Usted está aquí: viernes 23 de noviembre de 2007 Cultura Lenguaje interior

José Cueli

Lenguaje interior

Si el abecedario se sigue después de la z, si los signos son diferentes, si son iguales los números romanos que los arábigos, los cardinales que los ordinales, si las palabras son imágenes de los conceptos, si los conceptos son máscaras de los hechos, si los hechos ya no corresponden a la realidad, si los números son fantasías de las cifras billonarias, si los jeroglíficos –surgidos después de la z– se inventaron para ser representantes de las palabras, si por eso los delitos se deben escribir con letras pequeñas y los asuntos espectaculares con letras grandes; si las letras son chicas, los titulares de los periódicos también deben ser chicos, si las letras son grandes, los titulares deben ser grandes.

Si las mayúsculas y las minúsculas son iguales, si no existen el singular ni el plural, si falla la ortografía, si la caligrafía es disgráfica, si nos salimos de los cuadritos o nos bajamos o subimos de la raya, si las letras en inglés son iguales en español, si los números romanos se confunden con las letras “españolas”, si las letras se confunden con las puntuaciones, si las puntuaciones se confunden con la sintaxis y ésta con el futuro y el futuro con los verbos y si el tiempo varía dependiendo de si lo dan números romanos o arábigos y si la noticia varía de un país a otro dependiendo de la distancia que los separa de Greenwich; si se escribe según la derivación etimológica de las voces o siguiendo únicamente la pronunciación, si se confunden las u con las w si además ya no sirven para nada, si no nos hacen más que gastar más dinero en tinta y papel en contra de la economía, si la cantidad de u y w que malbaratamos es ya un derroche, si ya no nos sirven para nada, si con ello pudiéramos remediar el hambre de unos cuantos paisanos, si...si no, haríamos que la escritura y la caligrafía del lenguaje fueran diferentes; si... si no, se nos quitaría lo braveros; si... si no q é q é, de q é, o como de q é... Si para qué diablos hace falta la u si no se pronuncia, si sólo se lleva en la imaginación, si en la sola pronunciación de la q ya va implícita la u, si sin la u podríamos ahorrar muchísima energía para una emergencia de rayos, truenos, relámpagos y chaparrones, si sin las u podríamos ahorrar potencia para cuando caiga la tromba y no haya chamba –por no presagiar tormenta–, si para escribir las palabras que empiezan con q podríamos usar la k, si la k suena más a kaiser, si la u suena más a uneites, si se cuentan las u y las w que se ahorrarían en libros, revistas, periódicos, películas, discos, frases televisivas, habría más papel.

Si se agrega que nuestro idioma es básicamente vocal, porque usa muchas vocales, si podemos además ahorrar la h, que tampoco pronunciamos, si podemos también omitir las n, las r, las j y las t –que no usamos sino sólo arrastramos–; si las volvemos dobles sin sentido; si en las palabras en las que la doble consonante implica cambio en el significado, como perro y pero, a una podríamos cambiarle el nombre.

Si los mexicanos gesticuladores no entendemos con las puras vocales, si desperdiciamos las consonantes lastimosamente si sólo nos sirven para entendernos menos, si sólo, si sólo funcionan para confundirnos más, si las estrellas, sapos y culebras son otros signos que sí entendemos todos, si usted descifra todo esto, es que usted entiende.

 
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