió un efusivo saludo de la titular de la Secretaría de Educación Pública, Josefina Vázquez Mota.

El lugar fue convertido en búnker con vallas metálicas, cientos de granaderos y elementos del Estado Mayor Presidencial que se apostaron cuatro cuadras a la redonda para evitar el paso de un grupo de perredistas.

En punto de la una de la tarde, Calderón llegó portando la banda presidencial y escoltado por el organizador de los festejos, Rafael Tovar y de Teresa. Como eco se alcanzaron a escuchar las voces de “¡espurio!, ¡pelele!”, que gritaban los manifestantes y que pronto fueron acallados por los granaderos que replegaron a los perredistas en la avenida Insurgentes Sur.

Calderón comenzó por rendir culto a la Revolución Mexicana, y si bien remarcó su admiración por Francisco I. Madero, a quien llamó “apóstol de la democracia”, se empeñó en no dejar fuera de su mensaje a ningún prócer revolucionario.

Se apegó a lista oficial de personajes repudiados: el “usurpador Victoriano Huerta” y, sin mencionarlo por su nombre, aludió a la “dictadura” de Porfirio Díaz.

En el panteón de los héroes nacionales destacó a Venustiano Carranza, Francisco Villa y Emiliano Zapata, y en este grupo incluyó a Plutarco Elías Calles, el fundador del PRI al que ya ni los priístas reivindican, además de Álvaro Obregón.

En su reconocimiento a los grandes líderes de la Revolución, “con sus virtudes y defectos”, se refirió a los hermanos Flores Magón, Belisario Domínguez, Lucio Blanco, Francisco J. Múgica, Heriberto Jara, Luis Cabrera, Lázaro Cárdenas, los hermanos Emilio y Francisco Vázquez Gómez, los anarquistas Sarabia y Díaz Soto y Gama.

También habló de los “caudillos culturales” José Vasconcelos, Antonio Caso, Manuel Gómez Morín (fundador del PAN), Vicente Lombardo Toledano, Miguel Palacios Mateo, Daniel Cosío Villegas, así como de pintores, poetas, médicos e ingenieros que fraguaron el México posrevolucionario.

Al igual que los gobernantes del tricolor, refrendó su compromiso con los valores fundamentales de la Revolución Mexicana: libertad, democracia, equidad, buen gobierno, justicia y soberanía, y para que no quedaran en el olvido, ordenó la distribución de 40 millones de libros sobre aquella gesta histórica.

En su interpretación de la historia señaló que los ideales de la Revolución encontraron límite en su alcance, en buena medida por las fracturas y divisiones entre los mexicanos, porque las rencillas, los odios y las diferencias llegaron a prevalecer en diversos momentos sobre el interés común.

Recordó una cita de El laberinto de la soledad, de Octavio Paz, para hacer una arenga política con la finalidad de que las conmemoraciones de 2010 sean oportunidad para alcanzar la reconciliación y la fraternidad entre los mexicanos. Ofreció que, sin menoscabo del cumplimiento firme y cotidiano de la responsabilidad de gobierno, habrá siempre puertas abiertas al diálogo y al entendimiento para quien quiera franquearlas.

Tras la competencia que se dio entre el gobierno federal y el del Distrito Federal por la organización de los festejos, enfatizó que éstos serán de la sociedad y que Tovar y de Teresa se reunirá con las demás comisiones conmemorativas, nacionales e internacionales, para sumar el esfuerzo de todos.

Antes de retirarse, Calderón presenció otra innovación, un pequeño desfile del cuerpo de caballería del Ejército, y después montó guardia de honor y depositó una ofrenda floral al pie del monumento. El panista revivió así el viejo ritual.

 
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