Usted está aquí: miércoles 5 de diciembre de 2007 Política El Estado, responsable por acción y omisión de la matanza de Acteal, insisten en foro

Fue un crimen que ocurrió ante los ojos del mundo, señala Hermann Bellinghausen

El Estado, responsable por acción y omisión de la matanza de Acteal, insisten en foro

En Casa Lamm llueven críticas a Aguilar Camín por el tratamiento del caso en Nexos

Blanche Petrich

Cuatro ponentes que participaron el lunes por la noche en la conferencia semanal de la Casa Lamm coincidieron en señalar al director de la revista Nexos, Héctor Aguilar Camín, como “la voz de los asesinos de Acteal”, al intentar distorsionar la historia de esa masacre en Los Altos de Chiapas hace 10 años.

Los cuatro –Javier Ruiz, dirigente de Las Abejas; Pablo Romo, ex sacerdote dominico que trabajaba esos años en el Centro Fray Bartolomé de las Casas, y dos periodistas, Hermann Bellinghausen y Jesús Ramírez Cuevas– estuvieron en Los Altos de Chiapas como testigos antes, durante y después de la matanza de 45 campesinos en Acteal, el 22 de diciembre de 1997.

Los cuatro documentaron y denunciaron con anticipación la agresión brutal que se preparaba. Los cuatro coinciden ahora: en los tres extensos textos sobre Acteal que publicó Nexos, el autor de la novela Las guerras de Galio “trata de explicar por qué los indios se mataron entre sí”, encubriendo el papel que tuvo en esos hechos el Ejército y el entonces presidente Ernesto Zedillo, quien, “objetivamente hablando, es el mayor genocida de la historia reciente de México”.

Bellinghausen, de La Jornada, aseguró: “fue un crimen que ocurrió ante los ojos del mundo. Y si fueran los nazis quienes tuvieran que calificar los hechos, dirían sin duda: lo hicieron muy bien”.

Javier Ruiz, tzotzil sanpedrano, era, en 1997, presidente municipal de Polhó. Fue fundador y miembro del grupo Las Abejas y diácono en su comunidad. En su revista, Aguilar Camín lo describe como un reclutador violento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. En Casa Lamm, él explicó, una vez más, que Las Abejas surgió en 1992 como una instancia pacífica de defensa de los derechos indígenas. “Ratificamos nuestra vocación pacífica en 1994 cuando los zapatistas declararon la guerra al gobierno. Redoblamos nuestra participación en negociaciones y diálogos para una salida pacífica. Y eso fue lo que llevó a que nos masacraran.”

Romo abundó, para ilustrar la naturaleza no violenta de este grupo, “que surge del reconocimiento de la pluralidad, la diversidad y la necesidad de caminar por la vía pacífica. Ellos representaban el agua del pez que había que exterminar.”

El líder indígena destacó que, una década después, “no se han tomado medidas para evitar la repetición de los hechos, entre otras, el desarme de los paramilitares.” Añadió que el Estado mexicano está en falta con la verdad histórica porque “no ha reconocido los hechos, no ha hecho justicia ni se propone reparar el daño. El Estado es responsable por acción –porque el grupo atacante fue apoyado por la policía de la Seguridad Pública– y por omisión, porque las autoridades del estado fueron advertidas antes de que sucediera la masacre y no la impidieron. Y 10 años después, nos sigue negando la justicia”.

Bellinghausen, a su vez, señaló que Acteal fue un crimen que ocurrió ante los ojos del mundo; una masacre que se sabía iba a suceder. “Antes del 22 de diciembre se denunció cómo entraron las armas a las comunidades donde se formaban los paramilitares, cómo eran entrenados por militares, cómo sus jefes los obligaban a robar a sus hermanos que no se querían incorporar. Se denunció cómo se iban desgranando las comunidades zapatistas cuando sus pobladores eran forzados a desplazarse. Llegó a haber, sólo en ese municipio, 10 mil desplazados. Lo vimos y lo retratamos, y nadie en el gobierno hizo nada para impedirlo”.

Pablo Romo, quien trabajaba en la diócesis de San Cristóbal junto con el obispo Samuel Ruiz y Gonzalo Ituarte, relató cómo él y el cineasta Carlos Martínez constataron, en docenas de recorridos por Los Altos, aquellos meses, la formación de grupos paramilitares bajo el patrocinio del Ejército. “En todos lados el procedimiento era el mismo: la división de la población, el reclutamiento de jóvenes, la inducción a prácticas ajenas a sus valores comunitarios, como el uso de drogas, prostitución y pornografía, la entrega de armas y su entrenamiento.”

Uno de los trabajos de Martínez documenta, con imágenes, esos entrenamientos. Referencias detalladas con nombres de poblados, fechas y personajes constan en los sucesivos reportes que preparó en esta época el “Fraybar”, como se le conoce al organismo de derechos humanos que formó la diócesis de San Cristóbal de las Casas. “Estas acciones respondieron a un diseño de guerra que operó entre 1995 y 1997 y que no sólo produjo la matanza de Acteal sino más de 30 asesinatos previos en Los Altos y posteriormente se extendió a la Zona Norte, donde hubo en los meses posteriores más de 300 muertos, más decenas en la región de El Bosque.”

Por su parte, Jesús Ramírez Cuevas redondeó la idea con múltiples referencias sobre el Plan de Campaña 1994, la formación de los consejos de seguridad municipales y el papel rector sobre todo el proyecto contrainsurgente que tuvo el general Mario Renán Castillo, en ese entonces comandante de la VII Zona Militar.

Afirmó que consta en actas cómo fueron militares en activo quienes capacitaron y organizaron a priístas y cómo muchos de ellos recibieron “órdenes superiores de participar” en la matanza.

A Javier Ruiz lo acompañaron a la conferencia un pequeño grupo de hombres y mujeres de la organización Las Abejas, quienes fueron recibidos con un prolongado aplauso por los asistentes de la Casa Lamm.

 
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