Usted está aquí: jueves 29 de noviembre de 2007 Mundo América Latina, Bolivia y la democracia

Ángel Guerra Cabrera
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América Latina, Bolivia y la democracia

Chávez quiere incendiar América Latina, brama Uribe y miente a sabiendas. Quienes alimentan hace mucho tiempo la hoguera son el imperialismo y las oligarquías con el expolio, el saqueo, el racismo y la exclusión, agravados en las últimas décadas por el neoliberalismo y la pretensión de suprimir la rebeldía de los pueblos. Lo que incendiará inconteniblemente la pradera es el proyecto de militarización de las sociedades del río Bravo a la Tierra del Fuego, previamente experimentado por Estados Unidos con el Plan Colombia.

Su objetivo es acabar con los movimientos populares, para lo cual es prioritario derrocar a los gobiernos identificados con sus demandas mediante una trama que sale de Washington, pasa por Madrid y otras capitales europeas, y tiene en Bogotá y Santiago de Chile dos importantes cajas de resonancia. Son eslabones maestros del proyecto: la conspiración golpista en Venezuela y Bolivia y el reforzamiento del entramado para someter a Cuba. La fábrica de mentiras, CNN y El País a la cabeza, cubre el flanco sicológico.

Ello explica el injustificable tajo que dio Uribe a la facilitación que dio Chávez en el intercambio humanitario, justo en el momento en que con indudable buena fe, entrega y transparencia el venezolano había conseguido avances inéditos en el proceso, pues el parapresidente y sus patrones imperialistas se horrorizan ante la perspectiva de que el conflicto de Colombia tenga una salida política, toda vez que ésta propiciaría un excelente clima para el florecimiento de la democracia no sólo en ese país, sino en toda América del Sur.

Y es que el saldo socialmente trágico de las políticas de libre mercado y la consiguiente toma de conciencia y creciente protagonismo de los pueblos están poniendo en graves aprietos a la hipócrita cantaleta sobre la democracia del sistema dominante. Es un hecho histórico incontrovertible en la historia latinoamericana la invariable ruptura frontal del imperialismo y las oligarquías con las instituciones democráticas cuando una opción popular llega al gobierno o aun ante la posibilidad de que lo consiga.

La feroz arremetida contra el presidente Evo Morales de quienes durante siglos han explotado y discriminado a los mayoritarios pueblos originarios y a los mestizos pobres de Bolivia, representados por aquél, es un ejemplo palmario de cuanto afirmo. Decidido a liquidar el gobierno de Morales, Estados Unidos envió de embajador a La Paz a Phillip Goldberg, operario del desmembramiento yugoslavo. Un regalo a la casta reaccionaria y separatista de Santa Cruz de la Sierra, estado mayor de la campaña sediciosa iniciada casi inmediatamente después de la elección del líder indígena, que ha reunido a los prefectos y sectores oligárquicos de ese departamento y a los de Beni, Pando, Tarija y Cochabamba, bajo el mando de Goldberg. Desde el Senado torpedean con su mayoría las iniciativas de justicia social y soberanía del Ejecutivo, mientras con medidas de fuerza han impedido el trabajo de la Asamblea Constituyente, el único recurso para alcanzar un régimen democrático sin llegar a la guerra civil. A la manera hitleriana, se han constituido grupos de choque sobre el patrón de la Unión Juvenil Cruceñista, integrada por jóvenes de clase media blancos y racistas, que en cada uno de los paros “cívicos” convocados en estos departamentos amenazan o apalean a los ciudadanos que no acatan la medida y a los partidarios de Morales. Con este patrón se instigaron las acciones delictivas y bárbaras de los días pasados en la ciudad de Sucre, utilizando estudiantes reaccionarios, de ultraizquierda y lumpen, muchos de ellos bebidos. El pretexto fue la decisión de la dirección de la Constituyente de reunirse en una instalación militar a resguardo de esa turba. Autoexcluidos los delegados opositores, fue aprobada en general la nueva Constitución, que contiene demandas populares sustantivas, pero que en todo caso debe ser sancionada en referendo.

Morales ha dado pruebas de una infinita paciencia y voluntad de diálogo en reiteradas negociaciones con los partidos oligárquicos, que siempre inventan nuevos motivos para no cumplir lo pactado. Pero en la grave situación de amenaza golpista creada a partir de los acontecimientos de Sucre no hay diálogo posible.

No al menos mientras el presidente constitucional aplica los recursos que le otorgan la ley y su enorme apoyo de masas para reducir a los golpistas. Toda la solidaridad a Evo y su pueblo en esta hora.

 
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