Usted está aquí: lunes 10 de diciembre de 2007 Opinión Poca ayuda para detener la deforestación

Iván Restrepo

Poca ayuda para detener la deforestación

Como ejemplo del interés que en realidad tienen los gobiernos de los países industrializados para ayudar a combatir el cambio climático en el tercer mundo, la señora Charlotte Sterret, del grupo Oxfam, dijo que los recursos aportados por los primeros para tal fin equivalen a lo que en Estados Unidos se gasta cada año en bronceadores: poco más de 60 millones de dólares. Eso representa la tercera parte de lo aprobado como ayuda en la conferencia climática de hace cinco años. Una migaja, pues el primer mundo debe destinar alrededor de 50 mil millones de dólares para combatir el cambio climático. Apenas se requiere 0.3 por ciento del producto bruto mundial para resolver el problema.

Estas cifras se dieron a conocer en la reunión mundial que sobre dicho tema se celebra en Bali, Indonesia, precisamente uno de los países donde la deforestación es más intensa. No solamente allí la cubierta verde que forman los árboles se pierde aceleradamente, sino también en Brasil, donde al año se deforestan 20 mil kilómetros cuadrados para sembrar soya y otras cosechas destinadas a elaborar etanol. En México, la manipulación que el sexenio anterior hizo de las cifras sobre deforestación hace difícil saber hoy con exactitud la extensión que se pierde cada año, pero los especialistas calculan que se pierden por lo menos 500 mil hectáreas de bosques y selvas. Falta, en tanto, la estrategia para conservar las áreas forestales, una de las formas de combatir los efectos del cambio climático.

Por eso en Bali no hay virtualmente asistente que no hable de la necesidad de apoyar los esfuerzos en pro de reducir la tala de selvas y bosques, pues una quinta parte de los gases de efecto invernadero se deben a este fenómeno: es la tercera causa, antecedida por el consumo energético y la actividad industrial. Una forma de lucha, repetida hasta el cansancio, es apoyar a quienes viven en el campo con estímulos financieros, sociales y tecnológicos a fin de que cuiden el bosque en vez de destruirlo por necesidad, por pobreza. Lo que se requiere para lograrlo equivale a 2 por ciento del gasto bélico de Estados Unidos. No se trata de dádivas, pues los países pobres contribuyen a un elevado costo a la industrialización del mundo industrializado, rico. Es el caso de los africanos, cada vez con más problemas de abasto de agua, de producción de alimentos y con alta migración hacia Europa por hambre y falta de empleo. Tiene sentido, al respecto, el pedido del gobierno alemán de que la industrialización de los países pobres se logre en armonía con el ambiente y no, como ahora, a costa de él.

Mientras, el nuevo primer ministro de Australia, Kevin Rudd, ratificó el Protocolo de Kyoto, algo a lo que se negó durante 10 años el anterior gobierno conservador. Rudd se había comprometido a hacerlo de ser elegido, además de impulsar las fuentes renovables de energía y la conservación de los bosques de su enorme país. Pero ratificación y promesas contrastan con el nuevo panorama energético mundial, dominado por China e India. Estos dos gigantes consumirán en las próximas décadas 45 por ciento de toda la energía del planeta. De ellos provendrá 60 por ciento de las emisiones de gases causantes del efecto invernadero. Ese gasto energético no será de tipo bélico, como el actual de Estados Unidos, sino para otra conquista: la del mercado, que incluye también el de las materias primas existentes en el tercer mundo.

El próximo viernes termina la Conferencia de Cambio Climático de Bali, a la cual asisten más de 10 mil delegados y cientos de organizaciones defensoras del ambiente. Nuevamente Estados Unidos destaca por su oposición a tomar medidas radicales para evitar lo peor. No quiere firmar un solo acuerdo que lo obligue a reducir drásticamente sus emisiones contaminantes. Sólo los 23 millones de habitantes de Texas contaminan más que los más de mil millones que viven en 116 países en vías de desarrollo. Queda como denuncia la exigencia de los 200 más importantes especialistas en clima a los líderes del mundo para que reduzcan para mediados de siglo la mitad de las actuales emisiones de gases de efecto invernadero.

En México se promete, pero no aparece la estrategia para combatir el cambio climático.

 
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