Usted está aquí: viernes 23 de noviembre de 2007 Opinión Pintura oaxaqueña en París

Vilma Fuentes
[email protected]

Pintura oaxaqueña en París

La pintora surrealista Bona Tibertelli de Pisis (esposa del escritor Mandiargues) relataba con gracia cómo logró comer durante la Segunda Guerra Mundial. Y no sólo conseguir sal, azúcar, pan, huevos, leche..., también el codiciado café y los inencontrables cigarrillos. Productos que no se obtenían sino en el mercado negro, con el consecuente peligro de ser arrestado. Un riesgo que no estuvo dispuesta a correr. Pero una cosa es el mercado negro y otra el trueque, aseguraba el dueño de una tienda (de abarrotes según Bona, de arte según la leyenda actual) llamado Maeght, quien proveía estas mercancías a cambio de las obras de algunos clientes. No se trataba de aceptar pinturas o esculturas en posesión de éstos, lo cual habría sido sospechoso. El trueque se limitaba a las creaciones de los artistas hambrientos que acudían a él. Maeght, quien al mismo tiempo iba adquiriendo, gracias a ellos, un sólido conocimiento del arte que le permitía descubrir los valores perdurables, fue formando una de las más importantes colecciones de la época.

Pero la guerra, como todas las cosas en este mundo e incluso ella, tuvo su fin. Maeght no se desalentó. Observador agudo de su tiempo, este “realizador de sueños”, como lo llamó Alechinsky, comprendió que si la guerra había destruido miles de edificios en Europa, la paz construiría aún más inmuebles. Y los millares de paredes de los departamentos modernos iban a necesitar ser decorados. Desde luego, no todos los habitantes poseerían el dinero para comprar originales. Y una buena parte de ellos no se iba a conformar con simples reproducciones. ¿Por qué no promover la litografía? Las ediciones limitadas permitían conservar la cotización del artista en el mercado, así como ofrecer al cliente un trabajo esmerado y selecto. Además, Aimé Maeght tuvo la idea de acompañar las litografías de Matisse, Picasso, Chillida, Miró y otros con textos de Char, Eluard, Aragon, Sartre... El auge de la litografía iba a hacer dichosos al editor, a los artistas (no siempre se puede vender un original a un gran coleccionista), al cliente. Pero, claro, no todas las litografías tienen calidad. Su labor requiere un trabajo manual minucioso y vigilante del artista artesano.

En 1963, Peter Bramsen, un apasionado de la labor litográfica, se asocia con Clot, heredero del taller fundado en 1896, donde trabajaron los impresionistas. Los artistas afluyen. Una pléyade de ellos se forma en el taller.

Ahora, Peter ha dejado la dirección del taller a su hijo Christian. Pero los homenajes a los 40 años de labor de Bramsen no se han hecho esperar en varias ciudades de Europa. El último en el Centro de Dinamarca en París, donde fue exhibida una muestra de los trabajos realizados en el taller por artistas como Topor, Saura, Alechinsky, Segui, Olivier, Tabuchi, Erro, Huftier, Toledo o Arizta. Cada litografía es una creación única, no sólo por la labor del artista, también por la del taller. Christian me señala los efectos espejeantes de una de ellas, firmada por Guillermo Arizta, artista mexicano. Admiro, como siempre, el humor negro de Topor, contemplo una litografía de Francisco Toledo que me deja con ganas nostálgicas de ver un original suyo.

El azar me conduce al día siguiente, acompañada por Carmen Parra, al Instituto de México en París, donde tenemos una cita con la directora Carolina Becerril. De entrada al instituto, me sorprenden dos Guillermo Olguín. Dos espléndidos Rodolfo Nieto cuelgan en la segunda sala. Rodolfo Morales, soberbio como siempre. Reconozco a Luis Zárate, cuyo trabajo seguí de cerca durante sus años en París. Demián Flores, Sergio Hernández, Alejandro Santiago, todos de Oaxaca. En efecto, la exposición Ultimes territoires está consagrada a la actual pintura oaxaqueña, tierra de colores: “donde se mezclan el verde, el rojo, el amarillo e incluso el violeta, en función de los minerales que la nutren. La fidelidad de los artistas a estos colores... se transparenta en el cromatismo de sus telas”, escribe Carlos de Icaza. Y, ahí, al fin, un original de mi amigo Francisco Toledo.

Puedo darme por satisfecha con una suerte que cumple tan rápido mis deseos. He ganado mi mañana.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.