Usted está aquí: martes 11 de diciembre de 2007 Cultura Quino crea una metáfora sobre cómo se somete a comensales y gobernados

El caricaturista platica con La Jornada de su nuevo libro, La aventura de comer

Quino crea una metáfora sobre cómo se somete a comensales y gobernados

Los restaurantes tienen mucha similitud con los sistemas de poder, indica el dibujante

“Nunca esperé ver en Argentina a personas buscando comida en los botes de basura”

Mónica Mateos-Vega

Ampliar la imagen Una de las caricaturas de Joaquín Salvador Lavado, Quino, incluida en su nuevo libro, La aventura de comer, publicado por Tusquets Una de las caricaturas de Joaquín Salvador Lavado, Quino, incluida en su nuevo libro, La aventura de comer, publicado por Tusquets

Para el caricaturista argentino Joaquín Salvador Lavado (Guaymallén, 1932), mejor conocido como Quino, ir a comer se asemeja a una situación política, “que tiene mucha similitud con la vida cotidiana y los sistemas de poder, pues en un restaurante uno está a merced del camarero o del chef, quienes te dan lo que les parece, como les parece y cuando les place, además de todo, después tenemos que pagarles”.

De palabras breves, pero imágenes inmensas, Quino explica en entrevista con La Jornada que no ha hecho otra cosa en su vida más que dibujar, “es lo que más me sigue gustando; lo hago todos los días, aunque con la edad y los problemas de vista que uno va teniendo el goce se va reduciendo también. Pero como todo, la edad tiene sus ventajas, uno es más sabio, aún con esta porquería de las limitaciones que se van teniendo”.

El dibujante admite otro gran placer: comer, lo cual se ha vuelto, en su opinión, toda una aventura a la que dedica su reciente libro titulado, precisamente, La aventura de comer, editado por Tusquets, en el cual le pone rostros y escenarios a esos mitos urbanos alrededor de los restaurantes de lujo: los platillos carísimos que provienen de la humilde fonda de junto, el amabilísimo capitán de meseros que en su casa es un patán, sin faltar cientos de moscas y pelos en la sopa, servidos como manjares.

No faltan sendos homenajes al escritor y Nobel colombiano Gabriel García Márquez (un personaje se pregunta por qué no es admisible el realismo mágico en la cocina, por aquello de que a algunos cocineros hasta el agua se les quema); y al pintor Fernando Botero (por más que siguen una dieta, unos gordos provenientes del pincel del artista coterráneo de Gabo, no reducen sus carnosas figuras).

Muchas cosas deformadas

El humor y la ironía son la salsa con la que Quino cocina una minuciosa crítica a lo que el llama “escenografía” en torno a lo que la gente piensa que es el buen comer: “Me molesta bastante que disfracen comidas sencillas como la italiana sirviéndolas con guante blanco, un plato de espaguetis servido así me parece la cosa más ridícula y absurda del mundo.

“Hay mucha escenografía alrededor, últimamente también en torno a los vinos, lo sirven en copas que parecen para peces de colores, por eso siempre pido que el vino me lo cambien a un vaso más pequeño, porque me gusta sentir el olor cerca, no meter la nariz dentro de esa pecera. Como tantas cuestiones en el mundo, a la hora de comer hay muchas cosas ya deformadas.

“Por otro lado, también me dan mucha rabia las cadenas de comida rápida, que te dan todo en platos, vasos y cuchillos de cartón. Es una aventura, porque si uno pide carne ni siquiera se puede cortar. Por eso el título del libro responde bastante a lo que tenemos que soportar hoy.”

En 1997, la Asociación Madrileña de Empresarios de Restaurantes y Cafeterías otorgó un reconocimiento al caricaturista, “por haber contribuido con sus manifestaciones gráficas al prestigio y la difusión gastronómica”, con trabajos como A la buena mesa (1980)

Ahora, en su nueva incursión por las vicisitudes de la vida secreta del gurmet, también reflexiona en torno a quienes fingen que el agua es champaña y faisán unos fideos sin sal. Este cartón pudiera ser una alusión a Argentina después del corralito, dice Quino, “pero la cosa empezó antes, con el decaer de la clase media y el empezar a ver personas buscando comida en los botes de basura, eso tan triste que nunca esperé verlo en mi país”.

–¿Cómo es su relación con García Márquez y Botero, a los que les dedica un par de cartones?

–Siempre me ha causado mucha gracia que ante esta moda de niñas modelos anoréxicas existe un pintor de gorditos, aunque no la considero una de mis mejores ideas, pero bueno, es una diversión.

“García Márquez y Botero no son mis amigos, no los conozco. Bueno, una vez vi a Gabo en París, en una tienda, pero no me atreví a hablarle. No me gusta eso de pedir autógrafos.”

Entrarle de lleno a la política

–Hay algunos temas que le cueste más trabajo abordar.

–Sí, los religiosos o sobre drogas, los cuales me parece importante que se comenten, pero siempre hay algún lector que se molesta, por eso trato de tener mucho cuidado.

“Pero a la política le he entrado de lleno. Crecí en una familia muy invadida por la política, además de que me tocaron de cerca varias guerras, la Civil Española, pues mis padres eran de allá.

“Después empezó la Segunda Guerra Mundial, uno iba al cine y le pasaban todo eso. Cuando se termina empezó la guerra de Corea y varias más, para qué vamos a enumerar si no terminamos.”

 
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