Usted está aquí: lunes 10 de diciembre de 2007 Opinión México SA

México SA

Carlos Fernández-Vega
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Historias carreteras

Barril sin fondo, a una década del “rescate”

“Defensa” de emigrantes (versión discurso)

Ampliar la imagen Aspecto del puente Mezca de la carretera Cuernavaca-Acapulco Aspecto del puente Mezca de la carretera Cuernavaca-Acapulco Foto: María Luisa Severiano

Allá por su segundo informe de gobierno, en pleno sueño primermundista, muy orondo presumía Carlos Salinas de Gortari de que “al término de la concesión a los particulares (50 años), las carreteras revertirán en propiedad de la nación (…) y la participación privada ha permitido reorientar recursos fiscales al mantenimiento y construcción de carreteras”.

Hablaba de un programa de concesiones carreteras que, lejos del júbilo que en él provocaba, ha causado uno de los mayores estragos financieros al Estado mexicano, porque en los hechos no hubo “reversión” alguna, sino multimillonario “rescate” a costillas del erario, y los recursos fiscales en realidad se destinaron a sacar del hoyo a los ambiciosos concesionarios (entre los más importantes ICA, Grupo Mexicano de Desarrollo, Tribasa, hoy Pinfra, y Gutsa) y no “al mantenimiento y construcción de carreteras”.

En este 2007 se cumple la primera década del “rescate” original (Zedillo, 23 concesiones carreteras otorgadas entre el 28 de julio de 1989 y el 4 de agosto de 1994; Fox añadió 26, incluidos cuatro puentes, para un total de 49) y de los cerca de 58 mil millones de pesos involucrados en aquel decreto presidencial del 27 de agosto de 1997, ahora los mexicanos cargan a cuestas con un pasivo cercano a 180 mil millones.

Así, el grueso de las concesiones carreteras no sobrevivieron siquiera un lustro, y de aquella idílica “reversión” al Estado presumida por Salinas de Gortari sólo queda el humor negro asociada a ella y a él, pues en el décimo aniversario del citado “rescate” las autopistas –saneadas, limpias– regresan a los concesionarios originales (los favorecidos por CSG), como en el más reciente caso de ICA que “ganó” una “licitación” para quedarse con los mismos tramos, más su pilón, que una década atrás le “rescató” el erario.

Y como recordar es vivir, en aquel agosto de 1997 cuando en el Diario Oficial de la Federación se publica el decreto presidencial sobre el “rescate” carretero, una combativa bancada legislativa en San Lázaro alzó su voz para “manifestar nuestro desacuerdo con la medida, porque con recursos fiscales se salva a unas cuantas empresas privadas... El programa es un engaño y exigiremos una investigación para que se finquen responsabilidades a los funcionarios de las Secretarías de Hacienda y de Comunicaciones y Transportes, del sexenio anterior (el salinista) y del actual (el zedillista) dado el daño causado y el fracaso de la concesión de carreteras”. En aquel entonces, Felipe Calderón Hinojosa fungía como presidente nacional del PAN, partido al que pertenecía tal bancada.

Diez años después, Calderón es el inquilino de Los Pinos y lejos, muy lejos, de hablar de “engaños” e “investigaciones”, el propio michoacano ha puesto en marcha el (tercer) “nuevo” programa de concesiones carreteras, mientras los legisladores de Acción Nacional aplauden la decisión, es decir, la copia vil (“seguimiento” le llaman) del programa que Carlos Salinas de Gortari presumía aquel primero de septiembre de 1990, el mismo, pues, que terminó en “rescate (en sus dos versiones, zedillista y foxista) y que ahora se presume como “novedad” y cuyas concesiones las obtienen los mismos que fueron “rescatados” una década atrás.

Alrededor de 180 mil millones de pesos después, el gobierno, versión “continuidad”, juega las mismas cartas y apuesta a los mismos ganadores, mientras las tarifas carreteras que se cobran en México (la México-Toluca especialmente) se cuentan entre las más costosas del planeta.

Pues bien, en este contexto de espeluznantes historias carreteras, miles de millones de pesos del erario de por medio, los mexicanos deben estar felices, unir sus manos y cantar ¡Aleluya!, porque a 14 años de su inauguración (Salinas de Gortari cortó el listón en 1993) y a 10 de su “rescate” (Zedillo firmó el decreto respectivo), la “rehabilitación” de la Autopista del Sol ((México-Cuernavaca-Acapulco), con dinero público, por fin “quedó concluida”, amén de ser “segura, eficiente y operar en condiciones adecuadas”, según disposición de uno de los genios de la onerosa cadena concesión-“rescate”-reconcesión, Luis Téllez, que hoy despacha en la oficina principal de la mismísima Secretaría de Comunicaciones y Transportes.

Qué bueno que ya sea transitable, aunque mucho cuidado, pues tal afirmación proviene del mismo personaje que a principios de 2007 dijo que aquellos “concesionarios” originales “rescatados” una década atrás “no podrán participar” en las “nuevas” concesiones, y que en agosto del mismo año confirmó que el “ganador” de la primera “licitación” carretera en tiempos de la “continuidad” fue ICA, o lo que es lo mismo uno de los principales “rescatados” dentro del grupo de “concesionarios” originales, de tal suerte que esa “rehabilitación” puede ser dudosa.

Lo que no lleva a duda alguna es de dónde sale el parné, pues el “rescate” y la “rehabilitación” de las carreteras concesionadas ha corrido, corre, a costillas de los mexicanos, y en el caso de la Autopista del Sol la más reciente “rehabilitación” ha tenido un costo cercano a mil 500 millones de pesos, de los que ni un solo centavo aportaron los grupos privados que participaron en su “fallida” construcción.

La historia de la Autopista del Sol está llena de “rehabilitaciones” (léase parches) como la presumida por Téllez, pero también de intocados delincuentes de cuello blanco que hoy, como siempre, se mantienen prendidos de la ubre oficial sin mayores consecuencias legales.

Vayan pues por la Autopista del Sol, pero no olviden la llanta de refacción ni, sobre todo, lo dicho por Téllez.

Las rebanadas del pastel

Andaba el cruzado michoacano duro que te dale con el discurso “en defensa” de los emigrantes mexicanos, cuando alguien apuntó que el inquilino de Los Pinos ni por aproximación dice que la mejor “cobertura” y “reivindicación” que puede dársele a ese creciente grupo de nacionales es la generación de empleo de calidad, con prestaciones de ley, salario remunerador y, lo más importante, en casa. Pero eso no cabe en el discurso.

 
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