Usted está aquí: martes 27 de noviembre de 2007 Opinión ¿Vender Pemex y la CFE? No se trata de eso

Gonzalo Martínez Corbalá
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¿Vender Pemex y la CFE? No se trata de eso

Las declaraciones hechas por el presidente Hugo Chávez en su visita a Irán para entrevistarse con el presidente Mahmud Ahmadinejad durante la reunión anual de la OPEP, en Riad, encierran una gravedad inaudita: si Estados Unidos invadiera Irán o volviera a agredir a Venezuela, el precio del petróleo se iría a 200 dólares por barril. Chávez sabrá por qué lo dice, y aunque no fue muy explícita su advertencia, dio al combustible fósil un nuevo impulso en su presencia en los medios y publicaciones especializadas, en las que ya de por sí había hecho mucho ruido el nivel de precios, que ya había alcanzado cerca de los 100 dólares por barril. Las consecuencias no se hicieron esperar y fue así como los comentarios llegaron hasta Irán en la reunión bilateral con los presidentes de Venezuela y del país huésped.

Aquí en México, la tercera convención nacional democrática (CND), presidida por Andrés Manuel López Obrador en su calidad de “presidente legítimo”, hizo un análisis de la trayectoria de Pemex en lo que se refiere al manejo financiero y económico, así como de aspectos técnicos –se podría hablar de una severa crítica a la institución–, anunciando al final del discurso que se constituirá una entidad popular vigilante para evitar que se llegue a dar el caso de que se venda Pemex, marcando un rumbo distinto al seguido hasta ahora por la paraestatal y por la Comisión Federal de Electricidad (CFE), cuya operación y destino está fuertemente vinculada a aquélla.

Estamos conscientes de que hay muchas corrientes de opinión representadas por distinguidos mexicanos, quienes con todo derecho, buena fe y animados por el más acendrado patriotismo piensan que la mejor manera de resguardar la soberanía nacional consiste en la paralización total de la actividad generadora del desarrollo, tanto de Pemex como de la CFE, así como del crecimiento de la industria petrolera nacional y de la paraestatal que se encarga de la explotación de nuestro subsuelo en materia de energéticos fósiles al amparo de la legislación que heredamos a partir del acto expropiatorio de ese gran mexicano que fue Lázaro Cárdenas, quien rescató en 1938 esa riqueza de manos de las empresas extranjeras que la explotaban para su exclusivo beneficio, y lo hizo con la modificación del párrafo sexto del artículo 27 constitucional.

Habemos otros mexicanos que en igualdad de condiciones de quienes piensan de ese modo, con los mismos derechos y las mismas obligaciones para con nuestra patria y para con nuestros hijos y las próximas generaciones de mexicanos, pensamos de otra manera. Creemos que para resguardar y fortalecer verdaderamente la soberanía nacional se necesita dar a Pemex una dinámica que sea compatible con la que se está imprimiendo a la explotación de los hidrocarburos en todo el mundo, muy especialmente desde las dos primeras décadas de este siglo. Solamente Qatar, un pequeño país que está, como bien sabemos, en el golfo Pérsico, ha recibido inversiones para obras que ya están en curso ahora mismo por valor de más de 100 mil millones de dólares, mientras en México nos hemos estado absteniendo de hacer lo propio en lo que se refiere al fortalecimiento del plan de exploraciones y perforaciones en la zona continental, muy especialmente en las marítimas aguas profundas del Golfo de México en cuya parte norte Estados Unidos realiza todos los días inversiones cuantiosas y está obteniendo en la actualidad más de 2 millones de barriles diarios de petróleo con éxito, creando una frontera marítima totalmente asimétrica que del lado estadunidense significa una intensa actividad en los fondos marinos, mientras del otro lado, el nuestro, el de México, se caracteriza por una total inactividad.

Necesitamos la aportación de capitales de riesgo que junto con nosotros, y sin perder el control de los proyectos y de las obras que se realicen, se constituyan en fuentes de riqueza y de trabajo para los mexicanos. Que se haga posible entrar en las aguas profundas del Golfo de México como han hecho los estadunidenses en la parte norte del Golfo, que les corresponde, y para esto necesitamos la tecnología, el equipo y el capital indispensable sin perder para nada el dominio de nuestro subsuelo, que es parte fundamental de nuestra soberanía.

Hay algunos ejemplos de quienes lo están logrando con éxito y que deberíamos estudiar cuidadosamente y analizar las condiciones de igualdad y diferencias. Me refiero al caso de Rusia en Sakhalin II y Sakhalin V, proyectos próximos a culminar exitosamente, conservando la mayoría en las sociedades correspondientes con Exxon y Shell, así como lo logrado ya por Brasil con PetroBras, y con los planes de desarrollo y de ampliación que están llevando a cabo en ambos casos, preservando la soberanía y el control de los proyectos.

Todo ello se puede hacer fortaleciendo la dinámica de nuestra soberanía popular, evitando que pudiera darse el caso de que fracasara nuestra principal industria nacional, así como la que proporciona la energía al pueblo y a la industria mexicana, que son Pemex y la CFE, sin detrimento de nuestra soberanía, y que, por el contrario, es el verdadero camino para su preservación y desarrollo en nuestros días y para el futuro de las nuevas generaciones.

No se trata de vender México; al contrario, se trata de admitir la necesidad impostergable de consolidar las finanzas y los recursos técnicos de los dos pilares más importantes para el progreso de los mexicanos: Pemex y CFE, lo cual se puede lograr recibiendo aportaciones de capitales de riesgo, conservando el control de las asociaciones correspondientes, lo cual en otros tiempos hubiera sido ilusorio, pero en la actualidad los hechos en otras partes del mundo están demostrando que es posible realizarlo.

 
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