Usted está aquí: sábado 24 de noviembre de 2007 Opinión La muestra

La muestra

Carlos Bonfil
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Cuatro meses, tres semanas, dos días

Al descubrir la joven Gabita (Laura Vasiliu) que su embarazo no deseado tiene más de cuatro meses, imagina con su mejor amiga Otilia (Anamaria Marinca) la única solución posible en el régimen dictatorial de Nicolás Ceausescu: refugiarse en un hotel, solicitar los servicios de un médico dispuesto a hacerla abortar y practicar ahí mismo, en condiciones muy precarias, la intervención clandestina que puede costarle la cárcel a todos.

En 4 meses, 3 semanas, 2 días, el joven rumano Cristian Mungiu (realizador de Occidente, cinta presentada anteriormente en México) elige la ciudad de Bucarest, en 1987, dos años antes de la caída del gobierno comunista, como escenario de un relato no tanto sobre el aborto (práctica entonces prohibida), sino sobre la violencia masculina y su efecto sobre dos jóvenes que la resisten conjuntamente. El médico que Otilia y Gabita han contratado no exige honorario alguno por sus servicios, sólo le interesa una retribución física.

En su primera presentación en México, durante el Festival Internacional de Cine de Morelia, el realizador explicó que su interés primordial al realizar esta cinta era enfatizar el clima de represión que prevalecía en Rumania durante los últimos años del régimen autoritario. Entre las múltiples prohibiciones existentes figuraba la del aborto legal, situación que condenaba a miles de mujeres a recurrir cada año a una práctica clandestina que ocasionó miles de muertes. Aunque la cinta no hace del aborto clandestino su asunto central, el caso de Gabita pone de manifiesto la insensibilidad moral de las autoridades hacia la suerte de los ciudadanos y en particular hacia las mujeres. Este modo indirecto de señalar lo arbitrario y la injusticia lo emplea también el realizador de otra cinta rumana, La muerte del señor Lazarescu, de Cristi Puiu, donde el tema no es precisamente la enfermedad terminal que aqueja al protagonista, sino el infierno burocrático que le impide tener atención oportuna, o al menos humanizada. En ambas cintas la dignidad de los protagonistas es vapuleada. En 4 meses... un médico sin escrúpulos (Vlad Ivanov), irónicamente llamado Bebé, somete a la joven a una humillación sistemática apenas distinta a la padecida por ciudadanos inermes, sin derechos elementales, siempre bajo severa vigilancia.

La cinta elabora una alegoría del poder y sus excesos, un poder que contamina también la relación entre las dos jóvenes. Gabita deja recaer sobre su amiga solidaria todo el peso de la responsabilidad; es Otilia, y no ella, quien padece con mayor fuerza las vejaciones del médico, mismas que incluyen el abuso sexual, y quien debe decidir de qué manera dar una solución final al asunto. Insidiosamente se van complicando las relaciones de fuerza entre los personajes: la vulnerabilidad moral del médico agresor, los conflictos interiores de la amiga y su difícil relación con su novio que apenas entiende lo que sucede a su alrededor, y finalmente las reacciones ambiguas de Gabita, la joven que luego de transferir sus responsabilidades aparece moralmente vacía e inexpresiva. Las preocupaciones de Cristian Mungiu son de orden moral, aun cuando en apariencia se aproxime a los géneros previsibles, particularmente al melodrama.

Por su calidad artística y su pertinencia social, la cinta conquistó este año la Palma de Oro del Festival de Cannes.

 
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